En un partido de ajedrez, los primeros que avanzan casilleros suelen ser los
peones: este movimiento abre camino para que las demás piezas entren en juego.
Esta misma estrategia puso en marcha el presidente Mauricio Macri para reactivar
la economía argentina. Con la quita de las retenciones y la normalización del
mercado cambiario como primeras medidas, el Gobierno preparó el tablero para que
el campo dé un paso al frente y atraiga la primera oleada de inversiones.
Son contadas las ocasiones en la historia económica del país en las que el campo tardó en reaccionar frente a una devaluación como la que tuvo lugar a fines de 2015. Las razones son conocidas: el aumento de la rentabilidad de los bienes exportables cuando el tipo de cambio sube es inmediato. Entonces, la oportunidad para los productores del agro fue única a partir de diciembre de 2015: mientras que los salarios se mantuvieron fijos hasta mayo de 2016 en casi todos los sectores y las retenciones se eliminaron en la mayoría de los productos agrarios -salvo la soja, que se redujo-, los mismos pasaron a cotizar a valores entre 40 y 80 por ciento mayores en el mercado externo.
En este sentido, un informe difundido por la Estación Experimental Agropecuaria (EEA) del INTA Marcos Juárez pone en números concretos el alza de los márgenes brutos del sector agrícola núcleo de Córdoba, a un mes de la devaluación. El estudio muestra que los márgenes brutos por hectárea en esta región aumentaron, en pesos, entre noviembre y diciembre de 2015, en un promedio de 175 por ciento en girasol, 105 por ciento en maíz y 95 por ciento en trigo. Cabe aclarar que Marcos Juárez, según Ieral Fundación Mediterránea, es una localidad de “referencia” de campos, con alto nivel de tecnología, inversión y productividad, y acceso cercano al puerto.
Con márgenes holgados e incentivos fiscales, se estima que la producción de los principales granos para la campaña 2016/2017 tocará, en algunos bienes, cifras récord.
El caso emblemático es el del trigo, que, según las estimaciones del Ministerio de Agroindustria, finalizaría la campaña con una producción récord histórica de 18,4 millones de toneladas, 4 millones más que en 2015/2016.
El maíz, según las proyecciones de la Bolsa de Cereales porteña, también alcanzaría una cosecha histórica de 36 millones de toneladas, mientras que, para Abeceb, el monto superaría las 42 millones de toneladas. A su vez, la soja caería en el rango de las 56 millones de toneladas, un 5 por ciento menos que la anterior campaña. En total, el año pasado se liquidaron US$ 24.000 millones sumando los cereales, oleaginosas y subproductos. Entre enero y abril de este año, estos sectores liquidaron divisas por un poco más de US$ 8 millones, según la Bolsa de Cereales porteña.
Hasta el momento, el negocio de las principales actividades del agro es atractivo: la rentabilidad viene en aumento y la producción alcanzaría, en algunos rubros, un pico histórico. Ante este escenario, no es casualidad que el sector haya acaparado la mayoría de las inversiones que aterrizaron en el país en el último año y medio. El campo se convirtió así, en el último tiempo, en el motor de las inversiones.
El sector rompe fila
Algunos consultores se animan a afirmar que uno de cada tres dólares invertidos en la gestión de Macri fueron a parar al campo. El dato no es preciso, pero pinta un panorama de la posición que ocupa el sector primario en las preferencias de los inversores.
En cifras concretas, la Sociedad Rural Argentina (SRA) estima que en el último año y medio se invirtieron US$ 58.000 millones en el sector primario, mientras que la Agencia Argentina de Inversiones y Comercio Internacional (Aaica), en la misma línea que la SRA, registró de-sembolsos por un total de US$ 61.860 millones, entre diciembre de 2015 y abril de este año.
Según la Aaica, las inversiones entre jugadores privados se distribuyeron entre 460 proyectos y fueron destinadas a 360 empresas. De estas iniciativas, 251 provinieron de compañías argentinas y alcanzaron los US$ 25.085 millones, es decir, un 40 por ciento del monto total. Mientras que, en el caso de los proyectos extranjeros, 45 fueron de empresas estadounidenses y representaron US$ 7643 millones. Otras nueve son canadienses y equivalieron a US$ 5292 millones. También se registraron 13 proyectos españoles, por US$ 5000 millones, entre los aportes más relevantes.
