La presión por el aumento de la productividad, conlleva una exigencia mayor en los recursos naturales y en los recursos humanos que están afectados a esa producción. El mundo demanda cada vez más productos que cuenten con certificación de su proceso de producción, y el valor agregado ambiental resulta fundamental en un contexto de consumidores cada vez más exigentes y atentos al cuidado de los recursos naturales.
Nuestro país se encuentra en el cuarto lugar en cuanto al consumo de fitosanitarios, luego de China, Estados Unidos, y Brasil. Por ese motivo resulta fundamental desarrollar tecnologías innovadoras y accesibles que respondan de una manera sustentable al problema de la contaminación, y las camas biológicas o biobeds se convirtieron en una solución viable y práctica para proteger los recursos naturales y la salud humana.
“Las Buenas Prácticas Agrícolas (BPA) tienen 7 requisitos o criterios para poder certificar. Uno de los requisitos habla de la gestión sostenible y responsable de los fitosanitarios”, indicó María del Carmen Rivas, investigadora del Instituto de Suelos del Centro de Investigación de Recursos Naturales (CIRN) del INTA.
En las reglas de juego que define el mercado actual, una herramienta de diferenciación con un rol cada vez más protagónico es el valor agregado ambiental para los productos agropecuarios. Este valor se obtiene cuando se pone en evidencia del consumidor que todo el proceso que involucró obtener ese alimento fue inocuo con respecto al ambiente, lo cual satisface su preocupación con respecto al cuidado de los recursos naturales y cómo se están gestionando”, expresó Rivas. Y agregó: “Cuando se da garantía de que el proceso productivo agropecuario, en todas sus etapas, se realiza de una forma responsable, cuidando y preservando los recursos naturales”.
En la edición de la revista RIA 46 N.º 2, agosto 2020, especialistas del INTA se refieren a los beneficios de implementar esta tecnología.
El origen de las camas data de Suecia en la década del ´90, como una respuesta a la necesidad de encontrar un sistema sencillo y efectivo para minimizar la contaminación por plaguicidas. Es una iniciativa proactiva para abordar y minimizar el riesgo ambiental de la manipulación de fitosanitarios con métodos y protocolos de fácil adopción para el productor.
El INTA ha comenzado a promocionar el uso de las camas biológicas a raíz del vínculo generado con Liticia Pizzul y María del Pilar Castillo, quién fue invitada en el año 2013 al Primer Taller Internacional de Biorremediación (PRITIBIO), organizado por el Instituto de Suelos del INTA y la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA), del cual resultó la posterior publicación del libro “Biorremediación de los recursos naturales”.
¿En qué consisten las camas biológicas?
Son una construcción sencilla y versátil diseñada para retener derrames y degradar los fitosanitarios. Se implementan varios diseños, según diferentes situaciones, tipo de producción agrícola, condiciones climáticas y disponibilidad de recursos. Consisten en una excavación en el suelo que varía de los 60 cm a 1 metro de profundidad, rellenada en el modelo sueco de abajo hacia arriba por una capa de arcilla, una biomezcla de paja, suelo y turba y una capa de césped en la superficie. El propósito es la retención de los líquidos, en caso de que ocurran derrames accidentales durante el llenado del equipo, y la degradación de los compuestos químicos a través de la acción de los microorganismos que se desarrollaron en la biomezcla.
Hay dos momentos críticos en el manejo seguro de los fitosanitarios: el preparado del caldo y llenado del tanque/mochila aplicadora; el lavado del equipo aplicador y de los envases junto con su correcta disposición final. En esos momentos críticos la recomendación clásica tradicional es contar con equipos o elementos de contención anti derrames, actuando de una forma reactiva, cuando el “daño” ya sucedió. En ese sentido, y de acuerdo con Rivas, lo que caracteriza a las camas biológicas, además de su versatilidad es su proactividad. “Queremos recuperar el concepto de bioprofilaxis, que es de origen griego, integrada por pro que significa “antes”, y por philax, que designa a un “guardián o protector”, subrayó.
En 2018 se propuso en el IRAM hacer una normativa, y recientemente salió a consulta pública la Norma IRAM Guía para la construcción y manejo de camas biológicas, la cual una vez publicada, resultará fundamental para el desarrollo masivo de esta herramienta.
El especialista en implementación de Buenas Prácticas en el uso de Fitosanitarios de la Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (CASAFE), Federico Elorza, explicó que en 2019 “lograron instalar las primeras 5 camas a nivel de productores extensivos y hoy hay en construcción 6 más en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba”.
Tipos de camas biológicas
Existen las directas cerradas y abiertas, y las indirectas. En las directas se deposita la pulverizadora arriba de la cama biológica y el producto cae directamente sobre la biomezcla. “Dentro de las directas, existen las directas cerradas donde la salida del líquido es mediante la evaporación, y las directas abiertas que tienen debajo de esta excavación un caño que recoge los líquidos. Luego cuando la pulverizadora no está estacionada arriba de la cama biológica, se asperja el líquido sobre esta, de manera de terminar de degradar todo el producto”, explicó Elorza.
El tercer tipo son las camas biológicas indirectas: “la pulverizadora se estaciona sobre una plataforma de material que este impermeabilizada para recoger todos los líquidos en un tanque y asperjar en recipientes apartados de la pulverizadora. Ese tipo de cama biológica es una de las más económicas y es la que más se está implementando hoy en Argentina”, aseguró. También no dejó de lado la posibilidad de hacer una cama biológica sencilla, en un tacho de 200 litros donde se coloca la biomezcla y permite apoyar una mochila pulverizadora. “Eso sirve para los pequeños productores y el costo es muy bajo”.
