Pero además de estos números y de la expectativa por el desempeño de Lionel Messi y compañía, la Argentina debería mirar otras cifras de Rusia: es un mercado de 144 millones de consumidores con buen poder adquisitivo, importa por un valor de US$228.213 millones, tiene un PBI per cápita anual de US$28.957 e inversiones en el exterior por US$335.791 millones. Luego de 130 años de historia de comercio bilateral, nuestro país necesita mucho más que "corazón y pases cortos" para explotar todo el potencial que ofrece el gigante euroasiático.
Consciente de esta oportunidad, el Gobierno inició este año contactos directos: en enero viajó el presidente Mauricio Macri a Moscú, poco después lo hizo el canciller, Jorge Faurie, y más tarde hizo lo propio una comisión económica de trabajo, enfocada en el comercio y las inversiones. Todo esto se verá coronado en noviembre, con la visita del presidente ruso, Vladimir Putin, con motivo de la Cumbre de Líderes del G-20 (será entre el 30 de noviembre y el 1° de diciembre).
Horacio Reyser, secretario de Relaciones Económicas Internacionales de la Cancillería, dice que lo más concreto que se logró fue la habilitación de 28 plantas argentinas para exportar pescado. "También está incrementándose la exportación de carne bovina. Y desde el punto de vista de la inversión, hubo compañías rusas muy interesadas en inversión ferroviaria y un desembolso de US$85 millones en Puerto Ramallo, con financiamiento de Gazprom Bank", agrega.
En lo que hace a pesca, en 2017 Rusia fue el tercer destino de las exportaciones de pescado argentino (un crecimiento de 82%, respecto de 2016). Ese mercado representa una oportunidad por su tamaño y su bajo nivel de penetración, además de por el crecimiento registrado en el último año. Con las nuevas 28 plantas habilitadas, se elevó a 160 el número de empresas autorizadas para exportar productos de la pesca a esa plaza.
Más allá de esto, según Reyser, el potencial es inmenso y por eso el Ministerio de Agroindustria de la Nación evalúa enviar una misión específica de esa área dentro de unos meses, para identificar las oportunidades in situ y trabajar en una conexión entre compañías rusas y argentinas.
Luis Miguel Etchevehere, ministro de Agroindustria de la Nación, confirma que la aspiración oficial es profundizar la relación comercial. "Prueba de la importancia que le damos a ese mercado es que nombramos nuestro quinto agregado agrícola en Moscú [Alonso Pablo Ferrando]. Hoy el volumen del intercambio es bajo con respecto al potencial que existe, pero tuvimos una muy buena recepción y se destrabaron algunas cuestiones que había a nivel de requerimientos", enfatiza.
En carnes, tradicionalmente el país envío a la tierra de los zares la denominada vaca de conserva, pero hoy se busca ingresar con cortes de más calidad. "Se están mandando cortes congelados deshuesados, no en el volumen que quisiéramos, pero se avanza. Además, lo importante es que el mercado está muy abierto. Después, siempre se depende del precio, que se mueve según la época del año", explica Etchevehere.
Otro terreno en el que la Argentina debería progresar es el de la maquinaria agrícola, ya que se trata de mucho valor agregado y de algo que Rusia está necesitando. Etchevehere cuenta que ya hay marcas locales en los campos rusos y que, además, ya hubo reuniones en enero con representantes de la Asociación de Productores Agropecuarios (Akkor), que manifestaron el interés de viajar aquí para ver cómo trabajan las máquinas.
El mejor momento de las relaciones comerciales entre ambos países se vivió en los años ochenta, pero en los noventa se enfriaron, en tiempos en que ellos sufrieron su propia crisis política y económica. El renacer de la relación se da después de la crisis del vodka (1998) y la crisis local de 2001: en 2003/2004 se reestructura el entramado comercial. El mejor momento de las exportaciones argentinas a Rusia fue en 2008, con casi US$800 millones (en los años 80 eran de más de US$1000 millones).
Matías García Tuñón, coordinador general de la Cámara de Comercio Argentino Rusa, comenta que el gran problema es que históricamente hubo mucha intermediación (está el productor, el intermediario holandés; después ese le vende al distribuidor ruso que vive en Moscú y este, a su vez, le vende al fabricante de golosinas que vive en el interior). "¿Por qué no se hace de manera directa? Porque el ruso no vino y el argentino no fue. Ahora se está arreglando un poco eso, pero lleva tiempo", afirma.
Según datos de la Cámara Argentina de Comercio (CAC), durante 2017 las exportaciones fueron de US$510,8 millones, avanzando un 4% en términos interanuales. En tanto que las importaciones fueron de US$ 341 millones, un 13% menos que en 2016. En consecuencia, la balanza comercial arrojó un superávit de US$ 169,8 millones, lo que marcó un alza de 76% en comparación al período anterior.
