El correcto funcionamiento de la cadena de valor de la carne vacuna siempre es de vital importancia para la mesa de los argentinos. Para conocer mejor su realidad, Tranquera se comunicó con uno de los eslabones. Se trata del presidente de la Cámara Argentina de Matarifes y Abastecedores de Carne Vacuna (CAMyA), Leonardo Rafael, quien abordó varios aspectos que hacen a la actividad.
– ¿Cómo se está trabajando para reducir los niveles de informalidad en la cadena?
– En lo que se refiere a la parte impositiva, o de transparencia de la actividad, el blanqueamiento de la cadena llegó hasta los matarifes, que hoy están registrados y pagando todos los impuestos. El matarife siempre fue un actor principal, que abastece al 80% del consumo interno. Nada más que antes estaba bajo el paraguas de una sola matrícula, que es la proporcionada al frigorífico.
Pero todavía no se pudo avanzar con el último eslabón, que es el carnicero. Hay un 80% de las carnicerías que no están registradas y se encuentran en la informalidad. En ese sentido, debe ponerse más el ojo en lo que es la parte bromatológica o sanitaria del producto. Porque tampoco tienen aval bromatológico, al no haber sido habilitadas por los municipios. Por eso, hay una responsabilidad muy grande de los intendentes de cada localidad en ocuparse de proporcionar una buena salud a sus habitantes. Sin embargo, no le están dando importancia, cuando es un tema fundamental.
Pero, más allá de esa parte que depende del gobernante de cada municipio y no es nuestro rol controlarlo, también queremos que las carnicerías estén en la formalidad para poder facturarles, que ahí es donde nos quedamos en un gris. Si bien pagamos impuestos de los carniceros, porque a la percepción de ingresos brutos la ponemos dentro de un costo, a esa percepción no se la podemos pasar a ellos en los casos que no están inscriptos.
– Al respecto, desde CAMyA remarcaron que hay un “desinterés fiscal” por parte de ARBA en regularizar esta situación. ¿Hubo algún avance en el último tiempo?
– ARBA es el organismo con el que nunca pudimos congeniar. Porque con AFIP abordamos varios temas que los fuimos chequeando y reformateando. Yo entiendo que los organismos tienen una parte operativa, que si bien se encarga de instrumentar la formalidad, luego desconocen del sector de la carne, como de muchos productos. Entonces emiten resoluciones que después no son aplicables a lo largo del tiempo.
Por ejemplo, ARBA sacó una percepción de ingresos brutos, que nosotros se la debemos percibir al carnicero que está inscripto, sobre el 1,75%, si figura en el padrón. Y si no lo está, hay que retenerle el 8%. Pero lo que nunca entendió ARBA es que el 80% no está registrado y que esa sanción nunca logró que el carnicero se inscriba. Por eso, lo que hicieron como sanción, nunca cobró ese rol en la actividad. Es decir, nunca entendieron que ese mecanismo no funciona en esta actividad. Por eso, pusieron ese beneficio del 1,75% para el que esté inscripto, e impusieron la sanción del 8% para aquel que no lo estuviera. Pero no tuvieron en cuenta que no podemos retener ese porcentaje, cuando nosotros logramos un 2 o 3% de la rentabilidad total del negocio. Es imposible volcarlo al costo a ese 8%, porque puede rondar sobre los 40 pesos de un kilo de carne.
Desconociendo el tema, ARBA nunca escuchó nuestros reclamos. Entonces, consideramos que hay una desidia y falta de compromiso para atender un problema que es necesario resolverlo para terminar con este embrollo en el cual nos metieron.
Como cualquier comerciante o actividad, considero que deben pagarse los impuestos. De hecho, nunca pedimos una baja de alícuotas. Lo único que queremos es que nos den, como agentes de policía en lo que es comercial, las herramientas para poder facturarle al carnicero, que lo hagan visible. En cambio, ellos quieren que nosotros lo fiscalicemos, cuando no es nuestra responsabilidad. En esas idas y vueltas, nunca atendieron nuestro reclamo. Por ende, hoy estamos en un gris donde tenemos inspecciones y requerimientos de 4 o 7 millones de pesos, por ese famoso 8% que no podemos cobrarles a los carniceros, como nos exigen.
