Brasil mantiene un área destinada a la preservación y protección de la
vegetación nativa equivalente al 66,3% de su territorio. A la vez, es una
potencia agrícola mundial destinando tan solo el 9% de su territorio a la
siembre e implantación de todos sus cultivos y bosques.
La vegetación nativa preservada en establecimientos rurales privados, sin compensación económica, ocupa el 20,5%, otro 13,1% pertenece a áreas protegidas, 13,8% a tierras indígenas y el restante 18,9 % a tierras no productivas o no registradas.
A pesar de ello, Brasil se ha enfrentado a severas críticas internacionales debido a los recientes índices que indican que la deforestación en la Amazonia ha aumentado en los últimos meses, aunque no está claro cuánto de esta deforestación es ilegal. Es decir, cuanto es lo que se está desforestando en desacuerdo con el Código Forestal, la legislación de uso de la tierra más restrictiva del mundo, que permite la utilización de hasta el 20% de las explotaciones rurales en la región.
Por todas las razones conocidas, es deseable que la deforestación sea cero y, por el contrario, políticas que conduzcan a la recuperación de áreas devastadas a su condición original. Pero esto es muy difícil de lograr simplemente mediante la supervisión y el castigo -la mayoría de las multas nunca se pagan- en una enorme superficie y de difícil acceso. Es más efectivo e inteligente crear incentivos económicos para que la deforestación sea un mal negocio, y preservar el bosque traerá resultados económicos reales y gratificantes.
Acciones para alentar la recolección y extracción de productos forestales, como las nueces y los aceites esenciales, tal como como las operaciones que llevan adelante empresas como Natura, deberían servir como modelo para el desarrollo sostenible, generando ingresos y empleo en la región.
Pero hay otro factor importante a tener en cuenta. El desarrollo de la producción de biocombustibles como el biodiesel y etanol de maíz en las estados de Mato Grosso y Goiás, y en un futuro en el oeste de Bahía, el sur de Piauí y Maranhão, debería contribuir a la generación de coproductos ricos en proteínas, que intensificarán y modernizarán la ganadería en estas regiones, reduciendo la presión para la expansión de las praderas y, por lo tanto, la deforestación.
En solo cuatro años, la producción de etanol de maíz pasó de 141 millones de litros a los 1.300 millones de litros proyectados para la campaña 2019/20. Para 2022/23, se estima que debería alcanzar los 4.820 millones de litros, a partir de la capacidad existente y los proyectos en diferentes etapas de implementación, convirtiendo unas 11,58 millones de toneladas de maíz en etanol, proteínas, aceites y fibra.
Gracias a esta industrialización, la tonelada de maíz pasa de valer U$S 91
(R$ 366) a U$S 263 (R$ 1.060), generando economía circular, progreso, empleo y
también mayor recaudación vía impuestos. Más importante aún, reduce la presión
relacionada con la expansión de la ganadería extensiva.
Aprobó también el uso voluntario de B15 como parte parte de la Política Nacional
de Biocombustibles, RenovaBio. Apoyo de la industria automotriz brasileña.
Solo el 40% de la superficie actual con soja se destina a la producción de maíz de segunda cosecha. Todavía hay un gran espacio para la expansión de la producción de maíz, lo que debería ocurrir con su uso económico y sostenible. Si la molienda de la oleaginosa aumenta del 40% al 65%, la producción potencial de biodiesel pasaría de 6 a 18 mil millones de litros por año. Este es un impulso importante para Brasil que importa 13 mil millones de litros por año de diesel fósil. Los residuos de la caña de azúcar, como el bagazo hidrolizado, también pueden usarse racionalmente para la alimentación del ganado, intensificando aún más la ganadería nacional.
Se pueden tomar muchas medidas para garantizar que se conserve el patrimonio forestal y de biodiversidad, al tiempo que se hace un uso racional y sostenible de la riqueza natural e incluso mineral de la región. Los biocombustibles producidos de manera sostenible en áreas agrícolas ya ocupadas son elementos importantes de esta estrategia de preservación.
Por Dr. Plinio Nastari, presidente de DATAGRO, representante de la sociedad civil en el Consejo Nacional de Política Energética -CNPE.
Fuente: BioEconomía