“De estos proyectos, 88 se realizaron en el sector agroindustrial por casi US$ 6000 millones, que incluyen producción de bebidas y alimentos, maquinaria agrícola, plantas de crushing, procesamiento de soja, creación de silos y barcazas”, amplían desde el organismo.
Francisco Uranga, vicepresidente de Inversiones de la Aaica, destaca que otro de los rubros que atrajo mayores inversiones es el cerealero y oleaginoso, “donde la Argentina es uno de los más competitivos del mundo”. Y precisa: “Esto incluye producción en gran escala de soja y girasol, y cereales como el maíz y el trigo, principalmente. Aunque también genera un derrame de inversiones en productos anexos a estas commodities, como la venta de insumos, aplicaciones genéticas, servicios de logística y procesamiento”.
En el caso de las inversiones en cereales y oleaginosas, un relevamiento de Abeceb registró desembolsos por US$ 4240 millones en soja, US$ 1100 millones en trigo y US$ 2600 millones en maíz, en la campaña 2016/2017. Tal como aclara Uranga, esto tuvo un derrame en sectores complementarios. Por ejemplo, las ventas de maquinaria agrícola subieron 27 por ciento en 2016, los fertilizantes un 46 por ciento y las pick ups, un 10 por ciento. De hecho, fue el vehículo más vendido en 2016.
Por otro lado, Dante Sica, director de Abeceb, pone el foco en otros emprendimientos que tomaron envión a partir de la “normalización del comercio exterior, la eliminación de retenciones y la reaparición del sector crediticio por medio del Banco Nación como jugador central”. Y enumera: “Hubo una fuerte renovación de maquinaria agrícola, que en los últimos años venía en caída; una inversión en stock ganadero de ovinos y porcinos, y ampliaciones de plantas agroindustriales”.
Para estos emprendimientos de pequeña y mediana escala se hicieron inversiones de entre US$ 6 millones y US$ 25 millones. Uno de los ejemplos particulares que registró la consultora fue la incorporación de molinos harineros en Santa Fe por parte de Agricultores Federados Argentinos, por US$ 25 millones. O, dentro de la cadena de la agroindustria, el megacomplejo de ganado porcino de BDS en Leones, Córdoba, por US$ 14 millones. A nivel macro pueden resultar irrelevantes, pero muestran el movimiento que existe en un sector que, en palabras de Sica, “es rápido en materia de toma de decisiones”.
Enroque: de las commodities al valor agregado
“No había inversiones en el campo; había desinversión”, asegura Dardo Chiesa, presidente de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), al hablar sobre el período kirchnerista, salvo una excepción: la soja. “Porque era el único producto en el que el Gobierno te cobraba las retenciones, pero tenías la libertad de comercio”, explica.
Ante este nuevo panorama, Chiesa asegura: “Hay muchos productores que están viendo cómo darle valor agregado a su producción”. Y pone algunos ejemplos: el caso de emprendedores que esperan que se resuelva el conflicto del etanol y biodiesel con los Estados Unidos y Europa, para exportar estos biocombustibles. En este aspecto, asegura: “Se avanzó mucho este año en lo que fue azúcar cuando se aumentó el corte de etanol en la nafta. Y la visión de que pueda aumentar hasta generó saldos exportables para el sector azucarero, mayoritariamente a Europa y los Estados Unidos”.
El presidente de CRA también pone como ejemplo al rubro de la carne y a aquellos productores que intentan agregarle valor, para ir más allá de la exportación de cortes y ofrecer otras opciones, como carne lista para ser cocida o precocida.
Aún así, el dirigente rural hace una advertencia: “Todo el mundo está esperando a que la economía se termine de acomodar”. Y, es que, según observa: “Hoy, el tipo de cambio para todo lo que sea generación de valor, con miras a la exportación, hace ver con un poco de recelo a los productores”. Pero destaca que los proyectos están en carpeta, listos para salir. Aunque, por el momento, estén “frenados”.
Además, Chiesa se encarga de aclarar que dentro de estos proyectos se anotaron las economías regionales, que ofrecen productos como aceite de oliva, vino o yerba mate, que tienen chances de ser exportables y “salirse de lo que son commodities”.
