“Estamos viviendo una gran transformación. De sistemas productivos basados en insumos, se pasó a sistemas basados en tecnología y conocimiento”, dijo Sofía Gayo, analista del Departamento de Investigación y Prospectiva Tecnológica de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, en el panel Tecnologías para un maíz competitivo, que tuvo lugar en el Congreso Maizar 2019. “Hoy las cosechadoras no solo recolectan granos. También cosechan información, que sirve para la toma de decisiones”, añadió.
A continuación, la especialista trazó un panorama sobre la situación actual del maíz:
— Asistimos a una campaña récord, con una producción de 48 millones de toneladas.
— En la campaña 2017/18, el maíz tardío representó el 45% de la superficie sembrada.
— Cambiaron los materiales de trabajo. El uso de eventos biotecnológicos representa hoy el 94% del total. En general se trata de múltiples eventos apilados, orientados al control de insectos y la resistencia a herbicidas.
— El gen Bt debe usarse con la práctica de refugio. Pero sólo el 33% de los productores lo hicieron en la campaña 2017/18, “un porcentaje muy bajo”, dijo Gayo.
— La fertilización viene en aumento, gracias a la quita de retenciones. “Sin embargo, si bien el mayor uso de fertilizantes es positivo, solo el 20% de los productores hace muestreos de suelo para basar su diagnóstico. En muchos casos se fertiliza a ciegas”.
— De todos modos, la reposición de nutrientes es baja: solo se restituye el 40% de los nutrientes que se extraen.
Sobre este último punto se explayó Fernanda González San Juan, gerente ejecutiva de Fertilizar. Detalló que la superficie fertilizada de maíz ronda el 80% y las dosis crecieron desde el año 2010. “Igualmente, no se llega a las dosis recomendadas para maximizar la ecuación económica del planteo”, explicó.
En este sentido, se refirió a un estudio realizado en conjunto con el INTA, que muestra que los suelos se están deteriorando. “Las áreas que registraban mayor índice de materia orgánica están perdiendo sus niveles de nutrientes”, explicó.
Según la especialista, hay que prestar concentrarse en el BPN (Balance Parcial de Nutrientes, un indicador que mide la relación entre la cantidad de nutrientes removida durante la cosecha y la aplicada al cultivo mediante fertilización) para lograr una mejor ecuación económica que asegure la productividad de los cultivos y mejore la sustentabilidad de los sistemas.
La especialista comentó que el análisis foliar del maíz demostró una deficiencia de nitrógeno en el 44% de las muestras. En el caso del potasio, la deficiencia llegó al 28%, y en el del zinc, al 39%. En cuanto al potasio, “el 70% de los suelos se encuentra por debajo del umbral de respuesta de los cultivos extensivos tradicionales”, explicó.
González San Juan dijo que un tema importante es que el maíz de silo extrae todo el potasio del suelo durante la cosecha, por lo que habría que incluir este nutriente en los análisis de suelo que se hacen habitualmente. Otro tanto ocurre con el zinc, que también tiene un alto índice de extracción en la cosecha. “Muchos sostienen que este tipo de maíz debería ser manejado y comercializado aparte, dado el mayor valor nutricional que le aporta el zinc”, señaló. “Los suelos que tienen resueltos los demás nutrientes, a veces ven disminuida su productividad por falta de zinc”.
Es suma, “la menor disponibilidad de nutrientes por parte de los cultivos, aún con fertilización, está limitando los rendimientos”, dijo la especialista.
En relación con las prácticas agrícolas, Fabiana Malacarne, gerente de Asuntos Regulatorios de la Asociación Semilleros Argentinos, recordó cuando hace tres años surgió el primer caso de resistencia al gen Bt por parte de Diatraea saccharalis, vulgarmente conocido como barrenador del tallo. “Nos propusimos salir de nuestra zona de confort, hablar con todos los actores involucrados y asociarnos con los jugadores clave de toda la cadena maicera para trabajar sobre esto”, agregó.
Un tema clave en este tema es la realización de refugios. “Al principio muchos productores decían que les hablábamos de la importancia del refugio, pero no se lo vendíamos. Eso generó la decisión de producir y vender el paquete conocido como refugio estructurado (9+1)”, que consiste en sembrar, en la misma fecha, una porción del 10% del lote con maíz no Bt de similar ciclo de madurez que el maíz Bt. “También recomendamos el refugio en bolsa, conocido como RIB, para ciertos casos”.
Las acciones fueron exitosas. “Solo el 23% de los productores hacía refugio. En tres años, se pasó al 33%, un avance muy importante en un breve período”, señaló la disertante.
En cuanto al control de plagas en maíz, Malacarne dijo que en la actualidad existen solo cinco proteínas para el control de lepidópteros, y “la realidad es que no habrá otras nuevas, por lo menos, en los próximos seis o siete años”, dijo.
En relación con la exportación, dijo que hay que abrir nuevos mercados y conservar los actuales. “Para diferenciarnos, de nuestros competidores, necesitamos calidad. Y sin tecnología Bt, hay una mayor presencia de micotoxinas en el grano”.
Por otro lado, dijo que es preciso avanzar en el control del gusano cogollero (Spodoptera frugiperda) en el maíz tardío.
Como conclusión, indicó que hay una baja adopción de Buenas Prácticas Agrícolas (BPA) para el Manejo Integrado de Plagas (MIP), y que hay que incorporar definitivamente cuatro BPA: monitoreo, refugio, barbecho y rotación.
“Estamos convencidos de que los problemas se resuelven trabajando multidisciplinariamente, y seguiremos por ese camino”, concluyó Malacarne.