Sin embargo, lo que muchos no saben es que existen las Buenas Prácticas Agrícolas, una serie de actividades que minimizan los riesgos. Dentro de estas tareas, las recomendaciones referentes a las tecnologías de aplicación resultan fundamentales para no generar deriva.
Pero antes de abordar este tema, es pertinente aclarar que a la hora de aplicar hay algunos factores que no son posibles de controlar, como las condiciones ambientales. Sin embargo, existen formas de asegurarse de que la aplicación no genere deriva. Un punto importante es tener en cuenta no sólo la velocidad del viento, sino también que su dirección esté opuesta a zonas urbanas y/o cursos de agua. Su intensidad nunca debe superar entre los 15 y 20 km/h, siendo ideal entre 7 y 12 km/h. Por otro lado, se debe tener en cuenta la temperatura, ya que no se debe aplicar con más de 30°C. Y en cuanto a la Humedad Relativa, debe ser superior a 50%. Estas condiciones ambientales varían con el transcurso del día, a primera hora de la mañana son más favorables, mientras que al mediodía o media tarde son más desfavorables.
Ahora sí, existen otros factores que se pueden manejar y uno muy importante es el tamaño de gota. Esta es la clave para una aplicación exitosa y sin deriva. Cuanto más grande es la gota, menos probabilidades tiene de ser arrastrada por el viento. Se recomienda un tamaño superior a los 200 micrones y para conseguirlo es indispensable elegir correctamente las pastillas de pulverización. Por ejemplo, existen pastillas asistidas por aire, que eliminan gotas muy pequeñas, es decir que producen las gotas adecuadas para la pulverización. Estas son las recomendadas cuando hay viento, para evitar el posible efecto de deriva.
Debido a que las condiciones climáticas varían en el transcurso del día, es importante adaptarse a ellas. Por eso es fundamental ajustar los equipos a medida que se vuelve necesario, para controlar el tamaño de gota en todo momento.
Los productos para la protección de cultivos no implican un riesgo en sí mismos, estos son aprobados y regulados para un fin determinado. En cambio, el riesgo está dado por su uso incorrecto. Por eso, una aplicación segura y responsable, requiere de productores y aplicadores capacitados y competentes, que sigan las Buenas Prácticas Agrícolas.