Más allá del complejo cerealero y oleaginoso, que automáticamente se reactivó a partir de las medidas implementadas por Cambiemos, desde la Aaica intentan fomentar otros sectores que detectaron como “oportunidades” y a los que definen como “de nicho”.
Uranga pone como ejemplo la pasta de papel y asegura que, anualmente, la Argentina importa productos de papel marrón por montos que superan los US$ 800 millones, mientras que hay “una enorme disponibilidad de madera, sobre todo de eucaliptus y conífera, para arrancar una producción de celulosa, de papel marrón, a una escala relevante”.
Otro mercado que está disponible para aquellos que apuesten a la madera podría ser el de la generación de una de las ramas de energía renovable: la biomasa. Y, por último, se podría demandar este bien para la construcción de viviendas sociales. Así, según los números que arroja Uranga, la industria maderera es una “oportunidad de nicho” que podría atraer inversiones por US$ 2500 millones.
Otro de los sectores en donde la Agencia Argentina de Inversiones y Comercio Internacional tiene puesto el foco es en la acuicultura que, aseguran, podría generar inversiones por encima de US$ 1000 millones De acuerdo a los datos que manejan, la Argentina tendría la capacidad de producir unas 300.000 toneladas, cuando hoy el volumen apenas alcanza las 5000 toneladas. De acuerdo a las explicaciones de Uranga, el país tiene condiciones naturales equivalentes a las de Noruega -principal productor de salmón del mundo. Sumado a esto, “hay una enorme oferta argentina” en alimentos para peces.
¿Qué otras oportunidades tienen en la mira? Por un lado, desde la agencia mencionan la posibilidad de desarrollar más de 4 millones de hectáreas con riego artificial, que podría acarrear inversiones por encima de los US$ 8000 millones. Por otro lado, en ganadería calculan que el mercado podría expandirse en 10 millones de cabezas de ganado, 200.000 cerdos y 1500 millones de aves de corral. Todo esto representaría, según las estimaciones de la agencia, más de US$ 10.000 millones.
Por último, se pronostican inversiones por encima de los US$ 500 millones destinados al incremento de la industrialización de alimentos como vino, molienda, comida enlatada y congelados. “En industrialización de alimentos, hay muchos proyectos”, asegura Uranga, y menciona ejemplos como pastas, frutas secas y alimentos procesados y semielaborados “listos para comer”.
Una jugada sin fronteras
“Somos un país agroexportador por donde se lo mire”, dice Marisa Bircher, secretaria de Mercados Agroindustriales. Los datos que arroja parecen avalar su afirmación: el año pasado, más del 70 por ciento de las exportaciones argentinas fueron de productos agroindustriales. Este porcentaje superó el registrado en 2015, cuando se ubicó en torno al 65 por ciento. Aun así, Bircher aclara: “Nuestro objetivo es exportar alimentos que vayan a la góndola de un supermercado. Ese es el gran desafío de estos cuatro años de gestión”.
Pone como ejemplo el caso de China -principal comprador de carne argentina-, por ser un mercado que no está del todo explotado: la Argentina le vende unos US$ 3800 millones, de los cuales el 80 por ciento son productos agroindustriales. Según Bircher: “Nos sigue comprando alimentos con poco valor agregado, porque ellos los procesan y los industrializan”. Por eso, apunta a que se puede seguir avanzando en dos direcciones: ampliando el volumen de exportaciones de commodities y, además, empezar a vender productos terminados. Vale aclarar que, en el ránking de los productos que China le compra a la Argentina, la carne y la soja están primeros en la lista.
Desde la Secretaría de Mercados Agroindustriales parten de la siguiente premisa: “En los últimos años, la Argentina estuvo fuera del radar de los negocios internacionales”. Y se valen de algunas cifras para fundamentarla: entre los años 2006 y 2015, se perdieron 5500 empresas exportadoras. A esto se le puede agregar que la participación de la Argentina en exportaciones de América latina era del 9 por ciento en los ’90 y cayó al 7,5 por ciento en el período 2008-2015.
