La mayoría de los análisis sobre la deuda pública apuntan a analizar si Argentina podrá pagar la deuda externa en 2020. ¿Argentina entra en default o no? ¿Tendrá que “reperfilar” la deuda ante la falta de acceso del mercado financiero voluntario? Responder a este interrogante no parece tan difícil. Es evidente que hasta los intereses de la deuda serán problemático pagar y que no luce probable, cualquiera que sea el que gane las elecciones, que vaya a llevar adelante las reformas estructurales que hacen falta para salir de la larga decadencia y ofrecer un plan económico que atraiga capitales, tanto para hacer el rollover de la deuda como para atraer inversiones que se hundan para crear empresas.
Sin embargo, en mi opinión, la prioridad no es la deuda externa, en todo caso sería una restricción adicional al gasto público que el estado no pueda captar ahorro externo para financiar el gasto, la prioridad es enfrentar el serio problema de las LELIQs, primas hermanas de las LEBACs y descendientes directas de los depósitos indisponibles de los 80 dentro del árbol genealógico de la deuda pública interna argentina.
Recordemos que las LEBACs nacen en marzo de 2002 para absorber la expansión monetaria que generaban los pagos de depósitos por los amparos que aprobaban los jueces por el corralón y la pesificación asimétrica de Duhalde.
En la era k el uso de las LEBACs se intensificó porque los exportadores estaban obligados a liquidar sus divisas y el BCRA emitía pesos para comprar esos dólares, como la gente no quería los pesos que emitía el BCRA, en parte los retiraba de circulación colocando LEBACs. O sea compraba reservas contra deuda en pesos que pagaba una tasa de interés.
El kirchnerismo llevó el stock de LEBACs de $ 10.000 millones hasta $ 300.000 millones en diciembre de 2015. Por su parte, Cambiemos llevó el stock de LEBACs desde los $ 300.000 millones que recibió a $ 1,3 billones en su punto máximo en marzo de 2018. Esas LEBACs surgieron de la deuda externa que tomaba el tesoro para financiar el déficit fiscal del gradualismo y luego se los entregaba al BCRA, dólares contra los que emitía pesos y luego quitaba de circulación vía LEBACs que luego mutaron a las LELIQs, cuyo stock al momento de redactar esta nota llegan a los $ 1,1 billones, monto que representa el 80% de la base monetaria.
Es de manual que un banco central no debe emitir su propia deuda porque no tiene forma de pagarla. Un banco central no tiene ingresos propios. No es como un banco comercial que vende tarjetas de crédito, préstamos personales y demás servicios. El único ingreso que tiene un banco central son los intereses que cobra por la colocación de sus reservas, monto que son monedas para enfrentar los intereses que devenga la deuda remunerada que emite. En otras palabras, el BCRA está imposibilitado de poder cancelar las LELIQs con recursos propios porque no los tiene. Las reservas que tiene el BCRA, las propias, en el mejor de los casos, estarán en el orden los US$ 8.000 millones. Esas reservas tienen que respaldar la base monetaria que es $ 1,3 billones, si además tienen que respaldar las LELIQs, la capacidad de respaldar los pesos es mínima.
¿Qué opciones tiene el próximo gobierno frente al problema de las LELIQs? En primer lugar, los que creen que gradualmente van a ir bajando la tasa de interés porque la tasa de inflación va a ir bajando, deliran. El problema de las LELIQs no lo va a resolver el solo paso del tiempo. Habrá que pensar en otras opciones.
La opción más loca es dejar de pagar los intereses de las LELIQs y emitir moneda para cancelar las LELIQs. Recordemos que los bancos, que son los tenedores de las LELIQs, compran esas letras con los depósitos de sus inversores. Si hoy hay pérdida de depósitos a plazo fijo y el sistema financiero pierde depósitos en general, con una abrupta baja de la tasa la fuga del sistema sería mucho más acelerada. Pero para poder hacer los pagos en ventanilla los bancos tendrían que pedirle al BCRA los pesos a cambio de las LELIQs que les compraron. Esos pesos el BCRA tiene que emitirlos y no dispone de instrumentos para absorber esa emisión. El resultado sería un salto megainflacionario o cercano a la hiperinflación. Significaría duplicar la base monetaria en muy poco tiempo.
La segunda opción es aplicar un plan BONEX. A los tenedores de pesos en el sistema financiero le cambian una parte de sus depósitos por Bonos de largo plazo del tesoro. Una mancha más confiscatoria que profundizaría la tradición confiscatoria del estado argentino, tradición confiscatoria que dejó a la Argentina con un sistema financiero mínimo que no puede financiar ni consumo ni inversión. Un plan Bonex sería otra carnicería financiera como tantas otras confiscaciones se han hecho en el pasado.
La opción menos traumática que veo es lograr un acuerdo con el tesoro americano para que a cambio de un préstamos de US$ 20.000 millones capitalizar al BCRA para que venda esos dólares en el mercado, contenga el tipo de cambio y bajé brutalmente la tasa de interés. Con esos pesos que obtendría el BCRA por la venta de dólares se rescatarían las LELIQs, que hoy son equivalentes a unos US$ 18.000 millones. Y con las reservas que quedan de libre diponibilidad rescatar la base monetaria y dolarizar la economía.
Obviamente que el tesoro americano solo podría estar dispuesto a prestar ese dinero si a cambio se ofrece un plan económico con reformas estructurales muy profundas del sector público, del sistema tributario y de la legislación laboral. Además habría que ofrecer un tratado de libre comercio y alguna alianza en el combate contra el narcotráfico.
Si se lograra ese acuerdo, no solo volveríamos a tener una moneda para poder hacer cálculo económico, sino que además podría haber una recuperación económica bastante rápida por la incorporación de la Argentina al mundo que permitiría aumentar las exportaciones y generar volúmenes de inversión y demanda de mano de obra que permitiría, en poco tiempo, aliviar los problemas de pobreza y desocupación.
Obviamente que la dirigencia política podrá oponerse a esas reformas y a dolarizar la economía, pero entonces seguirá siendo la responsable de la pobreza en que está sumergido el 35% de la población, el bajo nivel de vida de los que tienen trabajo y la desocupación que hace estrago en las familias.
Está en manos de la dirigencia política decidir si Argentina termina con su larga decadencia o sumerge a la población en otra ola confiscatoria de ahorros o a una nueva hiperinflación.
Fuente: Economía para Todos