Los surtidores argentinos serán testigos en 2018 de un hecho poco frecuente en la historia reciente: por primera vez en 18 años, los precios de las naftas y el gasoil se moverán en línea con la cotización internacional del petróleo, por lo que tenderán a aumentar o a bajar al mismo tiempo que en el resto del mundo. De esa manera, según el pronóstico del Gobierno, perderá sentido una pregunta que se repite en las estaciones de servicio cuando hay una remarcación de pizarras: ¿por qué los combustibles suben en el país cuando el crudo baja en el mundo?
En el entorno de Mauricio Macri esperan que desde principios del año próximo el precio local del crudo esté en la misma línea que la cotización internacional del Brent, el tipo de petróleo que se extrae principalmente en el Mar del Norte y funciona como referencia, entre otros, en los mercados europeos hechas todas las deducciones de calidad y del costo de los fletes.
El petróleo representa cerca del 80% del costo de producción de las naftas y el gasoil. De manera que su variación inclinará los precios finales que pagarán los consumidores locales. Tendrán así una situación más parecida a la de los países vecinos.
Será el corolario de un trabajo de acoplamiento de precios que inició
tímidamente el ex ministro de Economía Axel Kicillof y profundizó la gestión de
Macri a través de acuerdos promovidos con la cadena productiva del petróleo por
el ministro de Energía, Juan José Aranguren.
Un documento de trabajo que circula en la mesa chica de Macri indica que en 18
meses desde el cambio de inquilino en la Casa Rosada la brecha entre el precio
internacional del Brent (sumados sus costos para volcarlo al mercado interno) y
el crudo local (toma en cuenta el precio del barril de Medanito, propio de la
provincia de Neuquén y de los que mejor rinden en las refinerías argentinas) se
redujo de US$ 25 a US$ 4 por barril. En otros términos, la diferencia que se
registraba en diciembre de 2015, entre US$ 75 y US$ 50 para aquellos parámetros,
descendió a principios de julio a US$ 55 contra US$ 51.
La reducción paulatina de esa brecha implicó la eliminación progresiva del barril criollo, que contempló un precio sostén interno reconocido a las productoras locales para evitar un desplome aun mayor de la inversión y sus efectos negativos sobre el empleo, en especial en la Patagonia.
A principios de año, Energía facilitó la puesta en marcha de una fórmula para transparentar los precios de los combustibles, que bajaron a principios del segundo trimestre. Pero esa cuenta considera el precio local del petróleo, que está por encima de los valores internacionales.
La vuelta hacia el precio internacional tiene amplio consenso en el Gobierno (sólo un desplome en el mundo evitaría esa situación). No sólo está de acuerdo el presidente Mauricio Macri, sino también algunos de sus principales asesores en materia económica y energética, como el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger; Aranguren, y Gustavo Lopetegui, uno de los coordinadores de la Jefatura de Gabinete que supervisan esas cuestiones en nombre de Marcos Peña.
Más aún: el realineamiento del crudo con las referencias internacionales es uno de los objetivos que se propuso el Gobierno cuando todavía era una fórmula electoral tras los nombres de Macri y Gabriela Michetti, que discutía sobre las cuestiones macroeconómicas a resolver tras una eventual victoria sobre el candidato oficialista de entonces, Daniel Scioli.
La discusión, en cambio, pasa por en qué momento se concretará la vuelta a las cotizaciones de mercado. El ala cercana a Peña apunta a enero, pero no se descarta postergarlo a abril si los precios internacionales del crudo muestran una excesiva volatilidad para la situación local. Su referente, Lopetegui, lo justificó días atrás ante uno de sus interlocutores: "A lo largo de los años la Argentina probó con muchos sistemas. Por una vez podría probar con el capitalismo, ¿no?", dijo.
Más allá de la ironía, el grupo que debe tomar la decisión coincide en que el sector petrolero es uno de los que más están acostumbrados en el país a la competencia. De hecho, es uno de los pocos productos que no tienen aranceles de importación.
Efecto devaluación
Además del petróleo, los precios de las naftas y el gasoil responden a otros factores, como los biocombustibles (la intención oficial es que en algún momento sus precios converjan con los de mercado) y la paridad entre el peso y el dólar. La marcha de la moneda es un elemento crucial. Dado que la compraventa de crudo está dolarizada, la devaluación del peso implica desde el punto de vista de las petroleras que necesitan más billetes para hacer frente a la misma compra de crudo.
El futuro alineamiento del precio local del crudo con los valores internacionales implicará mantener constante su valor en dólares. De manera que una devaluación pronunciada en el marco de una baja en la cotización del petróleo puede obligar a los automovilistas a pagar más, en pesos, para llenar el tanque.
Un largo retorno al mercado
La vuelta de las retenciones: En el marco de la crisis de 2001, al año siguiente el entonces ministro de Economía, Roberto Lavagna, dispuso retenciones a las exportaciones de petróleo. Se mantuvieron hasta principios de este año.
La intervención oficial: El kirchnerismo llevó al extremo la intervención estatal en el mercado que se había inaugurado en la presidencia de Eduardo Duhalde. El sector petrolero fue el primero en recibir la aplicación de retenciones móviles, incluso antes que el campo. Quien dispuso esa medida fue el entonces ministro de Economía, Martín Lousteau, si bien la norma llevó el sello intelectual del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno.
Precios topes: En junio de 2008, el precio del crudo en el mundo alcanzó récords históricos, por encima de los US$ 140 el barril. Sin embargo, los productores locales no pudieron favorecerse con esa tendencia por el tope impuesto por el kirchnerismo para contener los precios de los combustibles en el mercado interno. El resultado de esa política fue un beneficio momentáneo para los consumidores, pero una mala señal para la inversión, que derivó en una caída sistemática de la producción de crudo.
Los más baratos: El control de precios sobre los combustibles dejó a los surtidores argentinos con los valores más bajos de la región.
La estatización de YPF: La política petrolera del kirchnerismo pareció cambiar de la mano de la estatización del paquete de control de la petrolera YPF, en abril de 2012. De esa manera, los precios de los combustibles iniciaron un sendero de recuperación por el que la Argentina pasó de tener los valores más bajos a contar con los segundos entre los precios más caros de la región, detrás de Uruguay.
Barril criollo: La caída del precio internacional del crudo torció la política a favor de YPF. Kicillof dispuso tomar como referencia un barril criollo, para sostener la cotización local en un contexto de bajas, pero de a poco fue reduciendo la brecha. Macri achicó mucho más esa diferencia.
Competencia: El Gobierno cree que tanto los consumidores como la industria se favorecerán cuando el crudo tenga precios de mercado.