Es la contracara más repugnante de lo estipulado por los Giovanni Sartori de nuestra época para caer en pura cleptocracia, es decir, gobiernos de ladrones de libertades, de propiedades y de sueños de vida, cuando no de la vida misma.
Para evitar las repeticiones de estos abusos de poder tan grotescos como indecentes, se hace necesario, perentorio diría, contemplar nuevas vallas al ejercicio del poder al efecto de preservar el genuino espíritu democrático tan manoseado pero tan poco comprendido. He escrito antes sobre diferentes propuestas fértiles en esta dirección, por lo que en esta oportunidad no me detendré en el asunto pero dejo sentado el tema. Fenómenos que ocurren en otros países que, aun si no son tan extremos como el venezolano, muestran claros síntomas de burlas de diverso tenor al espíritu democrático.
Los pasos por el Orinoco de estos Atilas modernos dejan rastros profundos y cicatrices dolorosas, por lo que eventuales nuevos administradores del poder deben proceder con celeridad a restaurar las heridas en línea con la preservación de las autonomías individuales sin rodeos de ninguna naturaleza. No se trata, claro está, de sustituir tiranos de malos modales por uno con mejores modales. Se trata de establecer una sociedad libre donde los derechos individuales característicos del liberalismo sean prioridad al efecto de abrir de par en par las puertas al progreso moral y material para todos, pero muy especialmente para los más necesitados.
El vendaval espantoso que dejan los tiranos venezolanos con el apoyo de la isla-cárcel-cubana ha producido efectos devastadores en todos los planos concebibles. El actual Papa no ha disimulado su simpatía por el socialismo y solo ha patrocinado "concordia entre las partes", que tal como han expresado veinte ex presidentes de la región, "es como si pretendiera que las víctimas se arreglaran con sus victimarios". Es de destacar, por otro lado, la valiente y decidida actitud de los dignatarios de la Iglesia venezolana a contracorriente y en abierta oposición a las directivas de su jefe en el Vaticano.
Debe destacarse también la posición decidida y con el necesario coraje moral de mandatarios de todo el mundo que han repudiado expresa y reiteradamente la tiranía venezolana, en especial la contundencia del Grupo de Lima. En esta línea argumental, es del caso subrayar la perseverancia y la decisión del actual secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA), que ha venido pregonando la necesidad de acabar con el engendro venezolano.
La seguidilla de marchas opositoras, los presos políticos, las muertes, la crisis económica que incluye falta de alimentos y fármacos elementales, las emigraciones masivas, la asunción del nuevo poder en la Asamblea Nacional según lo prescripto por la Constitución a raíz de las elecciones amañadas y tramposos de Nicolás Maduro desde todos los ángulos posibles de análisis, la marcha multitudinaria del 23 de enero pasado, como acabamos de consignar el reconocimiento internacional al nuevo gobierno a pesar del agresivo apoyo del gobierno ruso, insurrecciones militares esporádicas, arrestos y demás sucesos apuntan a una posible restauración de las instituciones republicanas.
Es de esperar que el payaso maligno de Maduro, buen heredero del comandante que inició la deblacle, ya no podrá hablar de "la multiplicación de los penes", ni dirigirse a "los millones y millonas", ni hablar con los pajaritos y demás imbecilidades. Cabe recordar que Simón Bolívar escribió en el denominado "Discurso de Angostura", el 15 de febrero de 1819: "Nada es tan peligroso como que permanezca largo tiempo un mismo ciudadano en el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo; de donde se origina la usurpación y la tiranía".
Lamentablemente siempre hubo otros gobiernos cómplices del terrorismo que han dado apoyo directa o indirectamente a los estridentes patrocinadores del inaudito y reiterativo socialismo rebautizado como "del siglo XXI" con la intención de disfrazar las barrabasadas criminales del socialismo a secas. En La Habana, delante del tirano Fidel, Chávez declaró: "Cuba es un bastión de la dignidad humana". Con los fusilamientos, la represión constante, las pocilgas en que se convirtieron los hospitales, el adoctrinamiento en que se convirtió la educación, haciendo que se escribiera con lápiz para borrar y usar los mismos cuadernos debido a la escasez de papel y demás latrocinios y persecuciones a cualquier signo de oposición, en el contexto del partido único y la prensa oficial. Maduro continuó y profundizó las obscenidades de su maestro.
Es del caso tener presente lo expresado por el coronel Chávez en la entonces Asamblea Legislativa —recordado con algarabía y beneplácito por Maduro— en cuanto a que "no debe considerarse a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) como guerrilleros terroristas, ya que eso es un invento grotesco de Estados Unidos" y que "no son ningún grupo terrorista, son verdaderos ejércitos que ocupan espacios en Colombia, hay que darles reconocimiento, son fuerzas insurgentes que tienen un proyecto político, un proyecto bolivariano que aquí es respetado". A lo que naturalmente le replicó el ministro del Interior colombiano del momento al afirmar que "la calificación de terrorista no es caprichosa, sino que deriva de los actos terroristas de las mencionadas bandas criminales".
