Innovar hasta lograr un nuevo paradigma productivo. Trabajar fuerte hasta conseguir el objetivo. De esto se trata la historia productiva de la finca Vista Larga, en el valle de Chilecito, en La Rioja.
Allí, en este momento, cosechan el tercer ciclo de un gran olivar de 1.000 hectáreas y, por primera vez, procesan la aceituna en la planta que están inaugurando dentro del establecimiento y que se construyó en tiempo récord.
“Hoy, vemos que nuestro sistema productivo de super alta densidad de plantas por hectárea (SHD, por sus siglas en inglés), funciona. Pero, cambiar una forma de producir tan tradicional como es la producción de aceituna en La Rioja, que se trabaja de forma manual o semi mecanizada, generó mucha controversia entre nuestros colegas. Fue comparable con lo que sucedió con la siembra directa en la zonas agrícolas hace treinta años”, sostiene César Gimenez a Clarín Rural. El es asesor técnico y el gerente general del establecimiento, y fue el primero que debió expandir su visión para llevar adelante este desarrollo.
La fuerza de inspiración y la energía para revertir una historia se encuentran rápidamente en este paisaje admirable. Este olivar está entre dos cordones serranos: al oeste está el impoenente Famatina, que tiene sus picos más altos nevados todo el año y, al este, el Velasco.
Respecto a lo que comenta Gimenez, un dato puede aportar claridad sobre el SHD: de las 90.000 hectáreas sembradas con olivo en Argentina, solo el dos por ciento se siembra con este sistema y Vista Larga es el único en producción, por el momento.
En la finca plantaron los primeros olivos a finales de 2012. Antes, recorrieron un largo camino. “La idea de la super alta densidad empezó en 2008. Viajamos a distintos países líderes en olivicultura y que tienen este sistema, como España, Italia, Estados Unidos o Arabia Saudita. Luego, analizamos la factibilidad de llevarlo a cabo en distintas regiones argentinas, hasta que se adquirió este campo a finales de 2011. En un año, quitamos la pedregosidad del campo, se desmontó la vegetación arbustiva de pedemonte y se construyeron caminos para transitar. Además, se sistematizó el terreno con el diseño de canales para conducir el agua que bajaba sinuosamente y con piedras de la precordillera, se hicieron los pozos para conseguir el agua y se instaló el riego. Acá, el agua es muy necesaria ya que llueven 150 milímetros por año”, resume Gimenez.
Y, luego de tres temporadas, se cosecharon las primeras plantas. Esta es otra de las ventajas que destacan a estos cuadros de plantación, agrega el técnico, “que entran rápidamente en producción de fruta”.
Entonces, hasta la cosecha anterior, en esta finca solo se habló un único idioma: fue campo y producción. Ahora, las cosas cambiaron y también se integró el lenguaje de la industria y el agronegocio.
Esto significó, para las 120 personas que integran el manejo de este campo, un cambio de mentalidad y pensar en el mercado y el posicionamiento de su producto, en la comercialización, fortalezas y debilidades, entre otras cuestiones clave.
La confianza en el sistema SHD, que solo se está pensado para producir aceite de oliva, y la necesidad de abordar nuevos desafíos fue tan importante que, a mediados del año pasado, comenzaron la construcción de la fábrica. La obra civil y la instalación de la maquinaria importada, más el área de almacenamiento, tardó nueve meses. Así se convirtieron en aceiteros y, según ellos, con la planta de extracción más grande de Sudamérica y en un gran año comercial: actualmente, el precio del aceite alcanza los 4.000 dólares por tonelada, muy cerca del récord (4.500 dólares). “Por un lado, para nosotros es una buena noticia el precio actual pero, por el otro, sabemos que eso impacta en el valor de la góndola de todo el mundo. Si éste es alto, el consumidor mira otras alternativas y cuando opta por un aceite más barato, cuesta que vuelva a consumir aceite de oliva”, se sincera Gimenez.
Más allá de todos estos avances en tan poco tiempo, en Vista Larga reconocen que son solo una parte de lo que realmente aspiran a ser.
“Nuestro objetivo es conseguir una producción con alta cantidad de fruta, un producto de alta calidad, con un manejo totalmente mecanizado y de bajo costo”, dispara el gerente y adelanta que en los próximos tres años planean alcanzar las 3.000 hectáreas sembradas con SHD y agregar otra línea más de procesamiento de fruta en la fábrica. Con esta meta implica se convertirán en un jugador muy fuerte a nivel global, que producirá 7.000 toneladas de aceite anuales. Otro dato a modo de parámetro: Argentina consume 9.000 toneladas por año.
Daniel Minchiotti va de la plantación a la fábrica y de la fábrica a la plantación. Se apoya firmemente en Sergio Abrigo. Ellos son el encargado general del campo y el encargado de producción, respectivamente. Saben que por los sesenta días que se extenderá la cosecha del olivar, las circunstancias apremian.
Atrás de la cosechadora, entra una máquina multitarea y adaptada por los técnicos del campo para podar y pulverizar al mismo tiempo. Así, empiezan las labores del nuevo ciclo. En la otra punta del campo, las cuadrillas trabajan en la conducción de los plantines y el desbrotado. También hay que monitorear el área de vivero y el fertirriego (riego más fertilizante). No hay tiempo que perder.
El sistema en super alta densidad implica duplicar, o hasta casi triplicar, la cantidad de plantas por hectárea, respecto al de alta densidad, y alcanzar entre 1.500 a 2.000 olivos por hectárea. En los casos tradicionales se siembran entre 200 a 300 plantas por hectárea.
En estas mil hectáreas, el SHD se diseñó con una espaldera de dos metros de alto, similar a lo que se estila en la vid, y las plantas se entutoran hasta esa altura y luego tienen crecimiento libre. Ahora, en la finca están probando con una media espaldera. “Eso permite un crecimiento libre desde una altura menor. Además, implica bajar costos de trabajo manual por hectárea porque la espaldera tiene la mitad de altura”, explica Abrigo.
Y Minchiotti comenta: “Aunque parezca una cuestión menor, para mantener este importante negocio es fundamental la estabilidad productiva, lo que también implica hacer todo muy a tiempo. Por eso, por ejemplo, la cosecha dura sesenta días. Cuanto más tiempo está la fruta en el árbol más se afecta la producción del año que viene. En el olivo, como en otros frutales, cuando el fruto está mucho tiempo en planta se dispara una señal interna, un mecanismo de retrocontrol hormonal, que reduce la producción de aceituna del año próximo. Con la cosecha rápida buscamos evitar una productividad de altos y bajos repetida año a año”, explica el técnico. De los 13.000 kilos de aceituna que extraen por hectárea, un 13 por ciento será aceite. Este año producirán 2.500 toneladas de jugo.
“Con los 26 tanques de almacenarmiento tenemos un área de guarda sobredimensionada porque no puede faltar espacio para conservar el producto. El plan por ahora es que otra empresa fraccione el producto. Pensamos en exportar el 70 por ciento y 30 derivarlo al mercado interno”, concluye Gimenez.
Manejo, tecnología y negocio, las puntas de un triángulo que diferencian a Vista Larga.