“La lechería en Latinoamérica es un negocio en potencia”. Esta frase resume los tres intensos días en el 15º Congreso Panamericano de la Leche que se realizó en Buenos Aires donde se reunieron los principales eslabones de la cadena lechera de la región para analizar las oportunidades que tiene el sector de capa caída, sobre todo en la Argentina. Daniel Pelegrina, presidente de la Federación Panamericana de Lechería (Fepale), y a su vez, titular de la Sociedad Rural Argentina, fue quien pronunció las oportunidades que se vienen.
El directivo, quien fue reelecto esta semana como titular de Fepale por dos años más, comenzó dando datos del sector para poner en contexto. En América Latina hay 625 millones de personas (8% de la población mundial) de los cuales 3 millones se dedican a la producción de leche. En total, se producen de forma anual 80.000 millones de litros con sistemas de producción heterogéneos.
Según Pelegrina, Latinoamérica se puede dividir en dos subregiones: por un lado, Argentina, Chile, sur de Brasil, Uruguay y Paraguay, donde predominan una lechería especializada con campos más grandes y estructura productiva más homogéneas, en contraposición a lo que sucede en el resto de Brasil, Región Andina,Caribe y Centroamérica, donde la producción de leche es menor.
“En 6 países, como Argentina, México, Chile, Brasil,Panamá y Uruguay, la industrialización es de 80%, pero en el resto de los países empieza a caer este porcentaje”, señaló.
Latinoamérica, describió, representa el 12% de la producción de leche a nivel mundial. En los últimos 26 años, la participación de la región creció 33%. “La producción de leche aumentó el doble de lo que sucedió en el mundo”, graficó. En este sentido, el comercio de lácteos (exportaciones/importaciones) viene aumentando por año 6,% desde 2001.
Para Pelegrina, por el lado de la demanda es donde surge el triple desafío: para él hay que fidelizar el consumo local de lácteos, integrar los sistemas de abastecimiento con la demanda regional de lacteos y buscar mejorar la productividad para poder ganar mercados globales. “Salvo los casos de Uruguay Nicaragua, la mayor parte de los países de Latinoamérica destina más del 80% de lo que produce al mercado local”. Sin embargo, aclaró, excepto Argentina, Uruguay, Costa Rica y Brasil, los consumidores del resto de los países no ha llegado a su nivel de satisfacción de consumo de lácteos.
Ante este contexto, Pelegrina aseguró que Latinoamérica tiene potencial para seguir creciendo por las tierras disponibles y el agua, la situación agroecológica, el medio ambiente conservado, las pasturas, la población joven que se dedica al negocio, la baja emisión de CO2, las fuertes inversiones en el sector y la tecnología.
Es así como la tecnología jugará un rol fundamental en este objetivo de eficientizar la producción de leche para ser más rentable y poder satisfacer la demanda interna y profundizar las exportaciones. Así lo hicieron saber en el congreso. Uno de los disertantes que abordó esta temática fue Nicolás Lyons, quien se desempeña como coordinador de Desarrollo de Lechería en Australia.
En esta línea, describió que hay muchas tecnologías disponibles, específicamente de dos tipos: una es la automatización que reemplaza a la mano de obra. Y del otro lado están los sensores, en la mayoría de los casos relacionados a collares de vacas o sensores en línea en la sala de ordeñe. “Argentina tiene las mismas posibilidades de incorporar estas tecnologías que el resto del mundo. No tiene fronteras. Lo que sí es un hecho es la poca accesibilidad al crédito para poder adoptarlas”, alertó.
Ya mirando al futuro, el referente, de nacionalidad argentina, proyectó que se vienen las cámaras para detectar problemas de patas, condición corporal y disponibilidad de pasturas, entre otros. Y a su vez, el uso de los datos que largan los sensores a nivel de predicción, no tanto para decir lo que está pasando en el momento, sino para decir lo que puede pasar o sugerir acciones mirando hacia el futuro.
