En algunas personas, existe la idea de que una empresa agropecuaria de
pequeña superficie tiene pocas posibilidades de crecer en un complejo contexto
internacional e interno como el que se vive actualmente. El establecimiento de
700 hectáreas de los Filipuzzi, productores de Cañada Seca, en el partido de
General Villegas, es una demostración de lo contrario: no sólo satisface los
requerimientos económicos de tres familias, sino que les permitió crecer
desarrollando planteos agrícolas en 3000 hectáreas de terceros, dar servicios de
siembra y cosecha, y montar una planta de extrusión de soja en la que procesan
toda su producción generando expellers, que venden los tambos de la zona, y
aceite, que es canalizado hacia plantas productoras de biocombustibles.
"Desde la época de mi abuelo, un inmigrante que vino a la Argentina dejando una
Europa devastada por la guerra, mi familia siempre tuvo un temperamento
emprendedor, de ir para adelante, no conformista", recuerda Eldo Filipuzzi.
"Somos tres hermanos que trabajamos juntos, con decisiones consensuadas. Partimos del campo familiar, que hacía tambo, ganadería de carne y agricultura en los años 80. En un momento, decidimos abandonar la producción lechera por no tener vocación, por los malos resultados económicos y porque la agricultura "arrollaba" a la hacienda por su mayor rentabilidad. No se podía alquilar un campo a 12 quintales de soja por hectárea para ganadería de carne o leche", agrega.
"Por esa razón, nos volcamos de lleno a la agricultura pasando de 1000 a 4000 hectáreas entre campo propio y alquilado. Al principio trabajábamos los tres hermanos y luego fuimos incorporando gente para movilizar el equipo de maquinaria, que consta de siete tractores, tres sembradoras, una pulverizadora, dos cosechadoras, tres camiones, embutidora y extractora de silo e instalaciones de almacenaje en el campo. En total nuestro equipo tiene rodando 90 cubiertas en las rutas", cuantifica Eldo.
Los Filipuzzi trabajan con equipos de gran ancho de labor porque siembran muchas pequeñas fracciones de terceros, distantes entre sí, que exigen trabajos just on time. Tanto en campo propio como alquilado buscan desarrollar rotaciones equilibradas tendiendo a un tercio de maíz, un tercio de soja y un tercio de trigo.
También trabajan como contratistas de siembra y cosecha, cuando los cultivos propios les dejan tiempo libre y si las tarifas de la temporada de justifican.
En total, en la empresa de los Filipuzzi trabajan 15 personas, para la atención de la agricultura en campo propio y alquilado, para los servicios como contratistas y para hacer funcionar la planta de industrialización de soja.
Extrusado de soja
¿Cómo nació la idea del extrusado de soja? "La inquietud surgió después del conflicto por la resolución 125 y a partir de los problemas para vender cereales", rememora Eldo, quien es miembro del CREA Cañada Seca.
"Queríamos elevar la facturación de la empresa para asegurar un futuro a los nuevos miembros de la familia, para lo cual analizamos varias alternativas tratando de no seguir vendiendo productos genéricos, en los cuales no somos formadores de precios", añade.
La primera alternativa analizada fue aumentar la superficie agrícola propia, lo cual fue rápidamente descartado por los altos valores de la tierra en ese momento. También se descartó la posibilidad de industrializar trigo y maíz por las restricciones comerciales existentes en esa época. "Pusimos toda la energía para agregar valor a la soja capacitándonos en el tema mediante viajes y contratación de especialistas.", relata. Así, decidieron la construcción de la planta de extrusado, que se agregó a una instalación de silos al existente en el campo.
¿En qué consiste el extrusado de soja? Es un procedimiento que desmenuza los porotos rompiendo las celdas que contienen el aceite. Luego se procede al prensado, que permite separar aquél del expeller, un subproducto que se destina a alimentación animal.
Habitualmente, la soja viene del campo con 13,5 por ciento de humedad. Para extrusarla, el primer paso es llevarla al 10 por ciento con la secadora. Luego se pasa por una zaranda con movimiento oscilatorio, que elimina las impurezas, representadas principalmente por tierra.
El paso siguiente para el grano es el quebrado en tres-cuatro partes con un molino. El material originado pasa a un tornillo extrusor, un helicoide semejante al de la vieja máquina de picar carne, donde se lo somete a presión hasta alcanzar a 130 °C y convertirse en una sustancia lechosa. Al llegar a esa temperatura, se desactivan los compuestos no digeribles de la soja y se convierte en un alimento apto para ganado bovino, porcino y aviar.
Una vez que sale del extrusor, el material pasa a una prensa con la que se extrae el aceite y queda un residuo, el expeller, que va a un lugar de almacenaje luego de su enfriado, con seis por ciento de humedad.
El aceite que cae por gravedad va a un tanque pulmón donde se lo calienta de nuevo hasta 75 °C para poder hidratarlo. El agua inyectada tiene como función extraer las impurezas del aceite y se elimina posteriormente con un procedimiento centrífugo, lo que da un aceite sin gomas o borras. La planta tiene una capacidad de 50 toneladas por día.
Factor clave
Los hermanos Filipuzzi hicieron números y no tardaron en darse cuenta que si no arriesgaban y crecían las nuevas generaciones no iban a tener lugar en la empresa. El proyecto familiar quedaría trunco. Las 700 hectáreas de campo propio quedaban chicas. Esta encrucijada le llega tarde o temprano a todas las empresas familiares agropecuarias. ¿Crecer o vender? En el caso de los Filipuzzi se impuso el temperamento emprendedor. Y le metieron para adelante. Lo hicieron con inteligencia porque en determinado punto de su crecimiento en superficie alquilada decidieron parar y agregarle valor a su producción por medio de la planta de extrusado. Hoy el camino recorrido les da la razón.