-En otro orden de temas, ustedes sostienen que el precio de la carne está atrasado. ¿A qué se debe?
-La hacienda tiene un atraso de un 15 o 20%.Hoy una pizza vale 500 pesos y un kilo de carne cuesta 450. Esto se debe a que no hay economía y que a la gente no le da el bolsillo. Estamos en 49 o 50 kilos per cápita, cuando el año pasado estábamos en 53 o 54.
Además tenemos otras opciones en la mesa de los argentinos, como el pollo o el cerdo, que han crecido mucho cuando antes solo se consumía carne bovina. Hay familias, con un poder adquisitivo muy bajo, que hoy tienen un plato de comida gracias a estos sustitutos. El pollo hoy se acomoda mucho al bolsillo de los argentinos. Mientras que la carne de vaca, si bien está retrasada, siempre es un poco más cara. Y al no haber demanda, la carne vacuna no tiene el valor necesario para ser rentable.
De hecho, en los feedlot, los 2 índices que marcan la tendencia, hacienda y grano, superan en un 15 o 20% a lo que se vende al “gordo” hoy. Ahí es cuando la conversión da negativa. Están yendo a pérdida, porque les están faltando entre 5 y 8 mil pesos por animal. Eso hace que saquen 3 animales de feedlot y metan solo uno a engorde. En algún momento ese cuello de botella se hace, y por eso habrá menos oferta de hacienda. Es ahí donde se perjudica todo el sistema. En algún momento, al haber menor cantidad y más puja por conseguirla, se van a generar precios más altos. No me cabe duda que dentro de 15 o 20 días habrá una suba en la carne de hacienda, que obviamente se va a trasladar al mostrador. Entre el 20 de noviembre y el 20 de diciembre, vamos a tener picos de valores muy altos, que van a superar los que hoy tenemos en máximos de 120 o 125 pesos. Creo que los animales tienen que llegar a los 140 pesos (por kilo) como mínimo, para que los productores no pierdan plata.
-¿Este escenario también afecta al margen de ganancia de los matarifes?
-Nuestra rentabilidad se ajusta a las circunstancias. Si tenemos una suba muy fuerte, el margen se acota para poder vender la mercadería. Actualmente estamos en lo valores de rentabilidad de siempre, pero con ventas muy bajas porque el consumo no empuja.
-En lo que respecta a la pandemia, ¿cómo impactó en los hábitos de consumo?
-En los meses de cuarentena extrema, al no haber reuniones, se cortó la demanda por el asado, vacío, matambre, y todo ese tipo de cortes que son populares o sociales, porque son los que uno come cuando se junta con la familia o amigos. Ahora ya hace 2 meses que eso se ha reacomodado y ya vemos cómo la gente se está reuniendo, por lo que esos productos ya están en un nivel normal. Inclusive estamos ingresando en una etapa del año en la que empiezan a faltar.
-¿Cómo va el ritmo de las faenas en los frigoríficos?
–Estable. Los frigoríficos están con los mismos márgenes de faena. Pero lo que puja muy fuerte es la exportación sobre el consumo. El Mercado de Hacienda de Liniers representa al 10% de lo que se carga en el país. Ese porcentual es lo que va al mercado, que es un referente de valor, y es ahí donde los frigoríficos exportadores, al tener buenos volúmenes, empezaron a presionar sobre la mercadería que va al consumo interno, como puede ser una vaquillona pesada o un novillo liviano. Hoy la exportación se está llevando lo que nosotros comprábamos para ofrecer un precio más acorde a la realidad de algunas localidades del segundo o tercer cordón del Conurbano. Esa realidad nos encajona a nosotros a tener, dentro de un sector muy chico, una puja fuerte en la hacienda de entre 300 y 380 kilos. De ahí para arriba, tenemos la competencia con la exportación, con la cual no podemos hacer nada por la diferencia de moneda.
Fuente: Tranquera