Son muchas las esperanzas que el sector agrícola tiene depositadas en la biotecnología, y uno de los grandes argumentos que se suele esgrimir es la posibilidad de reducir el impacto de los fenómenos climáticos en los cultivos. En ese sentido, el gen HB4 es un caballito de batalla con bandera nacional, y como tal tenía que tener su espacio en el XXVI Congreso de Aapresid, donde se espía el futuro de la agricultura.
Ignacio Crippa, líder de producto de Indear -la empresa de investigación y desarrollo del grupo Bioceres-, fue el encargado de mostrar los resultados que viene dando el gen que aporta tolerancia a sequía y salinidad en los cultivos de soja y trigo en su fase de ensayos, una tecnología que llega para aportar estabilidad a los rindes.
En síntesis, a partir de 37 ensayos realizados en la Argentina (contando los realizados en EE.UU. suman 50 ensayos) se encontró que el gen HB4 genera mejores rindes en condiciones de estrés hídrico y que en condiciones óptimas no tiene penalidad. “En soja, los ensayos demuestran que mejora los resultados en un 13 por ciento en promedio en condiciones de estrés, pudiendo alcanzar hasta un 30 por ciento en condiciones de sequía severa. En trigo, los resultados son un 25,2 por ciento más de rendimiento en condiciones limitantes y un 1,4 más en lotes con napa”, aseguró Crippa.
La tecnología, que se desarrolló por primera vez en el cultivo de girasol a partir de un descubrimiento realizado por profesionales de la Universidad Nacional del Litoral y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) liderados por la Dra. Raquel Chan, genera en las plantas un aumento de la fotosíntesis y una disminución en la senescencia.
Según Crippa, “teniendo en cuenta los rindes promedio de trigo de la Argentina, HB4 puede ser considerado un gen no solo de resistencia a sequía sino de rinde”.
¿Cómo sería la producción en un año de sequía si todos los materiales de trigo y soja del mercado tuvieran esta tecnología? Bioceres hizo el cálculo: “En los últimos cinco años, la producción promedio de Argentina en soja es de 55 millones de toneladas. En la última campaña se perdieron 16 millones por la sequía, de las cuales con el evento se podría haber recuperado 4,5 millones de toneladas (un 26%). En trigo, con el evento se podría haber recuperado más de 2 millones de toneladas”, dijo el técnico, y añadió que en términos económicos el impacto del gen podría haber llegado a los casi 2000 millones de dólares entre ambos cultivos.
El evento, según indicó, está aprobado por la Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria (Conabia) y el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) pero está a la espera de la aprobación por parte de la Secretaría de Mercados y de la desregulación por parte de China, Brasil y otros países que serían potenciales destinos de la producción.
“Al salir al mercado, el evento vendría en un germoplasma de élite acompañada con biológicos y un soporte de agricultura digital (monitoreo de cultivos, meteorología, etc…). Es muy importante probar nuevas tecnologías en su conjunto y ver su interacción. Además, otros semilleros ya lo están introduciendo en sus materiales”, dijo Crippa, y a modo de conclusión lanzó: “La idea a futuro es poder llevar el gen a alfalfa, maíz y todos los cultivos. La Argentina es pionero en el campo, y si sumamos la biotecnología el potencial es enorme”.