Pero la epidemia de gripe de principios del siglo pasado, según estiman los investigadores Sergio Correia, Stephan Luck y Emil Verner, también deja algunas lecciones válidas para afrontar el choque económico del coronavirus. Entre ellas, que las ciudades que se adelantaron en la toma de medidas de distanciamiento social y fueron más agresivas en su aplicación “no solo no tuvieron un desempeño peor, sino que crecieron más rápido cuando la pandemia pasó”.
Y que “las intervenciones no farmacológicas [entre ellas, el cierre de
colegios, teatros e iglesias; la prohibición de reuniones públicas y funerales;
la puesta en cuarentena de los casos sospechosos y la restricción en los
horarios de apertura de negocios] no solo redujeron la mortalidad: también
mitigaron las consecuencias económicas adversas de la pandemia”, cierran los
investigadores, los dos primeros de la Reserva Federal de EE UU y de la Reserva
Federal de Nueva York y el tercero, del Massachusetts Institute of Technology
(MIT).
El difícil reto de congelar la economía
“Las intervenciones no farmacológicas pueden tener réditos económicos, más allá de la reducción en la mortalidad”, concluyen los tres investigadores en el estudio, publicado el jueves pasado. La experiencia “sugiere” que las urbes que aplicaron mayores medidas de distanciamiento social “también crecieron más en el medio plazo”, lo que les lleva a concluir que la pandemia “deprimió la economía, pero las intervenciones de salud pública no”.
Con todo, el estudio subraya las diferencias a la hora de trazar paralelismos entre aquel episodio de gripe y el coronavirus: el entorno económico estaba marcado por el final de la Primera Guerra Mundial y aquella enfermedad resultó ser mucho más mortal que la Covid-19, especialmente para los trabajadores jóvenes, lo que da pie a pensar en un choque económico mayor en aquella ocasión que hoy. Por otro lado, la economía está hoy infinitamente más interconectada, con cadenas de suministro transnacionales y un peso mucho mayor del sector servicios y de las tecnologías de la información, “factores que no se pueden capturar en el análisis”, como reconocen sus autores.
La pandemia de gripe de principios del siglo XX, que se extendió entre enero de 1918 y diciembre de 1920 y que llegó a medio mundo, infectando a 500 millones de personas (la tercera parte de la población mundial de la época) y matando a 50 millones, provocó una reducción media del 18% en la producción industrial a escala estatal. Las zonas más expuestas sufrieron también un mayor volumen de quiebras de empresas y hogares. “Ese patrón”, destaca el estudio —titulado de forma contundente: Las pandemias deprimen la economía, las intervenciones de salud pública no—, “es consistente con la idea de que las pandemias deprimen la actividad económica a través de reducciones tanto de oferta como de demanda. E, importante, las caídas en el producto son persistentes: las áreas más afectadas permanecieron deprimidas en relación con las áreas menos expuestas hasta 1923”.
¿Por qué las medidas de restricción se asocian con una mejor salida de la
economía del hoyo? Es cierto, apuntan Correia, Luck y Verner, que estas
“constriñen la actividad económica”. “Pero en una pandemia la actividad
económica también se ve reducida sin ellas, dado que los hogares reducen el
consumo y la oferta de trabajo para evitar ser contagiados. Por lo que estas
medidas pueden solventar problemas de coordinación asociados con la lucha contra
la transmisión de la enfermedad y mitigar la disrupción económica vinculada a la
pandemia”, agregan. Según sus cifras, una reacción 10 días antes de la llegada
de la gripe aumentó el empleo manufacturero en alrededor de un 5% en el periodo
posterior a la enfermedad. Y la extensión de las medidas de distanciamiento
social durante 50 días más incrementó esa tasa de empleo industrial en un 6,5%.
Difícil salida en V de la crisis
“La lógica económica en tiempos de pandemia, ahora y entonces, sencillamente difiere de la lógica económica en tiempos normales”, aclara Verner. “Una pandemia es económicamente tan destructiva por sí misma que las medidas restrictivas, si están bien diseñadas, ayudan a que el golpe sea menor”. ¿Se puede aprender algo de la pandemia de 1918 en cuanto al tiempo que tardará en recuperarse la actividad? “No es fácil extraer conclusiones contundentes y hay que ser prudentes, pero si algo sugiere la experiencia de entonces es que la salida en V [rápida caída, rápida recuperación] será difícil: el impacto probablemente será más duradero y la salida, más bien en forma de U o de W”, añade el profesor del MIT.
La “evidencia anecdótica”, subraya la investigación, apunta a ciertos paralelismos entre los resultados obtenidos del estudio de la epidemia de gripe y el brote de coronavirus registrado en este tramo inicial de 2020: los países que han aplicado medidas de distanciamiento social en una fase temprana de la pandemia, como Taiwán o Singapur, “no solo han limitado el crecimiento de la infección: también parecen haber mitigado la peor disrupción económica causada por la pandemia”. Las lecciones, hoy, vienen de Oriente.
Fuente: Tynmagazine