El dato nuevo es que bajo este enorme paraguas aparecen todos los sectores de
Cambiemos alienados; desde Marcos Peña hasta Emilio Monzó; desde Jaime Durán
Barba hasta Elisa Carrió, Ernesto Sanz y Mario Negri; desde los ministros más
técnicos, como Mario Quintana y Gustavo Lopetegui, hasta la gobernadora de la
provincia, María Eugenia Vidal y el jefe de gobierno de la Ciudad, Horacio
Rodríguez Larreta.
La decisión la tomaron después del fuerte golpe de imagen que sufrió el
propio Macri con el estallido del litigio del Correo y horas antes del discurso
de inicio de sesiones ordinarias del Parlamento. Lo hicieron con los resultados
del tipo de encuestas a las que Peña y Durán Barba prestan más atención: las
cualitativas. En esas respuestas se apoyaron para concluir que, a la hora de la
verdad, más de un 50% de los argentinos, puestos entre la espada y la pared,
preferirían seguir apoyando a un gobierno que se equivoca cada vez más, que
votar a dirigentes vinculados directa o indirectamente con el populismo de las
últimas gestiones kirchneristas.
No es que el humor social les dé como para tirar manteca al techo. De
hecho, el núcleo duro que adhiere al gobierno y que justifica las decisiones más
antipáticas, incluidos los escándalos del Correo, los Panamá Papers, la conexión
Odebrecht y la denuncia por la aprobación de rutas a Avianca y Fly Bondi apenas
oscila entre el 25 y el 30% de los votantes.
Es, punto más, punto menos, el mismo apoyo que posee el otro núcleo duro del
sector liderado por Cristina Fernández, y que tiene su base de sustentación en
la primera y la tercera sección electoral de la provincia de Buenos Aires, donde
se concentran 9 millones de votos.
Pero los estrategas de Cambiemos consideran que todavía tienen tiempo y
recursos para intentar convencer a la mitad del padrón que se encontraría por
encima de la grieta.
¿Cómo? Iluminando la realidad por la sencilla vía de la comparación directa.
El Presidente que hace y se equivoca vs. la ex presidenta multiprocesada por los delitos de coimas, asociación ilícita, lavado de dinero y administración fraudulenta; la gobernadora que lucha contra las mafias de la policía y el juego vs. el dirigente gremial que, supuestamente, nunca estuvo al frente de un aula, toma a los alumnos como rehenes y que pertenece a Nuevo Encuentro, de Martín Sabbatella, el ala más radical del Frente para la Victoria; los legisladores que no gritan e incluso son un poco ingenuos vs. la patrulla perdida y bullanguera de la política nacional que integran, entre otros, Luis D Elía, Fernando Esteche, Amado Boudou, los principales referentes de La Cámpora; los funcionarios públicos que se sientan una y otra vez a la mesa de negociación con empresarios y sindicatos vs. los gordos de la CGT y sus aliados, con sus mandatos eternos y su imagen por el piso.
A este análisis excesivamente optimista le están faltando un par de
ingredientes.
A uno se lo podría definir como prejuicio de clase.
El otro es la economía.
En efecto, lo que para Macri constituye el mejor equipo del gobierno de la
historia de la Argentina, para millones de argentinos es percibido como un
grupete de amigos, compañeros de colegio y parientes que habrían asaltado la
administración para obtener más y mejores negocios.
El primer mandatario, a esta altura, debería, además de ser y parecer,
pedirle a muchos de sus amigos, ex socios y parientes directos e indirectos, que
renuncien a hacer negocios o firmar contratos con el Estado. Debería también
contratar un equipo de abogados más activos y despiertos para hacer un análisis
más preciso de las causas en su contra.
Diferenciar las irrelevantes, desopilantes y delirantes de las que pueden
prosperar y afectarlo.
Tanto política como desde el estricto punto de vista legal.
Su mesa chica está pensando, en este mismo instante, no solo en defenderse,
sino en contraatacar. Es decir: iniciar demandas por daños y perjuicios contra
impresentables como el ex espía y ñoqui Rodolfo Tailhade, especialista en
presentar denuncias inconsistentes.
El objetivo: que parte de la energía negativa la deba usar para defender su
nombre y su patrimonio, ahora mismo o cuando un tribunal dicte sentencia y ya no
se pueda refugiar en los fueros de diputado nacional.
No sería el propio Macri el que demandaría al incondicional de Cristina. Sí
decenas de funcionarios y particulares que, en muchos casos, fueron denunciados
a partir de datos falsos, con malicia y premeditación.
Con respecto a la economía, Macri puso a trabajar al equipo para evitar, a
partir de ahora, cualquier decisión que sea interpretada como impopular o
piantavotos. Esto no incluye, por supuesto, convalidar el pedido salarial de los
sindicatos de maestros o salir a criticar con mucha fuerza la movilización del
martes de la CGT y sus aliados gremiales y políticos.
Ni Vidal ni Macri ni ningún funcionario van a dejar de reconocer en público
que los salarios docentes son insuficientes y los reclamos legítimos. Pero los
acusarán, cada vez con más fuerza, de usar a los alumnos y a los trabajadores
para satisfacer sus intereses personales y políticos. De hacerlo justo cuando la
economía empieza a salir de la recesión, la inflación está bajando y se está a
punto de ingresar a un período de expansión, tenue pero que podría llegar a ser
sostenido. Para eso contarían, entre otras herramientas, con la voz de Elisa
Carrió, quien oscila entre la defensa moral e irrestricta del Presidente y los
ataques contra su primo Jorge Macri y contra cualquiera que pretenda disputarle
su lugar de primera candidata a senadora nacional por la provincia de Buenos
Aires. En las últimas horas, enterada de la intención de Florencio Randazzo para
disputar el poder a Cristina y comandar al peronismo provincial y nacional, ya
empezó a juntar información con el objeto de desacreditarlo y sacarlo de
carrera. En Cambiemos no hay unanimidad sobre el inminente aterrizaje de
Randazzo. Unos lo esperan con los brazos abiertos, porque consideran que podría
ayudar a fragmentar el voto de la oposición. Otros dicen que sería mejor que "no
jugara" porque en las encuestas aparece como "aspirando votos" de "todos los
cortes sociales", incluidos los que hoy están dispuestos a votar al oficialismo.
Unos afirman que lo mejor que puede pasar es que enfrente a la ex presidenta en
las PASO de agosto y le gane. Y otros consideran que si esto sucede, al
peronismo, en octubre, le irá mejor, porque se habrá quitado de encima a la gran
piantavotos. Una especie de Aníbal Fernández, pero trasladada al año 2017. Unos
dicen que Randazzo nunca le puede ganar la interna a la ex presidenta y que un
triunfo parcial de ella la podría llevar a la victoria final. Otros rezan para
que Cristina le gane a Florencio en agosto y en octubre compita contra Carrió
por un lado y Sergio Massa y Margarita Stolbizer por el otro, para que Cambiemos
supere, una vez más, a la oposición partida en dos.
Pero es muy temprano para todo. Y está claro que a nadie le sobra nada. Como canta Divididos en el tema "¿Qué ves?", con letra de Federico Gil Sola, "El bien y el mal definen por penal".