La explicación parecería sencilla. “Cuando vos no le comprás al mundo, el mundo no te va a comprar a vos”, dice Bircher. Y esto, entre otras cosas, se lo atribuye a ciertas medidas implementadas por el Gobierno anterior, como el sistema de control de importaciones, las DJAI (Declaraciones Juradas Anticipadas de Importación), además de que no se avanzó en “ningún acuerdo económico con el mundo”. Por lo que la funcionaria concluye: “Estamos superando una etapa de 12 años sin diálogo y sin negociación”.
Esta “superación” Bircher la explica mencionando que, el año pasado, se abrieron más de 40 mercados en países como China, Corea, Egipto, Nigeria, Canadá, Perú o Colombia, entre otros. Aun así, para la funcionaria queda mucho camino por andar y asegura que están trabajando en más de 10 acuerdos en simultáneo.
¿Cuáles fueron los principales avances en acuerdos comerciales desde la asunción de Cambiemos? La consultora Abeceb menciona, respecto del Mercosur, que la Argentina y Brasil, por primera vez, se encuentran alineados para “avanzar en una profundización de la apertura comercial”, con el foco puesto en el acuerdo con la Unión Europea, además de la evaluación de Tratados de Libre Comercio con México y EFTA (la Asociación Europea de Libre Comercio), entre otros.
También señalan que hay una “mayor coordinación con la Alianza del Pacífico”. De hecho, la Argentina fue incluida como país observador de dicha alianza. “Nosotros tenemos que poder entrar en la Alianza. El mundo crece en el Sudeste Asiático”, sentencia Chiesa.
En el caso de las negociaciones entre el Mercosur y la Unión Europea (UE), hay un detalle que no se puede obviar: la situación “crítica” del TPIP -tratado de libre comercio que negocian la Unión Europea y los Estados Unidos desde 2013- tras la asunción de Donald Trump, que podría ser una “oportunidad” para la Argentina.
En cuanto al país que preside Trump y la Argentina, Abeceb resalta el “acercamiento político tras años de mal relacionamiento” que se pudo ver, por ejemplo, con la visita de Macri a la Casa Blanca, que derivó en el levantamiento de las restricciones de los limones nacionales. Pero los limones son solo una parte: la secretaría que dirige Bircher está en tratativas para abrir el mercado de cítricos dulces, además del de la carne, del que se atreve a decir que “debería suceder este año”. Y resalta que ingresar a los Estados Unidos “es una carta de acceso a muchos otros países”, que terminarían adoptando las mismas posturas que la nación que conduce Trump.
En paralelo, las decisiones que tome los Estados Unidos frente a otros países pueden tener un efecto positivo en la Argentina. Para Bircher, si Trump cumple la promesa de cerrar las fronteras, aquellos países que queden fuera del tablero “van a mirar a la Argentina con más atracción”, y menciona el caso de México que “siempre ha tenido una fuerte concentración en el mercado norteamericano y hoy mira a la Argentina como una alternativa más”.
En este mismo sentido se expresa Luis Miguel Etchevehere, presidente de la Sociedad Rural Argentina (SRA): “Hay una gran expectativa con México, ya que su Secretario de Comercio dijo recientemente que hay un gran interés por comprar bienes a la Argentina”. Y añade un dato crucial: “Nuestra producción puede abastecer 10 veces a nuestra población, 400 millones de personas, y nuestro potencial es que de acá a cinco años podamos producir para más de 600 millones de personas. Por definición, nos interesa tener la mayor cantidad de los mercados abiertos y funcionando”.
Otras negociaciones que tienen encaminadas desde la Secretaría de Bircher son con Canadá, donde se espera abrir el mercado avícola; con China, para exportar arándanos y cerezas; con Brasil, en donde se podrían colocar cítricos dulces; y Japón, que podría importar carne argentina. A esto, Bircher le suma otros acuerdos en los que están trabajando, como Mercosur-Canadá o Mercosur con países de África.
¿Cuál debería ser la próxima jugada en cuanto a la exportación de alimentos? “De acá a cuatro años, diría a Asia y África”, apunta Bircher. ¿Por qué? “Porque está creciendo la clase media”, responde, y, por ende, aumentaría el consumo de productos terminados. “Este tipo de consumo es el que estamos buscando: aquel que demanda bienes de mayor valor agregado”, aclara.