Desde CASAFE, han notado la alta demanda que hay en capacitación de operarios: “Hay una necesidad muy fuerte de incorporar este tipo de herramientas. Es muy importante la colaboración del INTA, porque en la articulación público-privada está la mejor combinación para solucionar este tipo de problemas del productor. Ahora necesitamos legislación al respecto, porque esta tecnología es muy sencilla y permite bajar el costo al productor y hacer una disposición adecuada y ambientalmente amigable”.
La biomezcla está compuesta por un 50% de material vegetal con un alto contenido de lignina, un 25% de suelo del lugar, porque los microorganismos están adaptados a esos productos fitosanitarios, y un 25% de material humificado, que puede ser turba o reemplazarlo por compost, dado que la turba es un recurso finito y no renovable. El compost tiene un alto contenido de materia orgánica y sirve para retener la humedad y al igual que la turba le da una buena estructura y ayuda en las propiedades físicas de la biomezcla.
Por su parte, Lucrecia Brutti del Instituto de Suelos, detalló el proceso de degradación de los fitosanitarios: “crecen los microorganismos y usan para su crecimiento el carbono y el nitrógeno que hay en esa biomezcla. Van consumiendo carbono y eliminando oxígeno y anhídrido carbónico que va al aire”. El proceso es aeróbico. Explicó que la paja es la que alberga el hongo blanco que degrada la lignina y tiene las enzimas que son capaces de degradar los fitosanitarios.
“Las camas biológicas no son eternas, podrían durar alrededor de 3 años en nuestro país. Una vez que se colmató la cama, tengo que decidir qué hacer con ese residuo”, afirmó Brutti. Es claro que el desdoblamiento de fitosanitarios no quiere decir que los productos resultantes sean inocuos. Ante ello, de acuerdo con la investigadora, pueden hacerse pruebas de ecotoxicidad, usando organismos sensibles y manipulables en un laboratorio como lombrices o semillas. “Hay pruebas rápidas que hacen en 5 días. Ese material si no tiene problemas se puede utilizar en el campo desparramándolo en pequeñas cantidades, caso contrario se puede hacer una biopila tapada con plástico y colocada en lugar seguro con piso impermeabilizado y canales de recolección de los posibles lixiviados. En el lapso de 9 meses a 1 año se degradará lo que no se degrado en la cama. Incluso, ese compostaje se puede utilizar a futuro en una nueva cama o como acondicionador orgánico.
Siguiendo a Brutti, desde el Instituto de Suelos la propuesta que están haciendo es que ese residuo podría formar parte de un sustrato para hacer plantines florales: “Desde Castelar le vimos la veta referida al AMBA y extendida al periurbano: El fitosanitario en conflicto con el habitante”. En otras unidades del INTA, como Hilario Ascasubi, se está trabajando en la construcción de una cama biológica de la mano de Guillermo Tucat de la Universidad Nacional del Sur CERZOS CONICET. INTA Cerrillos por su parte, implementó una cama biológica para una demostración durante el Primer Congreso Nacional de Fitosanitarios, organizado por CASAFE, INTA y el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, en 2017.
Aspectos a tener en cuenta
Se debe hacer un plan básico del sitio donde se va a instalar. Definir el tipo de cama más conveniente. Es fundamental tener en cuenta la cubierta vegetal, el sistema de impermeabilización, el sistema de recirculación, el suelo, los sustratos orgánicos humificables y los materiales lignocelulósicos que intervendrán en la biomezcla
La cama tiene que estar ubicada en áreas con pendientes menores que el 10%. y separada 150 metros de cualquier curso o cuerpo de agua. Y a 150 metros de áreas anegables.
En cuanto a la temperatura, si bien la ideal para la degradación es de 20°, las camas funcionan tanto en Suecia como en climas tropicales. La humedad, es necesario mantenerla en un 60% para que la degradación sea la correcta.
En el caso de zonas con abundancia de precipitaciones, es importante resguardarla poniéndole un techo o un plástico separado 20 cm del suelo para que corra aire y permita la evaporación del agua de la cama biológica para que el producto se degrade.
El cuidado ambiental en la cartera de proyectos
“Desde el INTA generamos información y tecnologías para el sector agropecuario, y asimismo evaluamos las tecnologías desde todo punto de vista, incluyendo la identificación y efectos colaterales que pudieran estar afectando negativamente el ambiente. Se trabaja también desde el punto de vista de mitigar los potenciales problemas que puedan ocasionar en el ambiente”, afirmó Jorgelina Montoya, coordinadora del Proyecto Gestión Sostenible de Fitosanitarios del INTA.
Como es sabido, el manejo inadecuado de fitosanitarios puede afectar negativamente la calidad del suelo, aire, agua, biodiversidad y la salud de la población. Trabajos realizados por la institución han identificado situaciones de contaminación de agua subterránea asociado a eventos de derrames o manejo inadecuado del caldo de la pulverizadora. Por otra parte, el INTA recibe inquietudes e interrogantes por parte de los mismos usuarios y aplicadores, interesados en conocer cómo manejar y qué hacer con los remanentes y residuos que se generan durante el uso de fitosanitarios. Todo esto ha motivado, la necesidad de profundizar desde la institución cómo manejar esos residuos, y la posibilidad del uso de las camas biológicas resulta una excelente opción.
Siguiendo a la coordinadora, “en el INTA desde hace aproximadamente 20 años se trabaja en torno al tema de la contaminación agroambiental que incluye el estudio del impacto de los fitosanitarios en el ambiente”. Esto ha ido creciendo en las carteras de proyectos y con una mirada cada vez más integral con mayores interrelaciones entre los distintos proyectos en marcha.