En el bloque “Nutrición y sanidad en maíz. Pilares para reducir las brechas de rendimiento”, el ingeniero agrónomo Andrés Grasso afirmó que la materia orgánica de los suelos de la Región Pampeana “viene bajando” y la pérdida de nutrientes es hoy una seria limitante para la producción agropecuaria.
En el caso del maíz, en un relevamiento que realizó Fertilizar AC en 72 campos durante la campaña 2018/2019, se evidenció a través del análisis de tejido vegetal que un 44% de los casos tenían limitaciones en nitrógeno; en un 60% de fósforo, en un 56% de azufre y en un 40% se registró deficiencia de zinc. “Estas deficiencias en planta son aún más marcada en los maíces de segunda”, advirtió.
Grasso sostuvo que en el manejo de la nutrición “hay que entender que los ambientes son heterogéneos”, por lo que el productor debe “pasar” de la forma tradicional -generalmente repitiendo dosis de campañas anteriores y sin concretar análisis de suelos- a un “modelo mejorado”, que contemple “la variabilidad de los ambientes en el diagnóstico” que puede o no estar acompañado de “dosificaciones variables” pero que nos posiciona mejor para tomar las mejores decisiones de estrategia de nutrición.
El especialista de Fertilizar AC describió dos grandes estrategias de nutrición. La de suficiencia, cuando se aplica en función del rendimiento objetivo, como es en el caso del nitrógeno. Y la de crecimiento-mantenimiento, asociada a los nutrientes poco móviles: no se tiene en cuenta la demanda para el cultivo sino el nivel de nutriente del objetivo en el suelo, como el caso de fósforo.
“Para lograr el máximo rendimiento potencial alcanzable en maíz debemos tener una disponibilidad de nitrógeno de 22 kg/tn grano a la siembra”. Grasso describió que en ambientes de más de 9 tn/ha de rendimiento “hay una linealidad, pero en los ambientes menos productivos, el suelo pierde capacidad de ayudarnos en el suministro de nitrógeno. En ambientes de baja productividad el piso de nitrógeno que debemos asegurar al cultivo es de 115 kg/ha a la siembra. Evitemos usar al nitrógeno como un ancla que frene la generación de rendimiento del cultivo”
En el caso de la nutrición con fósforo (P) recordó que en Pampa Húmeda pasamos de 23 a 19 partes por millón en promedio entre 2011 y 2018. El 60% de la superficie se encuentra en situación de incorporar la fertilización con P., y debemos decidir si haremos mantenimiento o crecimiento, resaltó. “Para mejorar una parte por millón de Pe en el suelo necesitamos de 3 kg/ ha de P (de 30 a 15 kilos de fertilizante) adicionales a los requerimientos” además mostro evidencia que si manejamos fertilizaciones por encima de los umbrales críticos las mejoras en rendimientos son de 7% sobre estrategias de suficiencia.
El azufre es el tercer nutriente que se presenta en insuficiencia, pero “no hay un diagnóstico tan definido” para su corrección. Para la región pampeana se propuso manejar dosis de 10 y 15 kg de S por ha en ambientes con baja materia orgánica, texturas gruesas y niveles de sulfato menores a 10 ppm de 0-20 cm en el suelo.
Finalmente, Grasso alertó sobre la situación del zinc, un micronutriente “que viene disminuyendo, en el 70% de los casos estamos por debajo del umbral de 1 parte por millón en los primeros 20 cm y las evidencias de respuesta a la fertilización promedian 500 kg/ha”
Además, comentó que Fertilizar AC maneja 8 módulos de ensayos con 4 estrategias de manejo: un control sin fertilizar, una fertilización “actual” (la que hace el productor aplicando dosis promedio de N y P), una recomendada basándose en el análisis de suelo, y una balanceada para alta producción con aplicación de N (nitrógeno), P (fosforo), S (azufre) y Zn (zinc).
“Cuando no fertilizamos la brecha productiva respecto al máximo alcanzable fue de 30%; y con el manejo “actual”, el productor logra sólo 15% (del 30%) que podría alcanzar. Nos estamos quedando a mitad de camino”, concluyó.
El panel ‘Nutrición y sanidad en maíz. Pilares para reducir las brechas de rendimiento’ también contó con la participación de Marcelo Carmona, profesor de Fitopatología en la FAUBA y de Juan Pablo Monzón, investigador del CONICET y del INTA Balcarce, y fue moderado por Gustavo Elías, coordinador de YARA para América Latina.