Aquel 17 de julio de 2008 culminaba uno de los procesos más inexplicables y tristes de nuestra historia. Fueron poco más de cuatro meses de conflicto y de furia desatados a partir de una caprichosa e injusta medida que procuraba castigar a un amplio sector de la sociedad argentina, conformado por productores, trabajadores, comerciantes, industriales, profesionales y habitantes del interior del país, con un desproporcionado y confiscatorio impuesto, bajo el formato de derechos de exportación móviles, enmarcados en la tristemente célebre Resolución 125.
En aquel entonces, las cuatro entidades representativas del sector nos unimos para explicarle al resto de la sociedad y a las autoridades de los tres poderes del Estado y todos los niveles de gobierno los motivos del rechazo a esa medida. Porque, además de injusta y confiscatoria, la medida impulsada por el Ejecutivo iba a ser absolutamente disuasoria de la producción, la inversión, la incorporación de tecnología, el arraigo rural y las posibilidades de desarrollo, creación de bienestar y progreso que pudieran venir de la mano de la agroindustria y todos los sectores asociados.
Aunque pasaron ya doce años de esa fecha, estos días asistimos sorprendidos a algunas actitudes que lamentablemente nos retrotraen esos tiempos de desunión y conflicto que creíamos superados. En efecto, una avidez de recursos fiscales que se traduce en una creciente presión impositiva, un discurso provocador, diversos actos de vandalismo en el interior que atentan contra la producción y el desprecio de algunos sectores del poder respecto del campo y del interior productivo, que orgullosamente representamos, despiertan la inquietud y alarma en buena parte de los productores y los habitantes de amplias regiones del país, incluidos muchos centros urbanos.
Vemos en estos días una creciente preocupación entre los mayoritarios sectores moderados y sensatos del país, que quieren (con razón) dejar atrás de una vez por todas las prácticas divisorias, provocadoras y amenazantes que tanto daño le han producido a la Argentina en el pasado y que ninguna persona de bien quiere que se repitan.
Argentinos: es hora de dejar nuestras diferencias de lado y unirnos como la Nación que somos y soñaron nuestros próceres y las generaciones que nos precedieron. Debemos tener una mirada de futuro basada en consensos y construcciones colectivas que trasciendan los tiempos y los gobiernos y nos permitan proyectarnos al porvenir y al mundo con fe y confianza en el progreso de la Patria.
Es tiempo de reconstruir y sostener entre todos los cimientos de nuestro querido país: la Democracia y sus instituciones; la República y la división de poderes; el Estado de Derecho y la independencia de la Justicia; la Constitución Nacional y los derechos y garantías que consagra, la libertad de comercio y de ejercer cualquier industria lícita, la paz social y la seguridad de los ciudadanos independientemente de donde vivan. También la complementariedad del campo y la ciudad y de todos los sectores productivos, la tolerancia al otro y a sus ideas y pensamientos, el respeto a la diversidad y a las minorías, la consagración del debate público y la deliberación como maneras de llegar a acuerdos superadores, la prensa libre, diversa e independiente , el fomento de la inversión y de sus frutos como única manera de alcanzar el desarrollo y el crecimiento económico, la integración inteligente, pacífica y constructiva con el mundo, la apuesta a la educación, la innovación y el desarrollo de tecnología como la mejor manera de lograr el progreso, la igualdad y la creación de oportunidades.
El campo está dispuesto y comprometido, como siempre, en la reconstrucción de esas bases para construir, entre todos, el país que queremos y merecemos. Invitamos a nuestros compatriotas y a nuestros gobernantes a que nos unamos para llevar adelante, juntos, esta impostergable misión.