“Más allá de la próxima cosecha” fue evolución, sistema productivo, tecnología de procesos e insumos, sustentabilidad, desafío, largo plazo, nuevos horizontes… Estas ideas fueron algunas de las tantas interpretaciones que expertos, técnicos y productores le dieron al lema del décimo tercer Simposio de Fertilidad 2017, que sucedió en Rosario, esta semana. Y ahí estuvo Clarín Rural.
La temática del congreso, que estuvo organizado conjuntamente entre Fertilizar Asociación Civil y por Instituto Internacional de Nutrición Vegetal Cono Sur (IPNI, por sus siglas en inglés, quedó planteada desde el arranque, con el primer panel.
En este se expusieron las proyecciones productivas al 2025.
Allí, el experto del INTA Balcarce, Fernando Andrade, analizó los desafíos de la agricultura global y sostuvo que la meta será “producir más, pero reduciendo el impacto ambiental”. Así, destacó que cada región del mundo deberá ajustar sus prácticas agrícolas. Esto, para la Argentina significa buscar más eficiencia técnica con sus prácticas de manejo.
Para hacerlo, citó la importancia del conocimiento y la aplicación de tecnología de procesos, como el manejo por ambientes, la siembra de dobles cultivos para captar más recursos, el uso de cultivos que brinden servicios ambientales, como los de cobertura, y el aumento de la productividad por cada milímetro de agua. También se refirió a la progresiva degradación química de los suelos de la región central del país e hizo hincapié en la importancia de la recuperación de esa fertilidad perdida.
Este último tema fue la llave que le dejó al reconocido especialista global, Mike McLaughlin, quien está a cargo del centro de investigación de fertilizantes de la Universidad de Adelaine, en Australia.
El experto, que llegó al país de la mano de la línea de productos MicroEssentials, alertó a la audiencia sobre el importante desbalance de los suelos argentinos en fósforo, la incipiente caída en otros elementos, como el azufre y el zinc, y consumo excesivo en potasio.
Así, McLaughlin advirtió que los cultivos necesitan “17 nutrientes esenciales”, entre macro y micronutrientes y, de esa forma, desafió a los productores a diseñar estrategias de fertilización “balanceadas”, pensando en todos los elementos que un cultivo extraerá.
“Esta es la única alternativa para cerrar brechas de rendimientos, entre los potenciales y los reales”, afirmó el australiano.
Respecto a las tecnología que se vienen, anticipó la llegada de formulaciones diseñadas con “nanotecnologías”, que permitan “una mayor sincronización entre la oferta del nutriente con la demanda de la planta”, así como también mayores combinaciones entre fertilizantes y bioestimulantes.
Planteada las temáticas de base, el simposio se orientó a profundizar sobre manejos agronómicos, apoyados en prácticas balanceadas e intensificadas en el uso de fertilizantes.
Una de las que más creció en los últimos años en la agricultura local es la diferenciación del manejo por ambientes. En el panel del simposio dedicado a “ambientación” , los técnicos Pablo Calviño, Gustavo Lopez, Máximo Uranga y Ricardo Echezarreta (en orden de aparición), abordaron el tema.
Sobre esta táctica, el primero de ellos sentó las ideas fundamentales y se refirió a la importancia de ir de menor a mayor con esta práctica. De esta forma, sostuvo que para comenzar a manejarse por ambientes hay que identificar la variabilidad de los rendimientos en los lotes, luego hay que intentar explicar las causas de esas variaciones y cuáles son los elementos limitantes. Finalmente, concluyó, “hay que ubicar a cada cultivo en su mejor ambiente y manejarlo con la práctica ideal para que exprese su máximo potencial”.
A su turno, para el asesor de Santa Fe, Gustavo López, la agricultura de precisión implica “adaptar la tecnología a cada ambiente, pero también es hacer agronomía básica”.
Por su parte, el tercer disertante de este panel propuso buscar en cada campo el ambiente de mayor potencial para apostar en él a una rotación estricta, con balance de carbono positivo y fertilización de reposición.
“En ese sitio se tiene que conseguir el techo de producción”, manifestó.
Como apoyo a las ideas que los técnicos dejaron sobre este tema, Martín Díaz-Zorita, investigador y especialista de Monsanto BioAg, aportó su visión complementaria.
“Actualmente, en lo que hace a la generación de modelos de recomendación estamos evolucionando hacia una tercera dimensión, más precisa y que incorpora información extra sobre la productividad del cultivo y la historia de manejo de los lotes”, señaló.
Teniendo en cuenta esto y como parte de proceso progresivo, adelantó que el paso siguiente en la nutrición de cultivos vendrá a partir de la información que generen herramientas modernas, de inteligencia artificial o de “Big Data”, y que guiará a los productores en la toma de mejores decisiones en el manejo.
Retomando la discusión sobre la mejora de la eficiencia productiva actual, algunas de las herramientas que vuelven a las rotaciones para brindar servicios sistémicos y son parte de los nuevos modelos de producción, son las pasturas, en caso de sistemas mixtos, y también los puentes verdes durante el invierno, en caso de los lotes agrícolas.
En ambos casos, estos cultivos son una ayuda para los sistemas actuales ya que permiten recuperar la fertilidad física y química de los suelos, absorber los excesos de agua y aportar al manejo de las malezas problema.
Pensando en las pasturas y la ganadería, María Alejandra Marino, experta del INTA Balcarce, manifestó que los sistemas forrajeros argentina están por debajo de sus máximos alcanzables, por eso dijo que “la fertilización balanceada permite aumentar la cantidad de cosechas por año de una pradera con diversas ventaja para la salud del sistema”.
Dentro de este panel, el asesor técnica del oeste bonaerense, Gustavo Duarte, dijo que, “si bien los fertilizantes impactan fuertemente en los costos, lo pagan con creces en productividad de las pasturas”.
En el caso de los cultivos de cobertura, la temática la tomó Adrián Rovea. El técnico santafesino dijo que estos cultivos brindan servicios que van desde la recuperación estructura de la suelos, la infiltración y la facilitación del manejo de las problemáticas de malezas difíciles.
Finalmente, la genética no está ajena a aportar a la sustentabilidad de los sistemas. Gracias a ella, se logra más productividad y estabilidad. Para conseguirlo, los cultivos deben explorar al máximo el ambiente y las brechas en Argentina se acortan con la nutrición ajustada.