Son meses de ingresos viejos y precios nuevos, es decir, de deterioro del salario real. En la sala de máquinas del oficialismo han detectado que la opinión sobre el Presidente fluctúa en las encuestas según las variaciones del poder adquisitivo. Esta coyuntura se recorta sobre un paisaje de más larga duración. El gradualismo inspira entusiasmos moderados. Estas condiciones materiales potencian una dinámica política. Cambiemos sigue dependiendo del eje ético-institucional más que de ninguna otra variable para obtener consenso. Este es el marco en el que adquieren significado las tensiones entre Mauricio Macri y Elisa Carrió, quien es dentro de esa coalición la dirigente más identificada con ese eje.
Para entender por qué cuanto más problemática es la performance económica del oficialismo más se potencia el rol de Carrió, conviene observar algunos sondeos. La consultora Isonomía detectó que el número de los que no confían en que el Gobierno derrote la inflación aumentó del 44% al 49% entre diciembre y marzo. Y el de los que sí lo hacen disminuyó del 49% al 36% en el mismo lapso. Esos cambios son relevantes porque doblegar la inflación ha sido una promesa que Macri asumió en términos personales. Otra encuestadora, Aresco, identificó que 44,1% de los entrevistados está conforme con la gestión oficial. Dentro de ese universo, el 34,3% se basa en un gaseoso "porque sacará el país adelante". Pero el 19% adhiere "porque lucha contra las mafias". El 18,2%, porque "es mejor que los anteriores". Y un 6,6%, "porque es honesto y transparente".
Sobre el telón de fondo de estas evaluaciones se recorta el lugar de Carrió en Cambiemos. Ese rol está determinado por la anatomía de esa formación: es la unión de dos partidos personales, Pro y la Coalición Cívica (CC), con otro, la UCR, que carece de un liderazgo claro desde la muerte de Raúl Alfonsín. Pro y la Coalición Cívica son, en lo esencial, Macri y Carrió. Por eso la relación entre ellos es importantísima para la estabilidad de todo el grupo.
Carrió está potenciada también por el lugar que le otorga el resto del oficialismo. Los radicales ceden un espacio amplísimo porque tienen, desde hace años, su creatividad aletargada, lo que explica el ascenso de la CC y de Pro. Macri refuerza el papel estratégico de la diputada por otro motivo. Sería bastante sencillo describir el programa fiscal, energético, diplomático o monetario del Gobierno. En cambio, su programa de regeneración institucional es brumoso y contradictorio. Ni siquiera está claro quién lo encarna. Este vacío consigue que Carrió sea mucho más determinante en la ecuación Cambiemos. Por momentos pareciera que su discurso draconiano es la única estrategia de Macri en ese campo.
Estas coordenadas explican por qué se encendió una alarma en la Casa Rosada cuando la líder de la CC reaccionó ante las críticas de Macri a los diputados por el canje de pasajes por dinero. Apenas comenzó a conocerse la furia de Carrió, Peña se comunicó enseguida con los líderes parlamentarios del oficialismo. Algunos dejaban trascender que ella interpretó la amonestación de Macri como un ataque personal. Otros lo desmintieron. La oposición peronista echó sal en la herida. Felipe Solá, amigo de Lilita y detractor de Macri, dijo que el Presidente también hacía ese trueque cuando era diputado. El puntano Manuel Vallone fue más insidioso: "Lo de los pasajes fue un carpetazo de Macri contra Carrió". La diputada contestó pegando donde duele. "Él no necesita que le paguen el transporte porque desde chico viaja en helicóptero. Y usa jet privado". El estereotipo de niño rico que desconoce las privaciones del común de los mortales es la mayor y más antigua vulnerabilidad de Macri según todas las encuestas. Ella lo sabe.
