La larga sombra del populismo parece no querer dejar de embrujar a Latinoamérica, y a la Argentina. En este contexto, la llegada de Mauricio Macri al poder pareció ser un soplo de aire fresco para las instituciones del país, y así lo registró el Indice de Calidad Institucional de la Fundación Libertad y Progreso, que registró una suba de 23 puestos en los dos primeros años de gestión de Cambiemos (reflejados en los Indices 2017 y 2018). La mejora de 2018, que refleja lo sucedido en 2017, fue especialmente notable: 19 puestos. En 2019, la maratón argentina por una mayor institucionalidad sigue, pero con menor velocidad, ya que este año el país trepó siete puestos en el ranking que elabora para Libertad y Progreso el economista Martín Krause, y es realizado con apoyo de la Fundación Naumann, Relial y Agrositio.
El Indice de Calidad Institucional de Libertad y Progreso mide la salud de las instituciones de un país, entendiéndose por instituciones la salud de la moneda, la transparencia del sistema judicial, la ausencia de corrupción, la libertad de prensa, la seguridad jurídica, el respeto a la propiedad y la libertad para comerciar, entre otros temas. La salud de estas instituciones tiene un efecto directo sobre la atracción de inversiones extranjeras. El mencionado guarismo se basa en un promedio ocho indicadores de prestigio internacional: Rule of Law y Voz y Rendición de Cuentas (Banco Mundial); Libertad de Prensa (Freedom House); Percepción de la Corrupción (Transparencia Internacional); Competitividad Global (Foro Económico Mundial); Libertad Económica (Heritage); Libertad Económica en el Mundo (Fraser) y Doing Business (Banco Mundial).
De acuerdo a Krause, desde 2017 (año que empezó a notarse el efecto Macri en el Indice, que tiene un rezago de entre 1 y 2 años), el país trepó 30 lugares, pasando del puesto 142 al 112. La ralentización de este año se explicaría principalmente en la falta de avances en componentes del Indice como la facilidad de iniciar un negocio o las libertades económicas. "La persistencia del déficit fiscal, la elevada inflación, presión impositiva alta y una economía todavía bastante cerrada frenan por el momento una mejora mayor en materia de instituciones económicas", destacó Krause, que elabora el índice desde 2007 y es economista y catedrático de la UBA.
De todas maneras, el dato de la subida local no es menor. Antes de la era Macri, el país había registrado el triste récord de perder 99 puestos en veinte años (1996 a 2016). Acompañaban al país en "el podio del fracaso" Bolivia, con una caída de 100 puestos, y Ecuador y Venezuela, que cayeron 74 posiciones en esas dos décadas. Todos países bajo efectos intensos del populismo y entonces gobernados por el "socialismo del siglo XXI".
El populismo al ataque de las instituciones
Fue justamente el populismo el responsable de la caída argentina, y el que acecha como sombra a la región, amenazando con degradar aún más sus instituciones. Por eso la presentación del Indice, realizada en Agrositio y conducida por el periodista Ricardo Bindi, versó sobre cómo los resabios de populismo alejan a Argentina y a la región de la calidad de vida y el nivel de inversiones de países como Nueva Zelanda o Dinamarca. Los encargados de abundar sobre el tema fueron el historiador y economista Emilio Ocampo, coautor de El Populismo en la Argentina y el Mundo, y el abogado y escritor peruano Enrique Ghersi, coautor con Hernando de Soto de "El Otro Sendero". Ambos son consejeros académicos de la Fundación Libertad y Progreso.
"El populismo se puede definir como la solución facilista, simplista y arbitraria a problemas estructurales que enfrenta una sociedad que propone un político oportunista utilizando un discurso maniqueo que apela al chauvinismo y a ciertas creencias predominantes La solución populista es facilista porque no impone costos al grupo o la mayoría que con su voto eleva al poder al político populista. También es simplista porque no requiere ningún esfuerzo intelectual, lo cual la hace particularmente atractiva en sectores de menor nivel de educación. Pero también es simple porque apela y promueve el fervor nacionalista y prejuicios, ansiedades, temores y convicciones predominantes en amplias franjas de la población. Su carácter simplista también explica su maniqueísmo y paranoia: el discurso del líder populista sólo admite buenos (el electorado que lo vota) y malos (el enemigo) que siempre conspiran para perjudicar o explotar a aquellos. La consecuencia inevitable, o más bien su objetivo, de este discurso es generar resentimiento colectivo, la savia de la que se nutre el populismo", señaló Ocampo.
"Pero la solución populista termina siendo tanto destructora como auto-destructiva. Venezuela es la prueba más clara de ello. Llevado al extremo el populismo termina destruyendo la democracia y en su mutación final se convierte en autoritarismo", acotó Ocampo.
A su turno, el escritor Enrique Ghersi señaló que la gran tarea pendiente para sacar a la región de las garras del populismo y tener instituciones sanas es tener un auténtico estado de derecho. "Lo que tenemos acá es un estado de legalidad y no un estado de derecho. En estado de derecho este controla a la ley. En el estado de legalidad en cambio, la ley refleja al poder", señaló Ghersi.
Finalmente el economista argentino de la Metropolitan State University Nicolás Cachanosky señala: "Es difícil exagerar la importancia de tener instituciones sanas. Vivir bajo un estado de derecho que proteja las libertades individuales y civiles es un fundamento vital para el desarrollo y el crecimiento de un país s largo plazo. Las instituciones no son una mera curiosidad académica o intelectual. Definen si uno va a vivir con la calidad de un ciudadano de Corea del Sur o de Corea del Norte".