El contratista Pablo Boselli, que maneja varios futbolistas juveniles que no llegaron a debutar en primera, asegura que cuanto antes los jugadores se vayan al exterior, mejor para ellos. Su argumento es que la salida favorece su formación, al estar en el mercado europeo, en clubes solventes que les brindan todas las herramientas necesarias para culminar su desarrollo como persona y como futbolista profesional.
El club uruguayo propietario del jugador, en un crónico estado de déficit presupuestal, se ve tentado a desprenderse del mismo, incluso a sabiendas de que, muy probablemente, ese proyecto de profesional multiplique varias veces su cotización en pocos años. Las urgencias nunca son un buen aliado de los negocios.
En la ganadería uruguaya está pasando algo parecido. La exportación en pie y la faena de vientres están reduciendo la cantidad de animales en edad de faena actual y de futuro. Entre 2016 y 2017 se exportaron unos 300 mil vacunos en pie por año, la amplia mayoría de ellos terneros machos que se destinaron al mercado de Turquía. Esos animales tendrían ahora edad de faena. Los frigoríficos salen a buscar materia prima y encuentran una escasa cantidad de novillos. Como tienen que mantener la fábrica trabajando y cuentan con una demanda internacional firme, compran lo que encuentran, que son vientres. Y éstos serían los que estarían garantizando una mayor cantidad de animales en los años siguientes.
Los productores que dejan sus terneros enteros para ser exportados en pie están haciendo su negocio. La exportación paga buenos precios por esta hacienda y ha sido hasta el momento una salida creciente y segura. Muchos sabrán, o intuirán, que con esa decisión están afectando la oferta futura de los frigoríficos que trabajan en el país y que, por ende, tienden a comprometer su solvencia.
Los frigoríficos que matan cada vez más vientres sabrán, o intuirán, que están atentando contra la futura oferta de animales. Menos vientres hoy son menos terneros mañana y menos novillos gordos pasado mañana. Pero la cantidad de novillos en el país es la menor desde que Dicose comenzó a informar los datos del stock, a principios de los años de 1970, y es necesario mantener la fábrica funcionando.
En ambos casos, al igual que los clubes de fútbol que hacen negocios con Boselli, las urgencias llevan a la toma de decisiones que pueden ser contraproducentes en el mediano o largo plazo.
La exportación en pie es una herramienta fundamental para el sector productor, en especial para el criador -como siempre se dice, el eslabón más débil de la cadena, porque no le puede trasladar la baja de sus precios de venta a nadie- que pasa a tener una gama más amplia de potenciales clientes para su producto. Lo positiva que ha sido esta herramienta para el ganadero no tiene punto de discusión y hasta ahora no ha determinado un descenso en la cantidad de animales para faena. Hasta ahora, porque la exportación de 300 o hasta 400 mil animales por año -como fue en 2018- está apretando sobremanera los números de la industria, que fueron generalizadamente rojos el año pasado. ¿Qué pasaría si esto termina reduciendo la cantidad de plantas de faena en el país, tendiendo hacia un oligopolio de un puñado de compradores? ¿En el mediano plazo agrandaría o disminuiría la cantidad de compradores?
La mejor forma en que funcionan los mercados es dejarlos trabajar libremente. Esto está más que demostrado en la historia moderna de la humanidad. Pero se debe cuidar el largo plazo. Así como se cuidan los suelos, pensando en que tienen que seguir siendo productivos para las futuras generaciones, se deben atender las cadenas que son competitivas, permitiéndolas fluir desde los primeros hasta los últimos eslabones.
Lamentablemente, la importación de animales en pie -la famosa puerta de
vaivén- es de escasa utilidad en este caso, debido a que todos los protocolos de
exportación a los principales destinos hablan de carne procedente de animales
nacidos, criados y faenados en el país.
La exportación en pie es una herramienta válida e imprescindible para el
ganadero. La faena de vientres también lo es para el industrial. Que la cadena
funcione bien sin que se rompa ninguno de los eslabones imprescindible para el
país.
Por Rafael Tardáguila