Es importante señalar que han participado funcionarios de todas las provincias, asociaciones de productores y pueblos originarios, ONGs, cámaras empresariales, institutos de ciencia y tecnología, y han logrado un gran equipo consensuando la misión y visión del sector hacia el año 2030.
Pero no todo es color de rosas: algunos plantean que los precios bajos (muy bajos) que el sector productor está sufriendo son consecuencia de una mayor oferta causada por la promoción estatal; otros objetan que no se incentivó lo suficiente a la industria y que la superficie forestal es muy necesaria para atraer inversiones industriales; también se propone no forestar o restringir el tamaño de los emprendimientos, para no modificar el uso natural del suelo. Cabe aclarar que la reciente prórroga de la 25.080, que contempla reintegros económicos a los forestadores, se modificó de tal manera que el beneficio resulta más accesible a pequeños y medianos productores, lo cual muestra una lógica entre lo público y lo privado en el impulso al que necesita y no al sector en su conjunto.
En la última década, la República Argentina ha mantenido un déficit en la balanza comercial de productos de base forestal que ronda los U$D 800 millones de dólares. Esta realidad no debe ser tomada a la ligera por el efecto en la economía local y la dependencia de este rubro, que si bien el no poseer ciertos recursos puede ser parte de la naturaleza de una nación, pero también puede ser válidamente considerado una ventaja no aprovechada.
Ahora bien ¿Es alcanzable y necesaria la meta de las 2 Millones de hectáreas de plantaciones forestales? Partiendo por el uso del suelo, en Uruguay hay 1M de hectáreas cultivadas ocupan el 6% de la superficie total; en Argentina si proyectamos las 2M en las principales provincias con aptitud y disponibilidad de suelos- Misiones, Corrientes, Entre Ríos, Buenos Aires- se alcanzará el 4% de la superficie total. Pero también es necesario visualizar que los ciclos promedios hasta cosecha son de 10 a 18 años, significando que sólo una proporción no mayor al 10% de esa superficie estaría disponible para comercializarse anualmente. A partir de esta oferta se establecen las industrias y Argentina tiene la particularidad de que existen miles de Pymes que transforman los rollizos forestales invirtiendo en maquinaria, galpones y distintos predios con deudas a corto y largo plazo, sin poseer un vínculo contractual con las plantaciones.
En cuanto a los grandes emprendimientos, como las fábricas de celulosa o mega aserraderos, es necesario no sólo garantizarles una oferta de calidad y cantidad sino también la realización de inventarios forestales de actualización frecuente y la publicación de datos confiables de todos los eslabones de la cadena foresto industrial. La demanda internacional de madera está en crecimiento y lo seguirá por una década; Argentina puede participar como país productor e industrializador de la materia prima, y la demanda se evidenció con varias visitas comerciales de interesados asiáticos.
En conclusión, la meta de las 2M de hectáreas es necesaria y alcanzable sólo si partimos de un sector ordenado y agrupado. El camino se está trazando y las acciones estratégicas son evidentes y más cercanas; pero lejos de tomar decisiones oportunistas y apresuradas, el sector público y el privado deben seguir trabajando para hacer lo que mejor hacen los forestadores: apostar al largo plazo.
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