La autoridad sanitaria rusa anunció que desde el 1° de diciembre no permitirá el ingreso de carne vacuna y porcina brasileña, debido al reiterado hallazgo de residuos de sustancias prohibidas en ese país, especialmente de ractopamina, promotor de crecimiento habitualmente usado en cerdos.
Brasil es el principal proveedor de ambos productos al mercado ruso, lo que se consolidó desde la prohibición al ingreso de todo tipo de carnes de EE.UU., la UE y Australia, entre otros países, adoptada en 2013 por cuestiones políticas vinculadas con la anexión de Crimea. Cabe destacar que recientemente esta decisión se amplió a otros productos, como lo comentamos desde Valor Carne.
En octubre, Brasil exportó 12 mil ton de carnes vacunas a Rusia por USD 40 millones y 20 mil ton de carne porcina por USD 50 millones. El país euroasiático fue el tercer mercado para la carne brasileña en los últimos 12 meses: compró el 12% del total embarcado de carnes vacunas y el 40% de porcinas.
Esta mala noticia para el sector cárnico brasileño se suma a muchas otras habidas este año, de similar tenor, a partir de la difusión del Operativo Carne Débil, en marzo.
Si bien en ese momento muchos países restringieron las compras, la gran mayoría dejó caer los obstáculos al poco tiempo. Sin embargo, todavía rige la suspensión de EE.UU., aunque fue aplicada más tarde y aduciendo otros motivos.
Reacción de la industria
Una gran empresa brasileña informó públicamente que redirigirá los volúmenes destinados a Rusia hacia otros mercados y que lo seguirá abasteciendo desde sus plantas en Paraguay, Uruguay y la Argentina.
Sin embargo, hay dudas de que se pueda cumplir con ese objetivo. Mientras que en los últimos 12 meses Brasil vendió a Rusia 140 mil ton de carne vacuna, Paraguay embarcó 70 mil, y Uruguay y la Argentina sumaron unas 7 y 5 mil ton, respectivamente.
Claramente, la ausencia de Brasil no podrá reemplazarse. Además, Paraguay se encuentra en una coyuntura con la hacienda muy cara, lo que dificulta absorber los menores precios de importación rusos. Y si la Argentina y Uruguay venían trabajando tan poco era porque los precios relativos marcaban la conveniencia de operar con otros mercados.
El cambio de esta situación necesitaría un gran ajuste en los precios de compra rusos, lo que luce improbable.
En este contexto, y más allá de los detalles de la coyuntura, siguen llamando la atención la liviandad de las respuestas oficiales brasileñas, tanto en materia de declaraciones, como de medidas concretas aplicadas. Tampoco se escuchan señales de preocupación desde el sector ganadero ni de la industria.
Por su parte, los demás países del Mercosur harían muy mal en alegrarse por esta situación. Las malas noticias se desparraman y provocan consecuencias que son difíciles de prever entre los consumidores. La eventual ganancia de corto plazo será mucho menos importante que los daños potenciales que conlleva esta situación a toda la cadena cárnica.
En todo caso, un beneficio que se puede derivar de esto, inclusive para Brasil, es revisar cómo la región está manejando todos los temas sanitarios y cómo se los puede mejorar para no volver a chocar con la misma piedra.
Por Miguel Gorelik, Director de Valor Carne
Fuente: Valor Carne