NUEVA YORK.- La comunidad mundial se encuentra ante una encrucijada moral de cara a la cumbre del G-20, que comienza hoy. O apostar por energías renovables y economías limpias que posibilite la estabilidad o asistir pasivos a la visión errada y anacrónica del presidente estadounidense, Donald Trump, que nos llevará a un futuro sombrío e imprevisible.
En la cumbre de Hamburgo, la Argentina tomará las riendas del grupo de las
economías más poderosas del mundo, y el presidente Mauricio Macri deberá
definirse entre unirse inequívocamente al consenso internacional y científico,
hoy liderados por China y Europa, o quedar callado ante la errática verborragia
de un presidente inestable como Trump.
Macri, que aspira a poner al país nuevamente en la escena global, dijo una vez
que la "Argentina ha vuelto a ser parte del mundo". Y ahora una gran mayoría de
los líderes del G-20 miran a Macri con expectativa frente a esta coyuntura
geopolítica y diplomática.
Los expertos dicen que tenemos tres años para evitar una crisis climática
irreversible. Y la Argentina no es ajena a esta urgencia: nuestras fuentes de
agua y la disponibilidad de alimentos estarán en juego si no actuamos a tiempo.
Ganar un espacio de liderazgo en la escena mundial, tal como busca Macri, no
solo requiere de acción dialéctica para estar en el lado correcto de la historia
de la diplomacia internacional. Hay que hacer los deberes en casa, y la
Argentina tiene tres urgencias que atender al corto y mediano plazo si realmente
busca recuperar la credibilidad y el prestigio que supo tener en las discusiones
globales sobre el cambio climático:
En primer lugar, Macri debe sostener su promesa de campaña de apoyar las energías renovables e invitar a todos los partidos políticos a afianzar una visión de Estado que se comprometa con las metas del Acuerdo de París, y que entienda la importancia de una transición creíble y sostenible en el tiempo hacia las energías limpias. Más de 700.000 personas en todo el mundo han firmado una carta abierta a la canciller alemana, Angela Merkel, para que impulse un plan de energías 100% limpias en el G-20, y su respuesta puede darle a Macri la oportunidad de lograr esta tarea.
Luego, el Gobierno debe entender las políticas ambientales y energéticas como un todo y en un solo conjunto. Esto significa reconsiderar el error de seguir invirtiendo en la costosa energía nuclear; revisar cuidadosamente la forma de desactivar la bomba de tiempo que significan los subsidios a los combustibles fósiles, y no avanzar con el sinsentido de los proyectos de Vaca Muerta y Río Turbio, pensando a la vez en alternativas viables para reemplazarlos.
Por último, Macri tendrá también que conciliar políticas ambientales y agropecuarias: detener la deforestación es la única opción para evitar conflictos sociales y sostener una política creíble en materia climática, dado el altísimo nivel de emisiones de carbono como resultante de la destrucción de bosques.
Estas decisiones requieren de visión y liderazgo, y Macri tiene en sus manos la credibilidad del país en la escena mundial ¿Podrá liderar a la comunidad del G-20 y persuadirlas de hacer lo correcto? Las circunstancias de la historia le piden al país mucho más que "volver". Hoy, más que nunca, el mundo necesita que la Argentina lidere el camino hacia un futuro sostenido por energías 100% limpias.
El Autor es Vocero de Avaaz. org, ex dirigente de Greenpeace y World Wildlife Fund