Durante años, la Bolsa de Comercio de Santa Fe alentó el desarrollo de las investigaciones biotecnológicas del trigo HB4, y en su momento celebró con orgullo el hallazgo científico del equipo de investigadores liderado por la Dra. Raquel Chan en el ámbito del Instituto de Agrobiotecnología del Litoral (IAL- Conicet-UNL), en conjunto con la compañía Bioceres.
El trigo HB4 es un logro para la humanidad, en razón de que su mayor resistencia al estrés hídrico y a la salinidad de los suelos, amplía sustancialmente, para beneficio de la producción, áreas hasta hace poco consideradas marginales o no aprovechables. Por consiguiente, contribuye a potenciar la producción de proteínas y a mitigar el problema del hambre en el mundo, al tiempo que reduce el uso de fertilizantes y extiende la estacionalidad de los cultivos.
Tanto SENASA como CONABIA, han confirmado en sus respectivos estudios técnicos que el trigo HB4 no comporta riesgos ambientales ni de salud. Y, en este ciclo de grave sequía en extensas zonas agrícolas, el desarrollo superior de los lotes sembrados con semillas de trigo HB4 confirma con la fuerza de la evidencia a gran escala las incontrastables virtudes del hallazgo científico en cuestión, derivado, conviene recordarlo, de una investigación anterior, igualmente exitosa, realizada con la planta de girasol; ambas, con eje en Santa Fe.
Sin embargo, días pasados, de manera apresurada e inconsulta, el gobierno de la República Argentina dio su aprobación para la comercialización del transgénico, sin haber tendido de manera previa una red de seguridad para el anuncio a través de las correspondientes comunicaciones internas y las necesarias negociaciones internacionales.
En consecuencia, el anuncio provocó reacciones de distinto tipo, desde los molineros brasileños que se niegan a comprar el grano argentino, hasta distintos actores económicos nacionales que ven peligrar sus ventas e ingresos.
Ese fue el motivo para que la Bolsa de Comercio de Santa Fe, firmara días pasados un comunicado suscripto por el conjunto de las bolsas del país, compartiendo la preocupación por los eventuales riesgos comerciales que puedan derivarse del apresuramiento gubernamental.
Ahora, queda en manos de nuestra Cancillería, conducida por un ingeniero agrónomo, allanar las relaciones diplomáticas con los países compradores, en el intento de aclarar las dudas que toda innovación suscita y, de paso, desmalezar el tema de los intereses ocultos que suelen crecer en torno a estos grandes descubrimientos.