Si uno mira los datos de Inversión Extranjera Directa (IED) que publica CEPAL, en 2017 América Latina y el Caribe recibieron U$S 162.000 millones. Brasil se llevó el 44%, luego México absorbió el 19,6%, en tercer lugar Colombia con el 8,6% del total y recién en cuarto lugar aparece Argentina con el 7,1% del total de la IED en 2017.
La victoria electoral de Bolsonaro y las medidas económicas que su ministro Guedes anunció al otro día de asumir el cargo, parecen mostrar a un Brasil decidido a no apostar al gradualismo y aprovechar el capital político inicial para lanzar los cambios estructurales claves para el crecimiento de largo plazo.
La reducción del gasto público, la simplificación tributaria, la reforma previsional, la reforma laboral, un amplio plan de privatizaciones, etc. van a ser claves para darle competitividad a la economía brasileña. Pero una de las claves del plan económico que intenta implementar Bolsonaro es mucho más desafiante que los anteriores ya que busca imitar el modelo chileno y abrir la economía para incorporar la economía brasileña al mundo. Bolsonaro quiere que Brasil tenga mayor peso en el comercio internacional y para ello tiene que abrir la economía firmando tratados de libre comercio. Esta estrategia de Bolsonaro va a cambiar la situación del MERCOSUR en general y de Argentina en particular.
Es importante recordar que inicialmente el MERCOSUR había sido pensado como un Tratado de Libre Comercio al estilo NAFTA y terminó siendo un mercado común al estilo UE.
En un mercado común, los países que intervienen establecen un arancel cero entre ellos y el mismo arancel para todos los productos que se importan de los países que no integran el mercado común. En el caso del MERCOSUR, sus integrantes Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, tienen arancel cero entre ellos y el mismo arancel para las importaciones que vienen de terceros países. En principio, para subir o bajar un arancel de importación de un producto, todos los países intervinientes tienen que ponerse de acuerdo.
En un tratado de libre comercio, el arancel entre los países que lo integran es cero, pero cada país establece su propio arancel con terceros países sin tener que acordar con los países integrantes. En el caso del NAFTA, EE.UU. México y Canadá tienen arancel cero entre ellos pero cada uno maneja sus aranceles con terceros países sin necesidad de acordar con los otros dos.
Todo parece indicar que Bolsonaro intenta transformar el MERCOSUR en un tratado de libre comercio, algo que seguramente Paraguay y Uruguay verán con simpatía porque el MERCOSUR no termino siendo gran negocio para ellos.
En el caso de Argentina, el MERCOSUR no generó un cambio sustancial en nuestra relación comercial con el mundo. El MERCOSUR, que supuestamente iba a permitir mejorar la productividad de la economía y transformarse en un trampolín para poder aumentar las exportaciones a terceros países, terminó siendo un mercado protegido ampliado, pero lejos estuvo de convertirse en un trampolín hacia las exportaciones al mundo.
Gráfico 1
Las exportaciones argentina/PBI, salvo el salto de 2002 por la combinación de caída del consumo interno, devaluación del peso y mejora en los precios de las commodities, hoy están en niveles similares a los de 1994 cuando comenzó a funcionar el MERCOSUR. El aumento del 2018 se explica por la devaluación del peso y la caída del consumo externo.
Por otro lado, las exportaciones argentinas a Brasil subieron al principio. Como porcentaje del total de las exportaciones Argentinas, actualmente están en el 18% por la caída del consumo interno y la devaluación, pero si se observa la curva, se mantiene llegando a un piso del 15/16 por ciento.
Gráfico 2
Es decir, el MERCOSUR, salvo para algún sector en particular, no fue buen negocio para ningún de sus integrantes. Ahora bien, ¿cómo afectaría a la Argentina la apertura comercial de Brasil al mundo transformando el MERCOSUR en un tratado de libre comercio (TLC)?
En principio, Argentina seguiría exportando con arancel cero a Brasil pero tendría que competir con las empresas de los países con los cuales Brasil firmara un tratado de libre comercio. En otras palabras, el mercado brasilero ya no sería cautivo para las empresas de los cuatro países que hoy integran el MERCOSUR.
Ahora bien, si Brasil hace sus reformas estructurales y abre su economía a las importaciones de terceros países, Argentina va a tener que elegir entre hacer las reformas para que las empresas argentinas puedan competir o cerrarnos totalmente al mundo y no competir con nadie. Volver a escuchar música en el Winco, usar el Falcon y cosas por el estilo.
Si Brasil se abre al mundo, sus empresas tendrán un mercado interno de 200 millones de consumidores más el mercado externo. Si Argentina no hace las reformas estructurales el mercado serán los 40 millones de habitantes, de los cuales una tercera parte son pobres y otra parte indigente. ¿Cuántas inversiones pueden necesitarse para abastecer un mercado tan chico y pobre? El dilema que enfrenta Argentina es que si Brasil es exitoso en las reformas estructurales y abre su economía, aquí no va a venir un centavo de inversiones si no hacemos exactamente lo mismo. Reformas estructurales (baja del gasto público, impositiva, reforma laboral, etc.) que obliguen a las empresas argentinas a ser competitivas. Bajo esas condiciones, invertir en Argentina no será solo para abastecer un miserable mercado interno de 40 millones de habitantes con un tercio pobre, sino que el mercado potencial de Argentina será el mundo. Eso requiere de muchas inversiones para tener escala de producción que reduzca los costos fijos y que demandarán más mano de obra, habrá mejores salarios reales y el nivel de vida mejorará.
En definitiva, si Brasil avanza con sus reformas estructurales podría obligar a la Argentina a hacer lo mismo, forzando el crecimiento sostenido de la Argentina para poder seguirle el ritmo o bien podemos optar por cerrar la economía, aislarnos del mundo y continuar en nuestra larga decadencia. Lo cierto es que para Argentina no va a ser en absoluto indiferente el éxito que pueda tener Bolsonaro en su proceso de reformas estructurales.
Fuente: Economía para Todos