A continuación, sus principales conceptos:
La competitividad tiene mil caras pero hay una que es la menos conocida: se trata de la burocracia explícita o, mejor dicho, la de aquellos factores que producen ineficiencias cuantificables en tiempo y espacio. Basta con un ejemplo para demostrar la difícil realidad. En nuestro país se necesitan 158 trámites para exportar un pollo. Sí, 158 trámites si se considera el proceso punta a punta de la cadena avícola.
Primero, se tiene que pasar 53 veces por la AFIP; si le va mal en uno de los pasos, de los cuales un 60% se hace en papel, se tiene que volver a foja cero. Si todo sale bien, se pasa al Senasa, donde hay que completar 52 trámites, seguidos por 27 instancias administrativas en los organismos provinciales, 4 municipales y 8 en la Aduana. En paralelo, hay que recurrir al Ministerio de Agroindustria, Ivetra, la Dirección Nacional de Transporte, ANMAT, Ucesci, Ministerio de Producción, Indec, Sedronar, INTI y, finalmente, se realiza la última verificación de ese pollo que el productor empresarial desea exportar. Sólo por la falta de digitalización se pueden perder desde 15 días hasta 45.
En el ranking del Foro Económico Mundial, la burocracia está entre los 5 mayores problemas para hacer negocios en la Argentina. Los otros son inflación, impuestos, acceso a crédito y corrupción. También hay otro indicador: el estudio del Banco Mundial sobre facilidades para hacer negocios, señala que la Argentina ocupa la posición 24 de 32 en la región y, en el mundo, 121 de 189 países. Hay casi 6000 empresas exportadoras pero son menos de cien las empresas que logran enviar anualmente más de US$100 millones (y menos de 15 las que exportan más de US$1000 millones). La cifra de empresas exportadoras cayó en los últimos años. La Argentina es el país de la región con menores ingresos de sus exportaciones en las cadenas globales de valor y eso no es culpa del pollo sino del Estado que le da de comer.