El temor a una desavenencia con Carrió impidió a los gerentes del Gobierno advertir el ángulo más inconveniente del comentario de Macri: el malestar que provocó en el Congreso. Para una administración que está en minoría en las dos cámaras, cualquier rispidez en esa relación es peligrosa. Pero, en este caso, también fue inoportuna. El reproche se produjo unos días antes de que Luis Caputo fuera interpelado. Emilio Monzó, Mario Negri y Nicolás Massot, las figuras principales de Cambiemos en Diputados, hicieron gestiones de emergencia para reconstruir un clima más o menos apacible para el ministro de Finanzas.
El martes, durante el almuerzo que Peña y Rogelio Frigerio compartieron con los jefes de bloque del Senado, Miguel Pichetto recriminó: "Ustedes necesitan de nosotros, ¿para qué maltratan al Congreso?". Pichetto está molesto porque Macri postuló a Inés Weinberg de Roca como procuradora general de la Nación sin negociar con el PJ. Es cierto que esa frustración se disolvió durante el almuerzo que compartió con el Presidente la semana pasada. El acuerdo para Weinberg podría acelerarse.
Los auxiliares de Macri sugieren no leer sus declaraciones como parte de una estrategia. "Él está acostumbrado a hacer y decir cosas que pueden arruinar una jugada, confiando en que sus subalternos repararán lo que rompió", explican. Tiene lógica. Era el estilo Franco Macri. En el caso de las relaciones con el Congreso, el riesgo está agravado. Al Presidente los cuerpos colegiados le parecen ociosos. "Tiene con ese tipo de instituciones una distancia cultural casi tan grande como la que lo separa del radicalismo", bromeaba ayer alguien que lo ve todos los días.
La relación con Carrió, en cambio, merece más cuidado. Sobre todo por una novedad. El principal lazo con que se anudaba comenzó a aflojarse en las últimas elecciones. Es la gravitación de Cristina Kirchner. Cada vez que el Presidente tenía un entredicho con la diputada, promovía un encuentro, con la mediación de José Torello. Este amigo presidencial es una especie de Daniel Angelici a la menos uno. Una vez reunidos, Macri se reconciliaba con Carrió con el mismo argumento: "¿Te imaginás lo contenta que se pone Cristina cada vez que te enojás?". Es probable que ese abracadabra esté perdiendo eficacia, porque la ex presidenta está perdiendo capacidad operativa.
El ingreso de la señora de Kirchner en una lenta recesión permite alineamientos inusuales. Nadie descarta que la Cámara de Diputados dirija un pedido de informes a los jueces Ricardo Lorenzetti, Martín Irurzun y Ariel Lijo para que expliquen el funcionamiento del sistema de intervenciones judiciales en teléfonos y correos electrónicos. Es por la divulgación de las conversaciones entre la expresidenta y Oscar Parrilli. El texto fue elaborado hace dos semanas. Lo redactó el diputado Juan Manuel López (CC) y tuvo el apoyo de casi todas las bancadas. Sobre todo del kirchnerismo. La iniciativa, que es la más transversal que se conozca desde que Macri llegó al poder, se filtra en disidencias internas de la Corte. El ministro Horacio Rosatti, por ejemplo, sugirió el lunes pasado que el tribunal podría desentenderse de las escuchas y delegarlas en un organismo independiente, conducido por técnicos nombrados por concurso.
En la polémica por el espionaje telefónico convergen dos historias. Una, la eterna lucha de Carrió por enjuiciar a Lorenzetti en el Congreso. Un detalle: ella consiguió una banca más en la Comisión de Juicio Político. La ocupa el diputado López. ¿Se le unirá Cristina Kirchner? La otra saga transcurre dentro de la Corte. La discusión por la presidencia, que se dirime en diciembre, está lanzada. Lorenzetti aspira a reelegirse. Solo votan, como es lógico, los miembros del tribunal. Son casi intocables. Como diría José Manuel de la Sota, "cruza con Dios". Aun así, cualquier movimiento externo puede alterar esa disputa.