¿Habrá entendido que una cosa es asestarle precisas picaduras al poder para
instarlo a practicar correcciones y otra es someterlo a constantes desplantes
que terminan desgastando más y más al Presidente?
Ayer por la mañana, la líder de la Coalición Cívica sorprendió a todos
cuando, en un encuentro que compartió con Macri en el CCK, afirmó: "Me voy a
amigar con el Presidente cuando me lo saque a Garavano ". Fue la gota que
rebalsó el vaso y el límite a la paciencia presidencial. La defensa que hicieron
los ministros Carolina Stanley y Alejandro Finocchiaro de Macri por su lucha
contra la impunidad y la corrupción, más otros mensajes que desde el Gobierno le
hicieron llegar a Carrió, la forzaron a explicar que aquel pedido de renuncia de
Garavano "fue una broma".
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Es obvio que no fue una broma, sino una admisión de que no se podía seguir
tensando la cuerda. Ni la coalición oficialista está para bromas en el momento
actual de estanflación ni el Presidente puede aparecer condicionado por sus
propios aliados. Quienes sí están para bromas son algunos dirigentes del
peronismo que, frente a los dichos de la diputada Carrió en el sentido de que
Macri "o elige o cae", preguntan con ironía: "¿Así que los golpistas éramos
nosotros?".
El papel de preceptora sobre moralidad que encarna habitualmente Carrió cedió
ayer ante el de una bromista que solo hace reír a la oposición.
Su anuncio de que postergará por unos días la presentación de su pedido de
juicio político a Garavano genera más dudas. ¿Acaso estará esperando alguna
concesión presidencial para abandonar ese proyecto definitivamente? ¿Esperará
una señal de que el oficialismo la acompañará en una nueva cruzada contra
Ricardo Lorenzetti? ¿Aguardará que Macri le corte las alas a Daniel Angelici,
quien parece ganar terreno en el Consejo de la Magistratura? ¿Querrá lisa y
llanamente la cabeza de Garavano? ¿O estará satisfecha con haber llegado hasta
aquí y pondrá fin a una disputa pública ingrata para el Presidente?
Por: Fernando Laborda