Cuatro razones del procesamiento industrial del mbocayá

La problemática de la optimización del rendimiento de los aceites de coco y aceite de pulpa obtenidos tras el procesamiento del fruto de nuestro nativo cocotero mbocayá es algo que se resuelve aquí, en casa. No se necesita recurrir a instituciones del extranjero. Y esta problemática se resume a cuatro tópicos...

Por ABC - Paraguay. 28/10/2020 | 08:10

Cuatro razones del procesamiento industrial del mbocayá - Económico - ABC Color

(1) El primer problema a resolver es la despiadada deforestación que sufren nuestras poblaciones de mbocayá, silvestres hasta hoy, sea por el avance de las urbanizaciones, o por el cambio del uso de la tierra, que hoy resulte que de 5.000.000 de cajones de frutos de mbocayá, que se procesaban en los años 90, hoy no lleguemos ni a los 800.000 cajones (6 veces menos). Para superar este problema debemos encarar en forma seria y urgente la reforestación del mbocayá, ya que contamos con la declaración Nº 18/05 de la Cámara de Senadores, que “declara de interés nacional” el cultivo racional del mbocayá en el país, y exhorta al MAG a implementarlo. Así mismo, contamos con la Ley Nº 4309/11, que también declara “de interés nacional” la forestación y/o reforestación con el cocotero mbocayá nativo, otorgándole los beneficios contemplados en las leyes Nº 536/95 “de fomento a la forestación y reforestación” y la Nº 2421/04 “de reordenamiento administrativo y de adecuación fiscal”. Aún con estas herramientas hasta hoy poco y nada de reforestación con mbocayá se ha realizado en el país, ni a nivel gobierno ni privado, y mientras tanto la industria aceitera de mbocayá no se va muriendo, pero sí se va secando.

(2) El segundo problema a resolver es el “cacheo”, la lamentable práctica del corte de cachos de coco que aún no están totalmente maduros. Los frutos del coco no maduran todos juntos a un mismo tiempo, en un mismo cacho, como tampoco los cachos entre sí, en una misma planta, sino en un largo proceso que lleva unos 4 a 5 meses. Por lo general, una planta de coco silvestre produce unos 5 a 12 cachos y cada cacho 300 frutos en promedio, por lo que en una planta maduran y se desprenden unos 40 a 60 frutos por día. El coco es un fruto no climatérico, lo que quiere decir que una vez que el cacho es cortado se interrumpe su maduración, y el fruto simplemente se seca. No es como la banana o tomate, que aún arrancados “pintón”, igual siguen con su proceso de maduración total. A fines de octubre comienzan a madurar los primeros frutos de coco, y se van desprendiendo de a poco. En la creencia de que ya están maduros, los agricultores arrancan todos los cachos presentes en la planta. Hoy mismo existen zonas en el departamento de Paraguarí en donde los cocos ya están totalmente “cacheados”. En octubre, un mes en el que el agricultor no tiene generalmente ingresos, recurre a créditos de los almaceneros, que son los propios acopiadores, que se encargan de comprarles su producción, y hacerla llegar hasta las fábricas. Como una manera de recuperar los créditos otorgados, estos acopiadores les aconsejan que comiencen a “cachear” los cocos. Al agricultor también le gusta la idea, porque es un ahorro de trabajo, de recolección al pie de las plantas, y que lleva mucho tiempo. También es obligado a realizar esta práctica porque la densidad de las plantas en las chacras es baja, y están rodeadas de malezas. Por ello el agricultor se debe convencer para incorporar al mbocayá como un rubro agrícola más en su chacra, y cultivar racionalmente unas 700 plantas por hectárea, lo que le facilitará el trabajo de recolección. En un tarea aplicada y en solo una hectárea, recogerá la misma cantidad de coco que haría en un trabajo aplicado en 12 hectáreas. Es 12 veces la diferencia de trabajo y de rendimiento. Aún a simple vista, es fácil distinguir un fruto “cacheado” porque presenta un aspecto rugoso y opaco. Es muy diferente del madurado naturalmente, que presenta aspecto liso y lustroso, fibroso, firme y pesado. La pulpa adquiere un color negruzco. No es fibrosa sino harinosa, y se desmenuza y desprende fácilmente, perdiéndose en el manipuleo. Su contenido de aceite es prácticamente nulo, y es anormalmente oscuro, y muy ácido (hasta un 70%). El carozo no llega a lignificar y presenta consistencia blanda. Su densidad es muy baja, a tal punto que flota junto con la almendra en la pileta de separación. Su poder calorífico es bajísimo. La almendra de un coco “cacheado” es esponjosa, con muy bajo contenido de aceite, apenas 10%-15%, de los 58%-63%, que es en uno maduro. Forma un expeller desmenuzable, con muy bajo contenido de proteínas. El aceite obtenido es amarillo-rojizo, que no es apreciado en el mercado. Tiene una acidez anormalmente alta, alcanzando hasta un 5-10% y a veces hasta mucho más. Dada esta calidad muy desmeritada, se hace más difícil su colocación en el mercado, aún sacrificando su precio. Se considera que actualmente hasta un 40% del coco procesado en las fábricas es coco “cacheado”. Como su rendimiento es casi nulo y lo poco que se obtiene de él es de mala calidad, el rendimiento incide negativamente en esa proporción. Vale decir, existe un 40% de encarecimiento, tanto en la operación de pago, volumen ocupado en galpones, manipuleo extra, ocupación y desgaste de maquinarias, reparación y mantenimiento, energía eléctrica, consumo de vapor, 40% más de mano de obra, etc. Todo esto hace que el costo de procesamiento del coco “cacheado” sea mínimo 40% más caro, y tengamos 40% menos de aceite de pulpa obtenido, que no se puede vender porque se perdió. Los industriales deben concientizar a sus acopiadores y productores a suspender la práctica del “cacheo” porque perjudica a todos.

(3) El almacenamiento en galpones antes de enviar a proceso. El coco no puede ser procesado inmediatamente de recibido en fábrica. Debe pasar por una operación de secado por unos 45 días. En esta etapa, la pulpa del coco húmedo es atacada por unos hongos y bacterias que se alimentan básicamente de la glicerina que está esterificada con los ácidos grasos formando el aceite de pulpa neutro. A raíz de este ataque, queda en libertad el radical ácido graso que la estaba esterificando, que mantenía neutro al aceite, se pierde glicerina, aumenta la acidez y baja el rendimiento en aceite de pulpa en la misma proporción que la glicerina consumida por las bacterias.

Al mismo tiempo, en la etapa de digestión de las bacterias se genera aumento de temperatura que va quemando la pulpa, pérdida de aceite que se va sumando, y hasta puede llegar a incendiarse todo el galpón. Entonces, para la operación de secado del coco recibido los galpones deben contar con un sistema de circulación forzado de aire, mantener el fruto a temperatura baja, y pasar el coco a proceso en menos tiempo de espera, y recuperar el capital operativo lo antes posible

(4) Control de la calidad de los productos elaborados. En los años 90 las grandes aceiteras contaban con el concurso de hasta 10 profesionales químicos cada una. Las fábricas que hoy están sobreviviendo trabajan a menos del 20% de ocupación de su capacidad instalada. Sus ganancias son mínimas y precisamente por eso deben encarar la instalación de laboratorios propios bien equipados, que con el concurso de profesionales realicen oportunos análisis de control y hagan un seguimiento al proceso de elaboración de aceites. Así mantendrán la calidad y optimizarán el rendimiento de sus instalaciones industriales.

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