Es que el gusano cogollero (Spodoptera frugiperda) los tuvo a “maltraer” durante mucho tiempo, especialmente desde el centro del país hacia el norte. Era una plaga muy difícil de controlar, ya que, en muy poco tiempo el gusanito nacido de los huevos que puso la polilla se metía dentro del cogollo y quedaba muy protegido de los tratamientos insecticidas, sea cual fuere el producto, dosis y volumen de aplicación. En los años 80 y 90 se empezó a usar una técnica que mitigaba muchísimo los daños de esta plaga. Se usaron productos insecticidas en las semillas que iban a ser sembradas, especialmente un carbamato (tiodicarb). Y se lograron dos cuestiones importantes desde el punto de vista del manejo de la plaga: reducir el número de tratamientos foliares y lograr más eficiencia en las aplicaciones.
Con la adopción de maíces genéticamente modificados (maíces Bt) que toleraban la plaga, este manejo dejó de ser necesario. Tampoco se hacían tratamientos foliares, ya que el gen incorporado hacía expresar una proteína tóxica para las larvas del cogollero y no producían ningún daño. Hasta el fatídico año 2013. Los maíces que antes eran “de plástico” …. El cogollero los empezó a hacer “de goma”. La naturaleza expresó su potencial de conservación de las especies y esta oruga adquirió la capacidad de tolerar la toxina de las plantas Bt. Para expresarlo en un lenguaje más popular, se hicieron resistentes. Hoy la mayoría de los materiales han perdido la capacidad de tolerar al cogollero, y en muchos de ellos hay que hacer tratamientos como si fueran maíces no modificados genéticamente. Con muchos actores responsables de que este fenómeno haya ocurrido, como productores (no se hacían los refugios), semilleros (no proveían las semillas idóneas para los refugios), Estado (no legisló ni controló estas tecnologías), hay que volver a los tratamientos con esta plaga.
El primer aspecto que merece un análisis es que, no habiéndose desarrollado sólidamente estrategias de manejo para Spodoptera en maíz en campo (solo en manuales técnicos de empresas y comunicaciones de entes estatales), hoy nos vemos ante la necesidad de, no solo manejar la plaga, sino de manejar la resistencia genética del gusano cogollero.
“El que quiera pescado…que se moje”, reza el dicho popular, y traducido al tema que nos ocupa en maíz… “el que quiera rinde… que maneje la plaga”. Y manejar es un concepto muy distinto al de controlar (producto y dosis). El manejo debe estar apoyado en el monitoreo para tomar buenas decisiones, en la elección de variedades, en la rotación de activos en caso de más de un tratamiento, en ajustar y perfeccionar las técnicas de aplicación, en la toma de decisiones para lograr efectividad a partir del mejor momento para efectuar los tratamientos, …. y todo esto bajo la presión económica de hacer rentable al cultivo.
Y considerando las técnicas de manejo, vuelven a mi memoria los tratamientos “curasemillas” para el cogollero. Aquella práctica que daba tan buenos resultados. Hoy en día la mayoría de las semillas que se venden para la siembra vienen “curadas” con algún insecticida, normalmente neonicotinoides. Si bien pueden tener algún efecto de corto plazo, no son tan eficientes para el control de la plaga, salvo algún producto en mezcla con una Diamida no específica. Es que se necesitan ajustar las dosis para este caso en particular, así como en otras épocas el tiodicarb se dosificaba para cualquier plaga en 1 litro por cada 100 Kg de semilla, pero 2 litros cada 100 para cogollero, hoy en día deben investigarse y probarse nuevas moléculas y dosificaciones.
Dentro de las pocas nuevas moléculas que han aparecido en el mercado, las diamidas y en especial clorantraniliprole (Rynaxypyr como nombre de la empresa de origen) es la que más se destaca.
Varias son las cualidades que tienen los productos usados como insecticidas a la semilla desde el punto de vista técnico y ambiental. En primer lugar los productos solo son colocados en las semillas, por lo que no hay ningún tipo de pulverización o dispersión de producto activo sobre la superficie. Esto es beneficioso fundamentalmente para insectos que no son blanco de las aplicaciones, pero también debe resaltarse que el ingrediente activo es tomado por las raíces y se metaboliza en la planta, por lo que los residuos en suelo son mínimos. La primera virtud es entonces la localización segura del producto como ventaja ambiental. Desde el punto de vista técnico, el cogollero no es la única plaga que puede afectar al maíz en las etapas tempranas. Hay otras plagas, también orugas, que cortan a nivel del suelo las plantas y pueden retrasar su desarrollo con la consiguiente merma de rinde por sombreamiento, y en algunos casos hasta morir.
Una de las consideraciones técnicas que deben tener estos productos es la de proteger la planta por un período razonable de tiempo. Dos semanas es un buen límite. Cuando el cultivo de maíz está protegido al menos por dos semanas permite un buen despegue de las plantas, más homogeneidad en el stand, y a la vez sin alteración de los controladores biológicos, tan importantes en este cultivo. Pero tal vez una de las razones de más peso es que, perdida la capacidad de controlar a la plaga, la generación que ya puede alimentarse sin sufrir los efectos del insecticida tendrá una “edad” pareja. Al ser la mayoría de las larvas del mismo tamaño, el comportamiento es similar y, evitando que se introduzca al cogollo, la eficiencia de los tratamientos será mejor con cualquier producto.
Claro que también, como en todo manejo de plagas con criterio, hay que cuidar algunos aspectos, como son las buenas prácticas para evitar la resistencia o pérdida de susceptibilidad de la plaga con el producto. Por esta causa, cuando se usen insecticidas de este tipo (moderada persistencia) deberán respetarse las “ventanas”, o períodos posteriores, en los cuales no deberá usarse el mismo principio activo en casos de re-infestación durante un tiempo establecido. Deberán consultarse las recomendaciones de IRAC Argentina en estos casos.
Algunas críticas se han escuchado sobre la inconveniencia de usar productos en forma preventiva. Y con mucha razón cuando se trata de cultivos recién emergidos o barbechos donde se aprovecha la aplicación de herbicidas para “limpiar” el lote “por las dudas haya algún bicho”, sobre todo usando piretroides o u otros productos de bajo costo. Esto no es más ni menos que un certificado de defunción para los controladores biológicos. Pero esta consideración de preventivo, si bien le cabe a los insecticidas colocados a la semilla, no tienen ni por cerca el impacto de los tratamientos exteriores por su localización segura bajo el suelo.
Si se deja de pensar en una guerra contra las plagas y se las toma como competidoras, habrá que diseñar estrategias de manejo para ganarles el partido cada año. Los insecticidas a la semilla pueden ser buenos defensores en esta estrategia.
Por Ing. Agr. Daniel Igarzábal - Asesor Técnico - MOHA S.A. (Grupo Halcon)
Monitoreo de Cultivos – Sinsacate – Córdoba