Indicadores de Escala Global

Si bien de agosto para septiembre, los indicadores que monitorean el acople entre el enfriamiento del océano Pacífico Ecuatorial central y la atmósfera, aún se mantienen dentro del rango de neutralidad, los pronósticos consolidan a La Niña pare el desarrollo del último trimestre del año.

Como ya se sabe, las estadísticas de la lluvia tienen una señal negativa en gran parte de las zonas productivas del país bajo la presencia de este indicador. Sin embargo, es posible que la situación no alcance un nivel de impacto decisivo si se mantiene dentro de la intensidad débil que está previsto el enfriamiento. Es improbable que el mismo no se concrete, de hecho, la extensión de la anomalía fría se ha incrementado en el último mes. Este comportamiento es consecuente con la validación de los pronósticos.

Otra cosa que destacan los pronósticos, es la escasa duración de este episodio frío. La neutralidad volvería a dominar la situación desde mediados de enero. Esto es importante dado que, en momentos de definición, se habrá disipado la presencia del forzante negativo de escala planetaria.


En términos de anomalías oceánicas, el litoral brasileño muestra un incipiente calentamiento. Por lo general estas anomalías juegan a favor del patrón pluvial de la franja este del país, no son decisivas, pero en general su presencia augura mejor oferta de vapor de agua para la atmósfera lindera continental. Obviamente que con desvíos positivos más marcados e intensos, la posibilidad de influencia sobre el flujo de humedad aumenta. Un factor de escala regional a monitorear durante el transcurso de la primavera.

Indicadores de Escala Regional

La transición del invierno a la primavera tiene una primera buena señal en la disminución del rigor de las bajas temperaturas. El trimestre de invierno se presentó muy frío desde la década de junio, durante todo julio y en forma más alternada durante agosto. Las últimas heladas intensas se dieron hace más de diez días. El frío que ingresó para contribuir al desarrollo de las primeras lluvias de septiembre, no fue intenso, no dejó heladas en la franja central. Esto es favorable.

Es una época en que deben comenzar a alternar los patrones de circulación, pero a medida que se afiance el mes de septiembre, lo esperable es que los vientos del norte y del noreste logren mayor persistencia. Cuando esto comienza a ser evidente, es más probable que los flujos de humedad sean más sostenidos, definiendo la condición necesaria para el aumento de las precipitaciones, generalmente más definido en la segunda parte de septiembre.

Desde la última semana de agosto hubo buen aporte de aire húmedo, el cual prácticamente no se modificó por casi diez días. Es decir cuando se dan estos contextos, es mucho más probable que las precipitaciones reaparezcan. Debemos recalcar, que en el último evento, la mezcla con el aire frío fue clave para la generosidad de las lluvias. Con temperaturas más elevadas, posiblemente no hubiésemos tenido esta oferta de agua, no sin convección. A mayor temperatura, con el mismo nivel de humedad, los movimientos verticales son imprescindibles para generar sistemas precipitantes. Es poco probable que volvamos a tener un evento de estas características durante el mes de septiembre, sin embargo si es razonable esperar tormentas con nubosidad de mayor desarrollo vertical.

La circulación de escala regional será vital para contrapesar el potencial efecto negativo del fenómeno de La Niña. Más allá de su debilidad, es razonable contabilizar este indicador como un forzante negativo para el desarrollo de las lluvias del último trimestre del año. Más allá de que este efecto negativo se concrete, habrá sido una buena decisión definir estrategias que contemplen un escenario de lluvias ajustado. La solución o la moderación del efecto negativo, viene de la mano de la circulación que mencionamos antes, sin embargo, esto tiene una dinámica propia de la escala y requiere un monitoreo dentro del mediano plazo, de quince a treinta días.

Es muy posible que no tengamos una distribución homogénea de precipitaciones, tanto espacial, como temporalmente, a lo largo de la primavera. Lo más probable es que al computar lo que resta del año y sobre todo el último trimestre, las lluvias encuentren techo en los valores normales. Dónde se potenciarán los núcleos más secos, es difícil de precisar, lo que sí se puede asegurar con mayor probabilidad de acierto, es que difícilmente tengamos una primavera con sobreabundancia de agua. ¿Pueden darse eventos generosos? Si, acabamos de observar uno en la franja central, pero eso no quita que deban elaborarse estrategias conservadoras. Otra cosa es tomar decisiones de mayor riesgo conociendo el contexto climático más probable para el desarrollo del último trimestre del año. La experiencia y la capacidad de manejo de esas situaciones, será un valor diferencial en esta campaña. La información climática, aunque con mucha incidencia, no es la única que define las estrategias para la gruesa.