El gobierno chino ha decidido reducir a la mitad el consumo de carne hacia 2030; y el Ministerio de Salud Pública ha lanzado un plan que señala que los 1.340 millones de habitantes deberían consumir no más de 40 a 75 gramos de carne por día y persona para entonces.
China tiene ya más de 100 millones de diabéticos y obesos o hiperobesos por efecto directo de la dieta hiperproteínica derivada de la ingesta de carne, sobre todo cerdo (más de 80% de la carne consumida en la República Popular es porcina).
Además, más de 20% de la emisión de dióxido de carbono (CO2) de China proviene del metano originado en el ganado porcino; y el gobierno de Beijing aspira a reducir en más de 1.000 millones de toneladas las emisiones de CO2 prevista en 2030 (serían 1.800 millones de toneladas).
China consumió 63 kilos de carne per cápita en 2017; y el nivel de ingesta era 13 kilos anuales en 1982. La tendencia actual lleva a que el nivel de consumo de carnes aumente más de 30 kilos en 2030, lo que llevaría a un nivel extraordinario de 93 kilos por año y por persona.
La nueva guía alimenticia lanzada por el Ministerio de Salud Pública reduce el consumo de carnes a entre 14 kilos y 27 kilos por personas en 2030, una cifra que representa un tercio de la tendencia actual.
La República Popular consume hoy 28% de la carne mundial, y más de 50% de la carne de cerdo. Es una trayectoria insustentable tanto desde el punto de vista climático como alimentario; y la tendencia actual lleva a que se incremente en más de 20 millones de toneladas el nivel de consumo en los próximos 2 años.
El cálculo que hace el instituto internacional Chatham House de Londres, obviamente con el característico sentido irónico británico, es que si se adoptara la dieta vegetariana en el mundo, las emisiones de CO2 podrían disminuir más de dos tercios.
El ranking mundial de consumo de carnes es el siguiente: Australia está a la cabeza con 93 kilos por año; luego sigue Estados Unidos con 91,1 kilos; lo sigue Israel con 81 kilos; y la Argentina ocupa el cuarto lugar con 84,7 kilos anuales por habitante.
La tendencia en la emisión de metano por el ganado del mundo es nítida: crece más de 11% por año el metano producido por cada animal, según estimaciones del Panel Intergubernamental de Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC, por sus siglas en inglés), lo que indica un nivel de incremento 10 veces superior al establecido en los últimos 15 años (se calcula que el metano representa entre el 16% y 20% del total de la emisión global de CO2).
El cálculo del Panel de Naciones Unidas es que en un período de 100 años la capacidad de calentamiento global de la atmósfera provocado por la emisión de metano es 28 veces mayor que la proveniente del CO2 originado en los combustibles fósiles. Agrega esta estimación que este extraordinario potencial destructivo aumenta a medida que más crece la dieta fundada en el consumo de carnes y lácteos.
Es obvio que el crecimiento de la emisión de metano está directamente vinculado al auge notable del consumo de carnes en el mundo, sobre todo en el continente asiático, y primordialmente en China, el eje de la demanda global.
La decisión del gobierno chino de reducir el consumo de carnes a la mitad en 12 años tiene un significado esencial que modifica el negocio agroalimentario mundial.
Es una tendencia para seguir de cerca desde la Argentina, uno de los países que más granos forrajeros y harinas proteicas embarca hacia el gigante asiático, que las usa para engordar cerdos y peces.