De esto se sale con crecimiento, suelen decir los opositores a Cambiemos como gran solución mágica sin aclarar cómo se logra crecer, mientras el gobierno sigue cantando la danza de la lluvia en espera de las inversiones. Realmente es alarmante el nivel de la dirigencia política argentina a la hora de formular soluciones concretas a los serios problemas económicos que tiene el país. Es evidente, que semejante superficialidad a la hora de proponer soluciones se corresponde con algún grado de demagogia y una pisca de ignorancia o a la inversa. El lector puede elegir los adjetivos que mejor se ajusten a su pensamiento.
La única forma de que una economía pueda crecer es con más inversiones, esto quiere decir que si tengo una máquina de hacer hamburguesas, solo crezco si agrego otra máquina porque la que tengo está trabajando a full.
Es cierto que hoy la economía está trabajando con lo que generalmente se dice capacidad ociosa, expresión que no es muy feliz (enseguida explico por qué). Capacidad ociosa significa que la máquina de hacer hamburguesas tiene una capacidad de producir 100 hamburguesas por hora y está produciendo 50. Hay una capacidad de producción ociosa, que no se usa, de 50 unidades hora. Mis reparos respecto al término capacidad ociosa tiene que ver con que en realidad, muchas veces, las empresas quedan sobre expandidas en su capacidad de producción porque hubo alguna distorsión que llevó a que los empresarios tomaran decisiones erradas de aumento de la capacidad de producción. Un ejemplo típico es cuando el gobierno baja artificialmente la tasa de interés expandiendo la cantidad de moneda e induce a que las empresas inviertan en más equipamiento. Cuando la inflación aparece y hay que bajarla frenando la expansión monetaria, la tasa de interés sube y las empresas ya no tienen financiamiento para enfrentar su capital de trabajo. Un ejemplo al respecto es el de las hipotecas subprime en la crisis de 2008 en EE.UU. Cuando subieron las tasas de interés, mucha gente ya no pudo pagar las cuotas de sus créditos hipotecarios y se desató la crisis.
En otras palabras, no es tan sencillo creer que se puede salir de esta recesión, carga impositiva y nivel de gasto público solo hablando de crecimiento. Primero porque no sabemos cuánto de la capacidad “ociosa” de la economía es consecuencia de la caída del consumo y de la inversión y cuánto es producto de inversiones erradas que no son competitivas, dadas las distorsiones de las variables económicas. Ejemplo, ¿cuántas empresas quedarían en pie, aun haciendo reformas estructurales, si nos integrásemos al mundo y tuvieran que competir? En segundo lugar, reactivar la economía no es lo mismo que crecer. Reactivar sería poner en funcionamiento las máquinas que hoy no se usan. Pasarle el plumero, comprar algo de insumos, contratar algunas horas extras y ponerse a producir si es que hay demanda interna o externa.
Supongamos, entonces que la receta es reactivar la economía para que una vez que se llegue al tope de la capacidad de producción las empresas inviertan en ampliar la capacidad de producción y entremos en la etapa de crecimiento.
La pregunta es: ¿quién va a demandar más bienes? Ahí aparece la precaria dirigencia política argentina y dice que hay que ponerle plata en el bolsillo a la gente para que pueda consumir. La idea es incentivar el consumo para que las empresas tengan demanda y así se pongan a producir y se reactive la economía. El punto es: ¿de dónde sale la plata para ponerla en el bolsillo de la gente para que consuma más? ¿De la emisión monetaria que genera inflación? ¿De más impuestos progresivos que terminen de espantar las inversiones? ¿De aumentos de salarios por decreto cuando hoy a duras penas las empresas pueden pagar los sueldos a fin de mes y mantener la planta de personal? De acuerdo a datos de la Secretaría de Trabajo, entre noviembre de 2018 y noviembre de 2017 los puestos de trabajo de los empleados en relación de dependencia en blanco cayeron en 117.700 puestos en tanto que el sector público consolidado (nación, provincias y municipios) perdió solo 6.800 puestos de trabajo, marcando claramente que el ajuste está recayendo sobre el sector privado.
Si tomamos los datos de puestos de trabajo en el sector privado y público en relación de dependencia desde noviembre de 2015 hasta noviembre de 2018, es decir, todo el período de Cambiemos, el sector privado perdió 102.300 puestos de trabajo y el sector público incrementó su dotación en 58.800 puestos de trabajo. Posiblemente el aumento esté en las provincias y en los municipios y no tanto en la nación, dato que no disponemos por el momento porque la Secretaría de Trabajo no da información desagregada en forma mensual sobre la evolución del empleo público. Lo concreto es que llevamos tres años de ajuste del sector privado y fiesta en el sector público.
De manera que es un verdadero delirio pensar que puede haber una reactivación con el aumento del consumo como dicen desde la oposición porque no hay margen para que aumente el salario real. Lo máximo que podría lograrse sería que deje de caer el salario real y el consumo en los próximos meses, pero no se ve margen como para que el salario real recupere los puntos perdidos en 2018 y vuelva a los niveles de fines de 2017.
Con estas tasas de interés es impensable algún atisbo de inversión, de manera que solo queda la exportación que puede, en parte, compensar la caída de la inversión privada y el consumo dejar de caer, con lo cual la economía entraría en una meseta de bajo nivel de actividad hasta las elecciones, en un escenario optimista.
La solución para entrar en serio a una senda de crecimiento sigue pasando por las reformas estructurales, es decir, reforma del estado, impositiva, laboral e incorporación al mundo.
Si me vienen con el argumento que haciendo estas reformas se incendia el país o que por el peronismo y los sindicatos no lo permitirán, les contestaría que si son ciertos esos argumentos entonces hay que prepararse para seguir viendo la decadencia económica argentina. Ahora, si se muestra la realidad y se deja de macanear con soluciones ridículas como que hay que ponerle plata a la gente en el bolsillo para que aumente el consumo, como si esa plata representara bienes que aparecen mágicamente en la economía, entonces tenemos chances de empezar a cambiar el rumbo.
Los políticos creen que se puede consumir antes de producir. Es decir, comerse el coco antes de bajarlo del árbol. Eso no existe. Antes de consumir hay que producir y para eso tiene que haber reformas estructurales que incentiven a las empresas a comenzar a producir. El resto es vender humo para la campaña electoral. Humo que también suele vender la gente de Cambiemos.
Fuente: Economía para Todos