Haciendo foco en una de ellas, un panel estuvo dedicado al ordeñe robotizado, una tecnología que crece de forma paulatina tanto en el mundo como en la Argentina.Esta innovación se caracteriza por realizar las prácticas de rutina, ordeñar las vacas en forma automática, medir la producción, detectar problemas de mastitis y suministra alimentos, entre otras funciones. Aquí, se expusieron dos ejemplos concretos. Uno fue de un productor de Brasil y el otro, el caso del INTA Rafaela.
Armando Rabbers es un tambero de Castro, en el Estado de Paraná, Brasil, que produce leche desde hace 6 años con la particularidad que invirtió desde el comienzo en el robot. “La mano de obra disponible en ese momento era escasa porque la economía venía creciendo. Y además, había visitado diferentes tambos a nivel mundial que hicieron que invierta en esta tecnología”, desarrolló el tambero.
En su campo, predomina el sistema free stall con 144 vacas en ordeñe. Utiliza cabinas para que coman los animales porque reduce los costos, que según el productor, representan el 50% del total de los mismos. Y además, resaltó la conversión: 1 kilo de grano en 3,20 a 3,40 kilos de leche. “La amortización del equipo de robot es de 8 a 10 años”, indicó el productor.
El otro ejemplo es del tambo robotizado en el Inta Rafaela, inaugurado en 2015. Miguel Taverna, referente lechero de la institución, destacó que todos los meses hacen un informe sobre los indicadores de esta tecnología en la cual cuentan con 75 vacas. Para resaltar, en julio, en promedio cada vaca produjo 36 litros de leche.
El mismo Lyons agregó que en Australia se instaló el primer tambo robotizado en 2001 y ahora hay 39 productores con robots. Hay 174 unidades (varían de 2 a 16 unidades por tambo).
Por último, otro de los oradores del 15º Congreso Panamericano de la Leche fue Sergio Yani García, también de nacionalidad argentina y que tiene un largo currículum en Australia. Actualmente es profesor de ciencias lácteas en la Facultad de Ciencias de la Vida y del Medio Ambiente de la Universidad de Sydney, entre otros cargos. El especialista hizo foco en los factores que van a condicionar la existencia de cada tambero en los próximos 10 años. “Algunos serán determinantes”, advirtió.
Según el referente, las dos principales a corto plazo vienen del lado del ambiente y del bienestar animal. Y por el otro lado, mirando a largo plazo, tiene que ver con 4 ejes. En primer lugar, se asocia a la rentabilidad. “Esto está asociado a eficiencia técnica: cuánto alcanza un productor hoy en términos de productividad con respecto a lo que podría alcanzar”. Asimismo, otra clave será la flexibilidad y elasticidad que tengan los tamberos para los sistemas. “Los de base pastoril, por ejemplo, pueden en los años difíciles pasar a sistemas confinados. y a su vez, volver a dieta pastoril con algo de granos si el año viene bien. Esto va a dar más chances de estar en los grupos de los ganadores”, resumió.
A continuación, señaló que la autosuficiencia es el tercer factor ya que para Yani García, “es fácil comprar comida pero en general como oportunidad hay mucho más márgenes si se hace la comida en casa”. Y por último, la automatización y tecnificación. “Las cosas cambian tan rápidamente que se viene un gran cambio en el uso de datos y cómo se aplican eso datos en acciones concretas. No sirve tener datos, tiene que tener sistemas que le optimicen el manejo para jerarquizar la toma de decisiones”.
Por otro lado, hizo referencia a los atributos de cada sistema de producción. Para él, los productores están yendo hacia la intensificación, que tiene muchas ventajas: más leche por vaca y mejor confort del animal. A su vez, se logra más consistencia en la producción y ayuda a una mejor planificación de los insumos.
Pero aclaró que no compiten ambos sistemas entre sí. “No hay uno mejor que otro, sino que hay buenos o malos manejadores”, apuntó. “El problema es que cuando se cambian a sistemas intensivos lo hacen pensando que no pueden sacar más leche a base pastoril porque ya llegaron al techo. Pero los techos están mucho más arriba en los dos sistemas de producción”, cerró.