En la Argentina, alrededor del 78 % de la superficie destinada a verdeos de invierno corresponde a avena. Concentrada principalmente en Buenos Aires, Córdoba y La Pampa, es uno de los cultivos forrajeros invernales de mayor difusión y se destaca por la elevada producción de materia seca por hectárea, durante los meses más fríos del año.
“Por su plasticidad para adaptarse al pastoreo directo, doble propósito, a la confección de silaje y rollos o solo incorporarla en un esquema como cultivo de cobertura, la avena es considerada el verdeo de invierno más importante del país”, expresó Federico Moreyra, especialista del INTA Bordenave –Buenos Aires–.
Además, el cereal de invierno se destaca por la capacidad de producir forraje durante un período de tiempo prolongado. “A diferencia de otros cultivos destinados a la alimentación animal, con un buen manejo, la avena brinda alimento de manera estable y de buena calidad nutricional desde mayo hasta noviembre”, señaló Moreyra.
A pesar de los múltiples atributos que posee, el especialista del INTA advirtió que su principal enemigo es la roya de la hoja. “Si bien es una enfermedad poco común en el sudoeste de Buenos Aires, en las últimas campañas cobró relevancia nacional debido a la combinación de condiciones ambientales favorables para la dispersión del hongo y al uso de cultivares susceptibles”, indicó Moreyra quien agregó: “Para corregir este problema siempre recomendamos la elección de cultivares que posean resistencia genética a la enfermedad, como Juana INTA, Elisabet INTA y, próximamente Paloma INTA”.
Por esto, frente a la presión que ejercen algunas enfermedades, la elección del cultivar será cada vez más determinante en la producción de forraje de calidad. Inscriptos en 2016 por el grupo de Mejoramiento y Calidad Vegetal de esa unidad del INTA, ambos cultivares de avena combinan una altísima producción de pasto y un excelente nivel resistencia genética a la roya de la hoja.
“Hasta el momento, son las únicas variedades comerciales del mercado que combinan una alta producción y bajos niveles de severidad de la enfermedad, condición que se ha mantenido en los últimos seis años de evaluación a campo”, aseguró Moreyra.
El cultivar de avena blanca Juana INTA posee un potencial de producción –en condiciones de ensayo– de hasta 9.000 kilos de materia seca por hectárea, se adapta sin problemas al centro-norte de la región pampeana y posee buena resistencia a roya de la hoja. “Por el excelente comportamiento a frío y la gran capacidad de rebrote que posee, esta variedad fue seleccionada para el pastoreo directo”, afirmó Moreyra.
En la actualidad, Elisabet INTA es la variedad que se destaca por su mayor producción potencial de forraje del mercado, debido a que en ensayos realizados en el campo experimental del INTA superó los 10.500 kilos de materia seca por hectárea. Además, posee excelente resistencia a roya de la hoja, aún en ambientes con elevada infección natural.
En este sentido, Moreyra señaló que “a diferencia de lo cultivares tradicionales, como Cristal o Calen, las variedades desarrolladas recientemente, como Juana INTA, Elizabet INTA y Paloma INTA tienen un período de aprovechamiento de forraje más prolongado, esto permite que el animal consuma siempre alimento de alta calidad”.
“La incorporación de tecnología a la semilla permite disminuir los costos de producción, producir pasto de manera sustentable y amigable con el ambiente”, destacó Moreyra quien aseguró que “el mejoramiento genético es una herramienta que nos permite obtener cultivos adaptados a las condiciones locales y que resistan al ataque de enfermedades”.