Al cumplirse 10 años desde que Cambiemos llegó al gobierno, queda claro que su política económica no obtiene el mínimo de logros para conseguir el aprobado. En general no ha podido dominar la economía, ni aun tomando el criterio que pidió Macri para que evalúen su gobierno, que es que lo evalúen por cuánto disminuyó la tasa de pobreza durante su gestión, ya que dudo seriamente que en un año le vaya a dar positivo el resultado.
El grave error de Cambiemos, y de Macri en particular, fue creer que un sistema intrínsecamente ineficiente (el populismo) puede ser transformado en eficiente con un buen management. El presidente y sus principales colaboradores despreciaron la macro y creyeron que podían gestionar la herencia recibida. Ese fue el error más grosero que cometieron porque a los problemas heredados le agregaron otros como el arbitraje tasa versus dólar, primero con las LEBACs y ahora con las LELIQs, que constituyen un polvorín en el que no puede haber la más mínima chispa.
Pero más grave aún, al considerar que no hacía falta un plan económico porque pensaron que podían administrar el desastre recibido, mostraron no comprender cómo funciona el proceso económico. El hecho de que muchos de ellos provengan del mundo empresarial no los hace conocedores del funcionamiento de la economía y su estrecha relación con la calidad institucional.
Sobre el tema institucional cometieron otro error, creer que porque Macri se sentara en el sillón de Rivadavia y Cristina Fernández se fuera derrotada, iban a llover las inversiones. Otro grosero error de apreciación. Sin duda Argentina tiene mucha mejor imagen hoy ante el mundo, pero no por eso alguien va a venir a hundir una inversión con esta carga tributaria, esta legislación laboral y este nivel de gasto público alto e ineficiente.
Nuevamente, sobre el nivel de gasto público parecen no haberse preocupado demasiado y creyeron que el gradualismo iba a llevar a un crecimiento sostenido de la economía que, combinado con un gasto público congelado en términos reales, iba a termina licuando su peso sobre el PBI. El problema es que nunca dijeron por qué iba a crecer la economía. Pensaron en la magia de Macri como presidente, de otra forma no se explica lo que hicieron.
Es más, no le dieron mucha importancia al gasto público/PBI si, como creyeron, en Europa el peso del estado sobre la economía es similar y tienen un buen nivel de vida.
Basta con ver lo que está ocurriendo en Francia en estos días para advertir que Europa, o buena parte de ella, está agobiada por el estado de bienestar que aquí quieren copiar.
Si uno observa la evolución de la tasa de crecimiento del PBI por habitante en los últimos 56 años de los países que integran la Unión Europea, más de medio siglo, puede ver una clara tendencia decreciente. De crecer a un ritmo en la banda del 4/6 por ciento anual, terminaron en el rango del 0/2 por ciento de aumento del PBI per capita.
La UE y Francia, actualmente con serios conflictos en las calles, tienen un dibujo similar de tendencia hacia el estancamiento y menor tasa de aumento del PBI per capita, por lo tanto, no es el mejor ejemplo a tomar para decir que en Argentina el problema no es el nivel de gasto público sino su calidad y que hay que administrarlo bien como en Europa. En Argentina tenemos los dos problemas y Cambiemos creyó que podía solucionarlo con una buena gestión de un gasto público gigantesco, que impide todo crecimiento económico porque espanta las inversiones y eso lleva a que nunca se dé la licuación del gasto sobre el PBI por crecimiento de éste.
Pero, si de instituciones se trata, no es solo que el gobierno no esté copado por una banda de delincuentes y corruptos. La calidad de las instituciones tiene que ver con que el estado puede transformarse en ladrón para robarle el fruto del trabajo a quienes todos los días se esfuerzan por producir para repartirlo entre quienes viven a costa del trabajo ajeno.
Como dice el genial Bastiat en su ensayo La Ley, refiriéndose a cómo la ley fue pervertida. Al respecto dice que el gobierno: “ha puesto la fuerza colectiva al servicio de quienes quieran explotar, sin riesgo y sin escrúpulos, la persona, la libertad o la propiedad ajenas; ha convertido la expoliación, para protegerla, en derecho y la legítima defensa en crimen, para castigarla”. Este ensayo, que fue escrito en 1850 tiene total vigencia en la Argentina actual cuando uno ve a los piqueteros “exigir” planes sociales y al gobierno negociar con ellos. El estado no tiene ningún derecho a negociar con nadie el fruto del trabajo ajeno.
¿Qué es lo que ocurre en este caso? En vez de que los piqueteros vengan a robarnos directamente, lo mandan al estado a robarnos en nombre de la solidaridad social. Y el robado, que somos los expoliados impositivamente, pasamos a ser delincuentes si queremos defendernos de la expoliación impositiva, cuando no somos tildados de insensibles sociales. En definitiva, el orden jurídico es dado vuelta y el estado, que tiene el monopolio de la fuerza para defender el derecho a la vida, la libertad y la propiedad de las personas, utiliza ese monopolio de la fuerza para quitarle al que produce y dárselo al que no produce.
Bajo estas condiciones, se va desestimulando la inversión, la economía genera cada vez menos riqueza y la inseguridad jurídica es la regla que impera porque el estado, en cualquier momento, puede recurrir a la expoliación impositiva o a la confiscación directa para financiar a los grupos que mayor presión hacen para quedarse con el fruto del trabajo ajeno.
Bajo este sistema, en que los diferentes sectores de la sociedad van a reclamarle que el estado le quite a otro el fruto de su trabajo para que se lo dé al que no le pertenece, es un sistema perverso. Es un sistema que está basado en el robo de la riqueza y no en la generación de riqueza. Por eso decía desde el inicio, que Cambiemos cometió el grosero error de creer que un sistema perverso como este podía funcionar si tenía un buen management. Ningún sistema económico basado en el robo legalizado, como lo llama Bastiat, puede funcionar con un buen management. Por definición está destinado al fracaso. Cambiemos no entendió la relación entre economía y calidad institucional.
Si Cambiemos logra ganar un segundo mandato y quiere tomar revancha de estos tres años de malos resultados económicos, va a tener que entender mejor cómo funciona la economía y su estrecha relación con la calidad institucional. Gerenciar “eficientemente” un sistema perverso no es el camino para terminar con 70 años de decadencia.
Fuente: Economía para Todos