La lluvia de dólares también afecto al campo argentino. En el año 2016 el gobierno tomó la decisión política de levantar todas las barreras al financiamiento que dejo el gobierno anterior. Esto posibilito un acuerdo en la justicia americana, y partir de allí se inició la carrera por el endeudamiento, la inversión y el retorno de capitales argentinos en el exterior.
El gobierno nacional, tomo deuda en dólares, e inesperadamente deuda en pesos a largo plazo, y pronto se sumaron las provincias, municipios y el sector privado.
Por si esto fuera poco, el gobierno llevo adelante un blanqueo de capitales con un marcado éxito. Se espera un total de U$S 120.000 millones, de los cuales ingresaran en efectivo a las arcas del Estado una suma cercana a los U$S 10.000 millones.
Nuestros cálculos preliminares, son una lluvia de dólares que en dos años ascendería a la friolera de U$S 200.000 millones, de los cuales más de la mitad ingresaría efectivamente al país.
Los analistas económicos toman la figura de enfermedad holandesa, para reflejar los efectos perniciosos de una gran entrada de capitales que no se detiene, y que genera una sobrevaloración de la moneda local. El hecho ocurrió en la década del 60, en los países bajos, y producto de la exportación de petróleo y gas, ingreso tanto dinero a la economía holandesa que el florín se apreció y perjudico a las exportaciones no petroleras y gasíferas del país.
En Argentina los dólares financieros que ingresaron hicieron que nuestra moneda se revaluara a niveles de $ 15,00. Sin embargo, aún queda mucho dinero por ingresar, en abril el gobierno pagara unos U$S 7.000 millones de la amortización del Bonar 2017, se liberarían unos U$S 7.000 millones del blanqueo que culmino en el año 2016 del dinero en efectivo y que debía permanecer durante 180 días inmovilizado en los bancos. Por si todo esto fuera poco, entre abril y mayo ingresa el grueso de la cosecha de maíz y soja, que podrían ascender a una suma cercana a los U$S 25.000 millones. Claramente, un escenario difícilmente imaginado hace dos años atrás, con otro gobierno, otra institucionalidad y otra credibilidad.
Conclusión
Estamos condenados a atravesar el año 2017 con un flujo de fondos que ingresaran desde el exterior al país, y que presionaran al tipo de cambio a la baja.
El gobierno no desea que se le escape la inflación, y convivimos con tasas de interés demasiado altas para la producción.
En la medida que el gobierno baje el déficit fiscal, necesitara menos dólares para financiarse, y la presión vendedora sobre el tipo de cambio podría ceder. Sin embargo, no debemos perder de vista que estamos ante un fenómeno regional, no solo el peso se aprecia, Brasil está recibiendo enormes cantidades de dólares que también aprecian al real.
No queda otro camino que invertir, buscar escala, aplicar tecnología, utilizar fertilizantes y semillas de última generación. Lo que no podemos manejar es el clima, la táctica y estrategia de los negocios hay que reformularlas, y acomodarse a los tiempos que corren, cuando los paradigmas cambian y el tipo de cambio lejos de levantarse, se queda allí acostado. Ojala los precios de las materias primas, ganadería y leche ayuden a sortear la encrucijada del tipo de cambio en Argentina y en toda América Latina.
Por Salvador Di Stefano
Fuente: AgroEducacion