Que el Presidente de la República -o lo que va quedando de ella- eche mano a la amenaza para tratar de corregir un problema de mercado causa, en principio, tristeza; luego, estupor pues se confirma que ideas/propuestas innovadoras se han borrado del menú del gobierno y su equipo.
Veamos, señor Presidente: usted acusa a los productores por la inflación, pero parece desconocer que no tienen capacidad real de influir en el precio final que pagan los consumidores. En otras palabras: los productores no son responsables del precio de los alimentos. La producción primaria es tomadora y no formadora de precios. Está claro que prohibir o castigar a un sector no da resultado en ningún lugar del globo. Sólo provoca menos trabajo y, más pobreza -sí, la que tanto se empeña en combatir-.
Pareciera que su equipo de gobierno no hace uso del método, al menos al momento de proyectar nuevas teorías para generar un mejor escenario. Un presidente productivista, como se ha definido, debería recordar lo que hicieron los anteriores gobiernos, entre ellos los que usted mismo integró. Fue en esas gestiones, cuando estas mismas medidas llevaron al país a una crisis de abastecimiento, entre otras consecuencias nefastas.
Con la implementación de semejantes recetas, la Argentina tuvo una pérdida de stock de 15 millones de cabezas, estuvimos al borde de importar trigo para el pan de los argentinos y bajaron considerablemente las producciones de maíz y soja. ¿Cómo puede ser que un país que puede alimentar a tres naciones de su tamaño, carezca de un plan productivo, que fomente la inversión y la generación de empleo?
Señor Presidente, insistimos: ¿cómo puede exigirle al primer eslabón de la cadena que determine el precio que paga el consumidor cuando ni siquiera puede incidir en el propio precio al que vende su producción? Un modelo que interviene los mercados cuando sube el gasto público y castiga a los que verdaderamente trabajan, no sirve para atraer las inversiones "productivistas" que usted tanto pregona. Al contrario: sólo genera más desconfianza, desánimo y pobreza.
Le sugerimos que genere incentivos para producir y contratar mano de obra, aliviando las cargas para el empleador. Ya sólo con esto sería innovar, pues revertiría la pertinaz actitud de proyectar el pasado. En lugar de poner a los productores como enemigos del pueblo, ¿por qué mejor no piensa en una política económica, fiscal y monetaria para luchar contra la inflación? No sólo es un pedido del campo, sino también de toda la sociedad.
Fuente: Soc. Rural de Jesus María