En estos días, de viaje por España y Portugal, uno se da cuenta con una claridad meridiana, cuál es el problema de la Argentina.

Cuando los dos países ibéricos entraron a la U.E. sus economías comenzaron a mejorar. Y mucho. Sorprende el grado de desarrollo alcanzado. ¿La razón? La U.E. exige que determinadas instituciones se cumplan a rajatabla.

Entre ellas, quizás la más importante, sea la de la moneda única, regida desde el Organismo monetario del bloque económico. Este Organismo es el Banco Central Europeo que ha pasado a regir la nueva moneda, el euro. Fue a partir del año 1999.

En el año 2002, tal moneda empezó a llegar al público mediante los nuevos billetes.

De esta forma, las economías de los mencionados países, así como de los demás, salvo Gran Bretaña, quedaron sujetas a tal Banco. Por lo tanto, la gente de aquellos países “menos serios” pasó a creer en su nueva moneda y los gobiernos, para decirlo en forma sencilla, no pudieron “emitir” como les plazca para cumplir con el gasto público.

Con esta breve reflexión, queremos mostrar la importancia de que el público “crea y confíe” en su moneda y de que el gobierno no afecte la adecuada “emisión” para cumplir el déficit fiscal.

En forma muy sintética, éste el problema de la economía argentina. El problema no es el dólar, señores; es el peso.

Para decirlo claramente: no es que el dólar suba en nuestro país. Es el peso el que pierde valor pues la gente no confía. Aunque es cierto que, a nivel global, el valor del dólar se fortalece. Pero lo hace en una dimensión incomparablemente menor a la del peso.

Nuestra moneda se mantiene sobre una cuerda. Al más mínimo sobre salto, pierde valor, principalmente porque nadie quiere ser tenedor de ella.

En esta oportunidad, el detonante proviene de la mayor presión ejercida por el desplome de la lira turca, que lleva a un empeoramiento de la percepción general de los mercados emergentes y mejora del dólar a nivel global. Este es el sobresalto que inicia el proceso de devaluación del peso.

El gráfico es elocuente:


Como los precios de los granos, a nivel local, se establecen según sea la paridad peso-dólar, cada vez que el peso se deprecia (es decir que el dólar aumenta), aumentan. Es más importante lo que pase con la paridad que con lo que suceda en los precios internacionales.

Por eso es la similitud –que obviamente no es exacta- de la evolución de los precios de los granos con los del peso. A menor valor del peso, mayores son los precios.