Según datos de la FAO, la región de América Latina y el Caribe alberga al 35 % de los países con mayor riqueza biológica del planeta que, debido a su diversidad climática, topográfica, geológica y de vegetación, reúnen más de 30 tipos de suelos. Sólo el 10 % de esta superficie incluye suelos con fertilidad natural que, expuestos a elevadas cargas productivas, garantizan la seguridad alimentaria del mundo al proveer el 50 % de la producción de soja, caña y café y el 25 % de productos cárnicos, entre otros alimentos.
Vital para la vida en el planeta, este recurso natural es estudiado por cientos de especialistas de todos los países para promover su preservación y su uso productivo sostenible a través de las generaciones. En este contexto, la unión para el desarrollo articulado de conocimiento científico se vuelve estratégica y es uno de los objetivos que motivó la creación de la Red Latinoamericana de Laboratorios de Suelos, compuesta por 33 países y cuya vicepresidencia quedó en manos del INTA en representación de la Argentina.
“Buscamos analizar qué está pasando con los suelos a escala mundial, pero con datos que sean concordantes y comparables”, señaló Daniel Carreira, jefe de Laboratorio del Instituto de Suelos del INTA, elegido para ejercer la vicepresidencia de la red recientemente creada que se integra al sistema de información global de la Alianza Mundial de Suelos de la FAO.
De acuerdo con el especialista, uno de los primeros desafíos es establecer protocolos de ensayos para análisis de muestras de suelo que puedan ser utilizados, de manera unificada, por los laboratorios de los diferentes países.
“A lo largo del tiempo el desarrollo de la ciencia del suelo se realizó localmente en cada país y eso supuso la adopción de distintas metodologías, cuyas aplicaciones tienen variantes que alteran los resultados y dificultan su comparación”, explicó Carreira.
En este sentido, remarcó que “la generación de información acerca de las características y factores que afectan los suelos requiere procedimientos de medición en campo y laboratorio que proporcionen datos robustos, fiables y capaces de ser comparados entre sí”. La información obtenida en los ensayos es el insumo básico para construir los diagnósticos de fertilidad, manejo, conservación y cartografía de suelos.
Asimismo, indicó que desde la red se trabajará en la implementación de controles interlaboratorios para avanzar en la definición de los protocolos. “Los referentes integrados a la red tomaron en cuenta el camino hecho en el INTA para la normalización de protocolos”, comentó Carreira.
Las experiencias destacadas se realizan en el marco de la Red de Laboratorios de Suelos, Agua y Vegetales del INTA y del Programa Nacional Interlaboratorio de Suelos Agropecuarios, implementado por el Ministerio de Agroindustria de la Nación y cuya coordinación operativa es ejecutada por el instituto.
Con la participación de 33 países, la presidencia de la red quedó a cargo de Floria Bertsch, especialista de la Universidad de Costa Rica, mientras que la comisión de trabajo reúne a referentes de Brasil, México, República Dominicana, Colombia y Ecuador.
Un ejemplo que inspira
La Red de Laboratorios de Suelos, Agua y Vegetales del INTA es un espacio de trabajo colaborativo, conformada por más de 30 laboratorios pertenecientes a distintas unidades del instituto distribuidos en todo el país.
Además de cubrir la demanda técnica de las regiones de influencia, su actividad apunta a normalizar procedimientos analíticos y de gestión bajo un sistema de mejora continua, en virtud de optimizar el desempeño, el uso de los recursos y la capacidad analítica de los laboratorios.
“Este espacio tiene la posibilidad de responder frente a la demanda como un único laboratorio institucional y, a su vez, permite que cada uno de sus laboratorios cuente con el respaldo y la capacidad analítica instalada en toda la red”, argumentó Carreira.
Para garantizar este modelo de funcionamiento, los laboratorios mantienen una continua comunicación, capacitan a su personal y comparan los trabajos que realizan en pos de asegurar una intervención articulada.
En esta línea, también trabajan en programas de controles interlaboratorios que, entre diferentes propósitos, buscan mejorar el desarrollo y normalización de métodos analíticos, la aptitud del desempeño de los laboratorios y la preparación de materiales de referencia.