Del otro lado del mostrador el gobierno insiste en buscar una convergencia al 29% y ese es el porcentaje al que acaba de cerrar una de las paritarias más importantes del sector privado, que suele ser techo de referencia, como es el caso de los bancarios. Es cierto que los conducidos por el kirchnerista Palazzo se guardan una clausula de revisión para septiembre, pero en el arranque le dan el beneficio de la duda al gobierno.

Está claro que los precios controlados por el ejecutivo, como las tarifas de los servicios públicos, las prepagas, los precios máximos de algunos alimentos y los de los servicios de comunicaciones están condenados a oficiar de ancla y no tienen chance de pasar ese nivel buscado por Guzmán, aunque puede haber heterogeneidad porque el gobierno ya anticipó que buscará aumentos de tarifas segmentados por tipo de consumidor (algo más fácil de decir que de hacer) y porque ya lo está haciendo por ejemplo con las empresas de servicios TIC a las que les autorizó 5% en enero a los prestadores con mas de 100.000 conectados, mientras que a los que tienen menos de esas bocas les concedió 8%.

Sin embargo, hay un 70% de los precios, que justamente son los que mide la inflación núcleo, fuera del radar oficial y la convicción del ala heterodoxa respecto de que la causa del aumento generalizado y sostenido en los precios es atribuible en realidad al aumento de los costos, va a ser puesta a prueba si como todo parece indicar, el resto de las paritarias siguen el ejemplo de los Bancarios. Adscribiendo a esta teoría se necesita que el dólar también opere como ancla, como así también otros insumos difundidos, como el acero, el aluminio, el cemento, pero también los combustibles y las materias primas de los alimentos. Empezando por el billete americano, que regula buena parte de esos insumos, el propio BCRA lo dejó correr al 48,8% anualizado en la primera semana de febrero. Es cierto que en enero se movía más rápido; al 60,5% de velocidad anual, pero para que los costos converjan al 29% anual, el billete tendría que ir muy por debajo de ese objetivo en lo que resta del año, máxime cuando la afluencia de dólares que permita que éste opere como ancla, todavía está a tres meses de distancia. Puesto en otras palabras; el dólar oficial está obligado a ser el ancla de precios, e ir por detrás del resto de la nominalidad de la economía, desde abril en adelante.

Pero además, por mas que el BCRA aproveche la afluencia estacional de divisas que genera la cosecha y endurezca el cepo cuando pase la primavera del agro, está condenado a seguir dependiendo de la necesidad de financiamiento del tesoro, por lo que los ojos estarán puestos en el nivel del déficit fiscal y en la recuperación de la inversión, dado que solo en el escenario en que se mantenga muy bajo el ritmo de recuperación del stock de capital, habrá margen para conseguir financiamiento doméstico, sin necesidad de emitir tanto. En el segundo trimestre del 2020, por ejemplo, hubo solo 9,6% de inversión sobre el PBI, pero en el tercer trimestre, con recuperación de la actividad ese ratio trepó al 14,3% lo que equivale prácticamente a todo el ahorro doméstico, sin que quede excedente para financiar al fisco. Si la inversión hace pie en 2021 cualquier intento por financiar el déficit fiscal con deuda en el mercado doméstico desplazará financiamiento privado y generará déficit de cuenta corriente, lo cual en un escenario donde no sobran divisas, resulta prácticamente imposible, forzando al fisco a cobrar más impuesto inflacionario.

Por supuesto el gobierno montará una pantomima señalando comerciantes, industriales o productores del campo, como los responsables de la inflación. Acaba de decirlo en una entrevista a Pagina12 cuando las periodistas le preguntaron expresamente si creía que la inflación era culpa de los especuladores. Contestó “Sí. Y ya lo saben. Estoy feliz de que podamos exportar, pero no puedo entender cómo puede ser que los argentinos convirtamos una oportunidad en un problema.” Minutos antes había dicho: “si el campo no entiende voy a subir las retenciones o establecer cupos”

Las retenciones y los cupos a las exportaciones reducen la inversión, impactando negativamente en la producción y disminuyendo, obviamente, las ventas al exterior, lo que implica menos divisas para el país, aumentando las chances de repetir una crisis de balanza de pagos, como las 15 que tuvo Argentina en los últimos 75 años, pero además haciendo que la economía necesite un tipo de cambio real más alto para equilibrar el sector externo. Como los salarios reales caen cuando sube el tipo de cambio real, el resultado del intento de bajar el precio de la carne es el de reducir los ingresos reales de todos los trabajadores, sin importar cuanta carne consumen. En el mediano plazo, además, se reducirán las cabezas de ganado, como ya ocurrió entre 2007 y 2011, presionando los precios de la carne también al alza.

