La principal razón es que, por primera vez, siente que puede ejercer el poder presidencial sin pedirle permiso a la oposición.
"Antes de las PASO, decían que podía terminar como Fernando de la Rúa.
Después de esas elecciones, hasta lo compararon con el general Perón",
reflexiona un funcionario muy cercano al jefe del Estado. Se trata, desde luego,
de un reflejo de una Argentina pendular. En rigor, Macri no tiene mucho que ver
con Perón. Sin embargo, el Presidente parece gozar cuando alguien lo compara con
el fundador del movimiento justicialista.
Empresarios, sindicalistas, jueces y no pocos dirigentes de la oposición reconocen hoy a Macri como el centro del universo por donde pasa el poder real. Les bastaron los números de las PASO y una serie de señales del primer mandatario contra las amenazas del sindicalismo y contra el camarista Eduardo Freiler. Uno de estos últimos gestos fue el beneplácito que exhibió el Presidente ante la detención de Juan Pablo "el Pata" Medina.
Ya ningún empresario pregunta por la posibilidad de que Cristina Kirchner
pueda volver al poder en 2019, al tiempo que Macri es visto como el primer
presidente no peronista que no sólo concluiría su mandato constitucional por
primera vez desde que Marcelo T. de Alvear dejó el gobierno, en 1928, sino que
podría ser reelegido dentro de dos años.
La economía también ha empezado a sonreírle al Gobierno. Tras las PASO, la caída del riesgo país en la Argentina fue más pronunciada que la de otros países de la región, como puntualizó ayer en la conferencia de FIEL el economista Ricardo Arriazu, quien se animó a pronosticar para 2018 un crecimiento del PBI del 4,6 por ciento.
Pero una duda asoma en el horizonte de no pocos empresarios e inversores: ¿se animará a hacer Macri algo más de lo que viene anunciando, que no es mucho más de lo que proyectaba cuando tenía menos poder real que el que comienza a ostentar ahora?
Contrariamente a los deseos de no pocos de esos empresarios e inversores, la reforma laboral, de acuerdo con lo que se proyecta en la Casa Rosada y en el Ministerio de Trabajo, se limitaría a acuerdos sector por sector, como el celebrado en el sector petrolero para la exploración de Vaca Muerta. Cabe preguntarse también si las acciones contra las mafias sindicales, mencionadas una y otra vez por Macri, se reflejarán en un proceso de reformas estructurales profundas o quedarán en una simple señal para disciplinar al poder sindical.
El temor de algunos de que el Gobierno se termine enamorando del gradualismo es real, aunque se admite que sin él los objetivos electorales podrían haberse tornado inalcanzables. Pero al menos reina la convicción de que, con un espaldarazo en las urnas, el gradualismo no se transformaría en inacción.