En los últimos meses, Bircher cuenta que visitaron Indonesia, Tailandia, Vietnam, Argelia, Sudáfrica y Zimbabwe, que son mercados que demandan mayor tecnología, además de productos lácteos terminados o frutas frescas para la cadena de supermercados. También detalla: “Tenemos posibilidad de acceder con la miel argentina y hemos mejorado en estos mercados la exportación de legumbres, pero el gran paso es que esas legumbres vayan directamente al consumidor final”. Y agrega que están trabajando con los sectores de panificados, que tienen una “buena aceptación”, pero resta mucho por hacer en cuanto a marketing y promoción.
El presidente de CRA coincide con el pronóstico de Bircher y vaticina: “Hay que mirar con ojos muy atentos lo que pase en África que, si bien hoy no tiene poder adquisitivo, en la medida que sus economías crezcan hay una posibilidad de negocio muy grande”.
Jaque a los costos
“Nunca mencionamos al tipo de cambio, porque sabemos que la devaluación tarde o temprano se te vuelve en contra”, dice Etchevehere, y sentencia: “Preferimos hablar de competitividad profunda: estabilidad monetaria, infraestructura, financiamiento, sistema impositivo y acuerdos comerciales. Son reformas que nos impulsarán por décadas”. El punto es claro: a estos niveles, el precio del dólar ya no es un problema para el campo; los costos internos, sí.
Chiesa coincide: “CRA no está a favor de una devaluación, porque sería subir a una escala superior toda la estructura de costos y de precios, y vulneraría todas las metas de inflación que tiene programadas el Estado, que es el principal inconveniente o freno que tiene hoy la Argentina”.
Ahora bien, cuando se menciona a la necesidad de mejorar los costos de logística -uno de los puntos más demandados por el sector agrícola- para mejorar la competitividad, ¿cuánto le sale transportar soja a un productor argentino en comparación a sus principales competidores? Según un estudio de Abeceb, un productor local cuyo campo se encuentra a 300 kilómetros del puerto debe pagar un total de US$ 123 por cada tonelada de soja en costos de transporte.
En cambio, para tener cierta referencia, en los Estados Unidos, trasladar soja a lo largo de 1500 kilómetros cuesta US$ 73 por tonelada, mientras que un productor brasileño paga US$ 163 al enfrentar una distancia de más de 2200 kilómetros del puerto.
En términos relativos, las estadísticas muestran una situación desfavorable para la Argentina a la hora de competir por precios.
El Instituto de Estadísticas Económicas y de Negocios Internacionales de la SRA lleva el análisis a una escala menor y obtiene resultados similares. Transportar un kilómetro de soja en camión sale US$ 0,13 por tonelada, mientras que a los Estados Unidos le cuesta US$ 0,045, casi tres veces menos. En Brasil, la diferencia baja a la mitad de los costos de la Argentina, a un precio de US$ 0,061 por kilómetro.
“En la actualidad, lo que más afecta al sector es la competitividad sistémica: conectividad, infraestructura y logística”, confirma Sica, de Abeceb. Para el economista, lo que clarifica el concepto es la siguiente cuestión: al mismo tipo de cambio, los productores de la zona “núcleo”, como Santa Fe y Córdoba, no tienen problemas de producción ni deben lidiar con números rojos, mientras que, del otro lado, la producción de peras y manzanas, característica de las zonas “periféricas”, como la Patagonia, se encuentra caída.
¿Cómo se explica esta diferencia entre sectores agroexportadores? Para Sica, se debe a la desigualdad de condiciones internas que rigen en el mercado y que “castigan mucho más que un tipo de cambio atrasado”. En otras palabras, a un productor de soja cordobés le va mejor que a uno de peras rionegrino por la distancia a los puertos y, por lo tanto, los menores costos de transporte que los primeros tienen con respecto a los segundos.
En números concretos, el estudio de la consultora muestra que el peso de los costos del flete en la región central (Santa Fe, parte de Córdoba y Buenos Aires) es del 12,5 por ciento del precio de la soja, mientras que la relación sube a 18,3 por ciento para la zona oeste de Córdoba y a más de 19 por ciento para Santiago del Estero. En el extremo se encuentra Salta, donde la participación del flete es de casi un tercio del precio de soja. “Si se mejora la estructura ferroviaria, los márgenes de la producción sojera de la región NOA podrían aumentar en 18 por ciento”, concluye el estudio.