En estos momentos, la gran incertidumbre que sobrevuela a todos los sectores de la agroindustria es cuál será la política agropecuaria a implementar por el proximo gobierno. Y más precisamente la duda se centra en la posibilidad que aumenten las retenciones a las exportaciones o se desdoble el tipo de cambio. Cualquiera de los instrumentos que se apliquen el resultado será el mismo: habrá una fuerte caída en los ingresos de los productores y en muchas zonas del país los resultados podrían entrar en pérdida, arrojando márgenes negativos.
Discutir hoy si el aumento de las retenciones podrá tener un impacto directo en el nivel de la tecnología a utilizar, es un concepto no aplicable en su totalidad, pues casi todos los cultivos ya se han sembrado, quedan por sembrar todavía la soja de segunda y el maíz tardío o de segunda. Hoy aumentar las retenciones equivale a cazar el tigre en el zoológico, el productor no tiene escape, lo sembrado, sembrado está y los planes de siembra de aquí a diciembre ya están definidos.
Por ejemplo, un aumento en las retenciones a la soja podrá tener un efecto
devastador en muchas zonas. Aumentar las retenciones en forma indiscriminada y
sin considerar la distancia a los puertos y los rendimientos zonales, puede
resultar letal para los productores de soja del NOA, NEA y todos aquellos
ubicados a una distancia mayor a los 500 kilometros.
Esto es así pues las retenciones se aplican sobre el precio FOB e impactan directamente en el precio FAS de la soja y en el ingreso bruto, cuando dicho impuesto debería ser aplicado sobre el ingreso neto. De lo contrario en zonas donde la distancia a los puertos es muy grande y los rendimientos son apenas el 50% de los rindes cosechados en zona núcleo, o ante un eventual problema climático que reduzca los rindes se puede dar el caso que mientras el estado gana plata el productor puede entrar en pérdida.
Este es el motivo por el cual las retenciones, de aplicarse, deben ser segmentadas de acuerdo a dos factores principales, distancia del campo al puerto y rendimiento de la zona. O en su defecto bonificar el 50% del flete mediante algún mecanismo de reembolso en la primera venta.
Mientras la comunidad empresaria está a la espera de conocer el próximo programa económico y cuál será la política cambiaria o de retenciones hacia el sector agroexportador, hay productores que tienen todavía sin vender, de acuerdo al volumen de producción que se considere, entre 16 y 19 millones de toneladas de soja.
Tomando un precio FOB de 360 dólares el ingreso de divisas potencial si los productores decidieran vender oscila entre US$ 5750 y US$ 6840 millones. Sin embargo, es probable que el productor decida no vender la soja a menos que el gobierno le de ciertas ventajas para incentivar las ventas.