El saldo comercial fue superavitario para la Argentina en 17 de los últimos 26 años, siendo el máximo registro el alcanzado en 2009 (US$ 715 millones). No obstante, en el período 2011-2015 el resultado fue deficitario, verificándose en 2013 el rojo más significativo de toda la serie, que fue de US$995 millones, según la CAC.
García Tuñón explica el origen de ese rojo. "Teníamos déficit comercial durante el gobierno anterior, por la fuerte compra de fueloil, ya que cuando se cae el suministro de Venezuela, aparece Rusia como salida. Pero eso generó una situación desfavorable", señala.
En efecto, la Argentina empezó a declinar sus exportaciones a Rusia hasta hace dos años, cuando la cifra se estabilizó en US$500 millones. Pero eso tiene una debilidad: hay mucha concentración en productos primarios. "Ahí está el 80% de nuestras ventas externas a ese destino. Pero cuando se analiza en qué gastaron la plata ellos, se ve que solo destinaron 15% en ese segmento de poco valor agregado; el 85% restante lo invierten en cosas que nosotros no le vendemos (tecnología farmacéutica, medicamentos, cosméticos, maquinaria agrícola)", indica García Tuñón.
Hoy el país les vende mucha fruta y vísceras de ganado bovino, entre otros productos, pero podría abrir otros segmentos. Según dice García Tuñón, algunas empresas locales han visto esos nichos y les va bien, pero son casos aislados. Eso se da porque hay desconocimiento del empresariado de lo que necesita Rusia y porque los rusos no saben que acá existen esos productos.
En un contexto de crisis comercial entre Rusia y Occidente, con la prohibición rusa al ingreso de productos de Estados Unidos y la Unión Europea (en represalia por medidas proteccionistas impuestas por estos dos mercados), la Argentina tiene una posibilidad casi única: el sector lácteo es uno de los que mejor supo leer esa ventaja y colocó mucho de su producción allá. Pero el resto no lo hizo: por el momento, las exportaciones argentinas representan solo 0,4% del total de las compras rusas.
Desde Cancillería, en tanto, destacan algunas acciones que se están concretando: la decisión del Ministerio de Agroindustria de participar en una Feria y Foro de Productos Pesqueros (en San Petersburgo, en setiembre); el avance en el entendimiento sobre biotecnología agropecuaria (podría firmarse un acuerdo en julio); el progreso en el marco de entendimiento entre la Argentina y la Unión Económica Euroasiática, y la firma del acuerdo con la Fundación Skolkovo (gran centro de innovación tecnológica), entre otros.
Las inversiones rusas en la Argentina nunca han sido destacables: según el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, pasaron de US$23 millones en 2008 a solo US$4 millones en 2015. Su mayor interés aquí está dado en el área ferroviaria. En ese sentido, se avanzó en la recuperación de los talleres Mechita (Bragado) y Transmashholding (TMH) resultó adjudicataria de la licitación para el mantenimiento de los talleres del Ferrocarril General San Martín, y está la posibilidad de que ocurra lo mismo con los Talleres Maldonado (Bahía Blanca). Asimismo, es posible que los Ferrocarriles de la Federación Rusa tengan a su cargo la recuperación del tren Norpatagónico.
En cuestión de inversiones, Marcelo Elizondo, consultor en negocios internacionales, opina que donde ve más potencial de llegada de capitales rusos es en el ámbito energético, porque Rusia tiene colosos en esa materia, como Gasprom y Lukoil, entre otros. "En consonancia, la Argentina tiene potencial para recursos de gas y petróleo, convencionales y no convencionales. No por nada hace un par de años, Gazprom hizo un acuerdo con YPF", subraya el especialista.
Además, Elizondo destaca una particularidad rusa que puede favorecer su arribo al país. "Los rusos están acostumbrados a moverse en escenarios no tan sofisticados desde el punto de vista institucional. No te analizan con la misma lupa que las empresas occidentales", concluye. Y agrega: "Otra área en la que veo chances es en la de infraestructura, porque ellos, por una cuestión de clima, están muy bien parados en ese aspecto".
En cuatro días, Rusia enfrentará a Arabia Saudita en el partido inaugural del Mundial que se juega en su tierra; dos jornadas después, la Argentina debutará ante Islandia. Pero ningún resultado dentro de la cancha tendrá el poder de cambiar el potencial comercial que hay entre ambos países; un potencial que solo podrá aprovecharse si el Estado y los empresarios juegan en equipo.