Carne argentina en el mundo es sinónimo de calidad y una de las pocas Marcas País asociadas a los alimentos, al menos en los mercados occidentales tradicionales. Fue una construcción de estado generada desde mediados del siglo XIX. Genética, alfalfa sembrada por los primeros agricultores, alambrados, molinos, infraestructura pública (telégrafo, ferrocarril, puertos, barco frigorífico) y privada (industrias, sistema comercial) fueron las claves para abastecer la explosión demográfica europea producto de la Revolución Industrial. Esa población urbana que requiere alimentos genera los graneros y carnicerías del mundo en las llanuras de los EE. UU., Argentina y Australia, esto no estaba previsto y Malthus erró, pero solo por 2 siglos, hoy ya no hay tierras equivalentes a incorporar, solo queda crecer con aceleración de tecnologías sustentables.
Ese hogar obrero donde solo el hombre trabajaba fuera de la casa, con varios hijos, requiere productos sin mucho valor agregado, por ejemplo, granos o harina, con compras diarias por no haber cadena de frío y gastan la mayor parte de sus ingresos en comer. A partir de los años 60 hay una incorporación importante de las mujeres al mundo del trabajo y a la educación superior, con pocos hijos, generan una demanda de productos industrializados (fideos, salsas, queso rallado) adquiridos en compra mensual en grandes superficies, el desafío era proveer al supermercado. Por eso hace unos años propusimos conceptualmente pasar del Granero al Supermercado.
Hoy nuevamente cambió el perfil del consumidor y también donde está la mayor y más sofisticada demanda. El dónde tiene relación con lo que llamo la vuelta a la normalidad histórica, el liderazgo tecnológico y económico de Asia, ya que, en los últimos 20 siglos, en 18 lideró Asia con más del 55 % del PBI global, en los últimos dos lideró la suma de Europa y EEUU, pero en pocos años esto se termina, vuelve la normalidad….
Estos cambios globales ya se manifiestan en las exportaciones agroindustriales argentinas, (ver infografía), donde se ve claramente como cambió el destino, crecen Asia y la ASEAN su subcomponente más dinámico, los países árabes y cae fuertemente la Unión Europea, que fue el 50 % hasta los 90 y hoy menos del 25%.
Estamos en la era de la Bioeconomía, la de los consumidores exigentes e informados, que gastan un porcentaje pequeño de sus ingresos en alimentos y fácilmente acceden a productos de mayor precio que tienen otras características que los diferencia, ya que son trazados y certificados, elaborados fuera del hogar listo para consumir, se compran por web y pagan con el celular, son los alimentos de la boutique.
En China, donde se encuentra la clase media más numerosa del mundo aprecian los productos sofisticados y muchas veces, por la falta de cultura de consumo histórico, se asocia el precio a calidad, si el primero es alto, debe ser de buena calidad. Es así como allí está la mayor venta de autos europeos de lujo, vinos y champagne franceses, relojes suizos exclusivos etcétera. También Japón desde hace cinco décadas viene construyendo un mercado de alimentos con exigencias del máximo nivel.
Frente a los problemas de competitividad estructural argentina con muchas dificultades para competir con productos industriales masivos en la escala baja de precios, una alternativa es imitar a los europeos que sin competitividad agrícola logra sobrevivir con estrategias boutique expresada en políticas como la denominación de origen, las marcas asociadas a exclusividad y el alto precio.
Nuestra carne puede jugar esta liga si se lo propone. En estos días hay dos logros que deberían cambiar la historia, con un impacto semejante al del barco frigorífico que abrió el mercado europeo, son las aperturas de China y Japón. Es el momento de apostar a este nuevo consumidor con nuestra calidad, pero agregando trazabilidad, empaquetando en envases de tamaño y calidad que puedan ser vendidos vía web, sería nuestra carne boutique. No es fácil, pero tenemos muchos elementos a favor En carnes, China paso de un papel irrelevante en el comercio mundial a ser el primer importador, en solo una década pasó de unas 100 mil a 1,1 millón de toneladas totales, ¡multiplicó por 11! . Hoy, ya es nuestro principal comprador, pero a Uruguay le compra el doble y a Brasil cuatro veces más. Y si bien es verdad que la mayoría de lo importado es congelado y cortes no tan valiosos, en estos 10 años se triplicó la demanda de cortes refrigerados de calidad y se pasó de importar 5.000 a 15.000 toneladas casi todas desde Australia. Mi hipótesis es que con los cambios sociales que se están generando muy pronto despegará también esta importación, algo desfasada de los congelados, pero ocurrirá en pocos años.
Japón por otro lado importa del orden de las 700.000 toneladas, siendo un mercado atractivo por su refinado gusto y su poder adquisitivo.
Un elemento importante es que como dice Viglizzo somos uno de los pocos países de emisión cero, si certificamos que tenemos sistemas productivos sustentables, especialmente los ganaderos, podremos generar una marca país que nos identifique con las Buenas Prácticas Manejo, con productos de calidad, el cuidando del ambiente y de nuestra gente. Hay una nueva oportunidad de combinar el Granero con el Supermercado y la Boutique de alimentos, liderar en bioenergía, desarrollar biomoléculas y ser un centro global de servicios profesionales, agregando valor a cada molécula generada en nuestra gran superficie fotosintética.
Con nuestras carnes podemos avanzar en esta línea y volver al futuro que los constructores de la Argentina pensaron para las generaciones que vendrían, el mundo está dando nuevamente una oportunidad, ojalá esta vez la entendamos y obremos en consecuencia.
Por Fernando Vilella - Ingeniero Agronómo. Titular de la Cátedra de Agronegocios. Facultad de Agronomía (UBA)