El presidente y su gabinete lo saben perfectamente; son conscientes de que las materias primas del campo representan en promedio solo una cuarta parte del precio en góndola y que la medida no controla el 75% de lo que pagan los consumidores, pero hay elecciones este año y tampoco podemos descartar que se trate de una amenaza cuyo objetivo real sea el de acelerar las liquidaciones del campo, como lo ha sugerido el ex ministro Hernán Lacunza.

¿Qué pasa en el mundo?

La velocidad en la vacunación es hoy la clave para la vuelta a la normalidad de la economía mundial. Sin embargo, Israel, que ya inyectó al 62% de la población, recién ahora logra estabilizar la curva de contagios y no ha logrado un descenso significativo en la positividad de los test. En contraste, Alemania, más agresiva en testeos y medidas de aislamiento, aunque lenta en vacunas, vence a ambas curvas, al tiempo que Reino Unido que combina las medidas restrictivas de movilidad, el testeo y que ya vacunó al 17% se su gente, es el que más contundentemente esta torciendo positividad y casos.

Es notable ver la heterogeneidad en el ritmo de vacunación. Sacando a Israel y Emiratos, que son outliers, parece ser más una cuestión de gestión que de dinero. El primer éxito del Brexit es que el Reino Unido supera ampliamente al resto de Europa, no solo en cantidad de dosis acumuladas, sino en el ritmo al que está vacunando en la ultima semana, con 0,66% de la población servida por día contra una quinta parte de Alemania y Francia.

A pesar de que el ritmo de vacunación se aceleró en los Estados Unidos y que a esta velocidad tendrán al 50% de la población cubierta en 100 días, sumado al hecho de que probablemente se masifique aún mas el acceso cuando a partir de esta semana esté disponible en farmacias, Kamala Harris acaba de debutar desempatando la votación para liberar un nuevo paquete de 1,9 billones de pesos de ayuda, cuyo impacto más directo es el de, por un lado inflar el mercado bursátil aún más (el S&P 500 está 16% arriba del nivel de hace un año atrás, en la previa de la pandemia) y por el otro lado subir el precio que el mercado le exige a los bonos norteamericanos a 10 años.

La contracara, obviamente es un dólar débil, a pesar de la leve mejora de enero en el contexto de las expectativas por la vacuna y por lo tanto un mejor precio internacional de los commodities. Dos buenas noticias para la Argentina, porque por un lado se logra un mejor tipo de cambio real con menor devaluación del peso respecto del dólar, que es la variable clave para las expectativas, y por otro lado se requiere un menor tipo de cambio real multilateral de equilibrio, por el mayor ingreso de divisas de los commodities.

Commodites

Una gran semana para el petróleo que con el alza más importante desde octubre (+8%) araña los 60 dólares por barril, dada la expectativa de recuperación global por la vacuna, los bajos inventarios de China y la confirmación de límites a la producción por parte de Arabia Saudita. La soja en cambio, se mantiene sin cambios en la semana, retrocediendo 5% desde el pico de mediados de enero, por la mejora transitoria del dólar en las ultimas tres semanas, combinada con las lluvias en América del sur.

¿Qué pasa en nuestro país?

Esta fue una semana de mucha densidad de datos que empezó con la publicación de los datos de recaudación del mes de enero que, como siempre digo, “hablan sobre la salud de la economía” incluso antes de que vemos los indicadores de actividad. En efecto, los impuestos vinculados a la producción (cheque) crecieron 34,6% o sea 3,7 puntos porcentuales debajo de la inflación interanual estimada para enero, lo cual tiene lógica si pensamos que este es un mes donde pesa fuerte el turismo, que este año obviamente está muy por debajo del nivel del 2020 (según el ente municipal de turismo de Mar del Plata, hubo en enero un 40% menos de visitantes que el año pasado). Por el lado del consumo, mejor captado por el IVA DGI, la caída es más fuerte, puesto que se recaudó solo 28,8% mas que hace doce meses, aunque el tributo tiene rezago y ese dato puede estar mostrando más la foto de diciembre que la de enero. El empleo tampoco despega, porque los aportes personales a la seguridad social crecen al 26,8% lo que implica un derrumbe de la masa salarial del 7,2% en términos reales (tomando la inflación de diciembre) y explica el golpe en el consumo captado por el IVA. Los datos de comercio exterior hay que tomarlos con pinzas, porque en virtud del paro de los aceiteros buena parte de las exportaciones de diciembre se cursaron en enero, pero contando los dos meses juntos, las ventas al exterior solo aumentan un 23,8% lo que significa un 11,7% menos ajustando por el cambio interanual en el precio del dólar. Del otro lado del mostrador, la recaudación de aranceles a las importaciones se expande 6,2% por encima del aumento del dólar, ligeramente por encima del 2,3% que crece la demanda de energía promedio del mes de enero de este año, con dos días hábiles menos que el año pasado.

Fuente: Martin Tetaz