Sin duda que la historia venezolana descubre corrupciones y desaguisados ejecutados por varios de los partidos políticos de la era anterior a la irrupción de los tiranos de marras, pero esos problemas no justifican en modo alguno empeorar la situación como ha ocurrido desde el golpe militar de Chávez de 1992, sino, por el contrario, demanda tomar el camino inverso y sanear la República. Esperemos que muy pronto dejemos de presenciar el triste espectáculo de ver las vergonzosas imágenes de los aplaudidores tan o más repugnantes que el aplaudido, una masa amorfa de carne impregnada de servilismo.
A esta altura no podemos saber a ciencia cierta cómo terminará el episodio que venimos comentando, solo cabe precisar que si se decidiera el levantamiento de las Fuerzas Armadas, esto sería un contragolpe, puesto que el golpe ya lo propinaron los dictadores al alzarse contra los principios republicanos, con una urgencia aun mayor, por ejemplo, que los contragolpes independentistas que se revelaron en América del Sur y América del Norte contra la usurpación de derechos que impusieron en las colonias respectivamente por parte de la metrópoli española y la corona inglesa.
Me solidarizo con las privaciones y los sacrificios de la población venezolana, pero renuevo el pedido de estar alerta para no caer en medias tintas tan peligrosas como malsanas. El respeto a la propiedad privada constituye el eje central de las medidas urgentes a tomar, puesto que, como han escrito Marx y Engels en el Manifiesto Comunista de 1848: "Todo nuestro programa puede resumirse en esto: abolición de la propiedad privada". Y debe tenerse muy en cuenta que en la medida en que se afecte ese derecho sin necesidad de abolirlo, en esa medida se producen desajustes graves que consumen capital y por ende reducen salarios e ingresos en términos reales.
No se puede jugar con fuego, en su momento la higiene conceptual debe ser completa con el criterio más exigente, para lo cual, entre otras cosas, debe liberarse el sistema educativo de toda tutela gubernamental al efecto de permitir la competencia en un proceso que es por su naturaleza de prueba y error, exento de toda politización, puesto que el conocimiento tiene la característica de la provisionalidad, sujeto a posibles refutaciones.
Otra medida aconsejable es la eliminación de la banca central y el curso forzoso para permitir que la gente elija los activos financieros con los que desea operar, ya que la denominada "autoridad monetaria" solo puede decidir entre uno de tres caminos: expandir, contraer o dejar igual la base monetaria, con lo que siempre y en todos los casos altera los precios relativos, que son los únicos indicadores para los agentes en la economía. Esto, entre muchos otros, ha sido reiteradamente aconsejado por los premios Nobel en Economía Friedrich Hayek y Milton Friedman.
Un tercer campo es la inexorable apertura comercial con el exterior para hacer posible las compras baratas y de la mejor calidad posible, y así liberar recursos humanos y materiales para producir otros bienes y prestar otros servicios. Las culturas alambradas hacen mucho daño y permiten la acción depredadora de empresarios prebendarios que en su siempre hedionda alianza con el poder político de turno explotan miserablemente a sus congéneres.
En cuarto lugar, la inmediata privatización de todas las empresas estatales al mejor postor sin base ni condición alguna, ya que los incentivos son muy distintos en estos sitios donde hasta la forma en que se toma café y se encienden las luces es de modo sustancialmente diferente, dado que la característica de una empresa propiamente dicha es el asumir riesgos con recursos propios y no coactivamente con el fruto del trabajo ajeno.
Por último, pero no por ello menos importante es la eliminación de ministerios y reparticiones burocráticas, dejando sin efecto funciones pero nunca podando gastos, porque, igual que con la jardinería, la poda hace que crezca con mayor vigor. Y de más está decir que desaparezcan cargos como el que propicia "la felicidad absoluta" y otras tropelías incalificables.
Hay muchas personas e instituciones que han hecho faenas admirables por la libertad de Venezuela en los últimos largos tiempos, pero quiero poner en primer plano a dos de los embanderados con esta noble causa. Se trata del Centro de Divulgación del Conocimiento Económico (CEDICE) que en otro orden de cosas tuve el gusto de visitar en varias oportunidades y que también publicó uno de mis libros y El Diario de Caracas, donde vengo colaborando con columnas semanales desde hace años.
Salvo los sátrapas del régimen, no señalo nombres propios en esta nota periodística, pero quiero hacer un par de excepciones respecto a dos personajes singulares que tenían un conocimiento profundo de lo que había que hacer en su país Venezuela y que se desvivieron por esa nación, sacrificaron su salud y sus negocios para bien de todos los venezolanos. Estoy naturalmente hablando del empresario Ricardo Zuloaga y del periodista Carlos Ball, hoy muertos ambos, pero que permanecen en la memoria de nosotros, sus amigos y de todos sus compatriotas de bien. En honor a estas personas y a tantos que como ellos ofrendaron sus vidas, es de esperar que nuestros hermanos venezolanos puedan encaminarse a la brevedad por la senda del progreso moral y material.
El autor es Doctor en Economía y también es Doctor en Ciencias de Dirección, preside la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires y es miembro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas.