En la última campaña, las exportaciones argentinas de semillas forrajeras para clima templado alcanzaron las 10 mil toneladas. Este dato, ubica al país entre los que poseen grandes perspectivas de crecimiento debido al desarrollo de tecnología y de materiales con alta pureza física y genética.
En este sentido, el INTA junto con la Cámara de Semilleristas de la Bolsa de Cereales (CSBC), la Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires (Unnoba), el INASE y la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica organizan el 9.° Congreso Internacional de Semillas Forrajeras y Céspedes, que se realiza en Pergamino –Buenos Aires–.
Con más de 135 especialistas de 17 países, es la primera vez que la Argentina será sede del encuentro internacional. Destinado a productores y profesionales relacionados con la producción de semillas forrajeras, el congreso será un espacio para compartir los últimos avances en el desarrollo y evaluación de nuevas variedades adaptadas a las condiciones más exigentes.
“La Argentina tiene mucho potencial para la producción de semilla forrajera”, destacó Andrea Tomas, investigadora del INTA Rafaela –Santa Fe–y presidente del Comité Organizador del Congreso, quien agregó: “El avance en mejoramiento genético y el desarrollo de tecnologías, impulsó al Grupo internacional de semillas de forraje (IHSG, por sus siglas en inglés) a realizar por primera vez este encuentro internacional en Sudamérica”.
“Gracias a la diversidad climática, la Argentina tiene la ventaja de producir contra estación, en comparación con el hemisferio norte”, dijo Tomas y afirmó: “Esta característica nos da la posibilidad no sólo de producir semillas de forrajeras templadas, sino que, además, nos permite avanzar en la generación de simientes de variedades subtropicales. Somos un país pionero en el desarrollo y fortalecimiento de esta cadena de valor”.
Debido a que los campos con mayor potencial productivo están ocupados por la agricultura, la ganadería argentina se enfrenta al desafío de desarrollarse en suelos con menor calidad. “No podemos desconocer que la base de la producción bovina es el pasto; por lo que, para contar con una buena oferta forrajera es necesario tener una semilla de calidad”, explicó Tomas y añadió: “Es importante tener este aspecto en cuenta porque, muchas veces, se ve a la producción de semillas como una actividad secundaria”.
En la actualidad, la exportación de estas simientes ronda los 20 millones de dólares. “El rye grass anual es la especie forrajera que mayor volumen de exportación tuvo en los últimos cinco años”, señaló Rosa Jáuregui, especialista en mejoramiento genético de Gentos (empresa asociada a la CSBC), y continuó: “En segundo lugar se ubica el rye grass perenne e híbridos, el trébol blanco, cebadilla criolla, agropiro alargado, festuca alta y lotus”.
En los últimos años, se expandió la producción de simientes: “Pasamos de ser un país que importaba semillas forrajeras a ser uno que exporta”, confirmó Jáuregui y puntualizó: “El 50 % de las exportaciones fueron a países de la Comunidad Europea, esto muestra que se trata de ventas con gran valor, debido a que este destino posee sistemas para la certificación de semillas”.
Obtención de nuevas variedades
Con un rol estratégico en el mejoramiento genético y posicionada como la institución pública con mayores obtenciones vegetales en el país, el INTA lidera el desarrollo de nuevas variedades con alta producción de forraje y excelente valor nutritivo. Según datos de la Coordinación Nacional de Vinculación Tecnológica, en 2016 se inscribieron diez cultivares de interés forrajero: Agropiro alargado RANQUEL INTA, avenas ELIZABET INTA, JULIETA INTA, JUANA INTA, LUCIA INTA y FLORENCIA INTA, cebada SILERA INTA, pasto makarikari KAPIVERA INTA, vicia ASCASUBI INTA y buffel grass ORION INTA.
Las variedades son inscriptas en el Registro Nacional de Cultivares y en el Registro Nacional de la Propiedad de Cultivares, del Instituto Nacional de Semillas (INASE), a nombre del INTA. Esto permite la comercialización de la variedad vegetal y su protección.
El Derecho de obtentor sobre la nueva creación fitogenética permite establecer una articulación público-privada para licenciar la variedad. De esta manera, el socio estratégico es el responsable de la multiplicación, comercialización y permite la difusión de las nuevas variedades.
“Resguardar la propiedad intelectual de un nuevo cultivar, le permite al INTA decidir con quién asociarse para que las obtenciones –financiados con fondos públicos– contribuyan al desarrollo productivo local”, expresó Juan Pablo Gentile, gerencia de Gestión de Convenios de Vinculación Tecnológica de esa coordinación nacional.
Compartir experiencias
La producción de semillas de calidad representa un eslabón clave en la cadena productiva. Por esto, “con el espíritu de convocar a todos los actores involucrados en la producción de semilla forrajera a escala mundial, en los últimos años, las reuniones del Grupo Internacional de Semilla Forrajeras y Céspedes se trasladó a países en desarrollo”, afirmó Juan Mattera, especialista en producción de pasturas y forrajes conservados del INTAy vicepresidente del Comité Organizador del Congreso.
Durante la próxima reunión, que se realiza hasta el 02 de noviembre en la localidad bonaerense de Pergamino, productores, técnicos y empresas de Sudamérica compartirán el conocimiento generado en centros de excelencia con el objetivo de lograr mejoras sustantivas en la actividad. “El aporte al conocimiento y las experiencias que serán compartidas en el ámbito del congreso serán de máxima utilidad para la industria semillera local, a la vez que representa una oportunidad para el desarrollo de las zonas menos exploradas”, analizó Mattera.
El Grupo Internacional de Semillas Forrajeras y Céspedes está conformado por profesionales de diversas partes del mundo. Si bien esta es la novena edición, es la primera vez que se realiza en Sudamérica. “Este encuentro representa una oportunidad única para el intercambio y el forjado de vínculos de trabajo con otros países del mundo”, añadió Mattera.