A una semana de la asunción de Donald Trump, leer el libro El
populismo, de Loris Zanatta, es una experiencia extrema. Publicado en
el 2014, parece escrito para entender lo que está pasando en la cuna
misma del capitalismo y de la democracia liberal, en Gran Bretaña y en
Estados Unidos, dos naciones que parecían estar vacunadas contra la
enfermedad de la simplificación de los problemas complejos y las
soluciones inmediatas.
Para el historiador italiano, el populismo es un síntoma, la crisis
vino antes, el terror de una sociedad a la desintegración es previo a
su llegada. "La globalización ha desarticulado los sistemas
productivos, desmaterializando grandes sectores en las economías
avanzadas y sustrayéndolos al control nacional en los países más
atrasados, lo que ha dejado es muchos descontentos…", dice. Y agrega:
"La brusca intensificación de los flujos migratorios ha cambiado el
panorama étnico, cultural y religioso de casi todos los países, sobre
todo en aquellos de acogida… donde no han tardado en manifestarse
reacciones que invocan la supuesta homogeneidad perdida".
Llegamos al mundo del revés. Trump y Theresa May anuncian que se van a
cerrar no se sabe hasta dónde y cuándo. En Davos, Xi Jinping defiende
el libre comercio. En México, Carlos Slim le pide al presidente de los
Estados Unidos que entienda la nueva civilización.
En este impensado contexto, Argentina se enteró que no podría exportar
los limones a los Estados Unidos como se había anunciado con bombos y
platillos, a pesar de que se sabía que era una autorización atada con
alambres. Aprobada al límite del cambio de administración, el mes para
que entre en vigencia se cumplía el 23 de enero, tres días después de
que asumiera Trump.
Pero el mismo día de la asunción, por la noche, el jefe de Gabinete,
Reince Preibus, envió a todos los ministerios y agencias dependientes
del gobierno federal un memorándum suspendiendo por 60 días todas
las resoluciones pendientes de su puesta en vigencia, con la excepción
de cuestiones de salud, financieras o asuntos de seguridad nacional.
Argentina no se inmutó porque la decisión es razonable y encuentra
numerosos antecedentes no solo en los Estados Unidos sino en el
traspaso presidencial local, donde hasta los acuerdos con China para la
construcción de las represas en Santa Cruz fueron suspendidos, hasta
que se encaró una nueva renegociación. También nuestra Cancillería
deberá volver a negociar el ingreso de los limones en estos 60 días.
Más preocupados están, todavía, los funcionarios y científicos del
Departamento de Agricultura norteamericano (USDA). Un memorando del
lunes los obligó a eliminar las habituales publicaciones e informes de
prensa que se subían automáticamente a la web dentro de las políticas
de gobierno abierto que se vienen ejecutando hace décadas en la
administración norteamericana. "Desde este momento y hasta nuevo
anuncio, ARS (Agricultural Research Service) debe abstenerse de
publicar cualquier tipo de documento al público, incluyendo comunicados
de prensa, fotos, hojas informativas, noticias y contenido en las redes
sociales".
Las autoridades luego suavizaron el memorando, ya que ese decreto choca
con derechos adquiridos de los científicos en materia de difusión pero,
en los hechos, el viernes por la noche la web del USDA seguía sin
ninguna publicación después del 19 de enero. De hecho, el comunicado
sobre los limones argentinos solo apareció en la página del APHIS, el
organismo sanitario norteamericano, cuando lo habitual es que también
apareciera en el equivalente al ministerio de agricultura local.
¿Se pueden comunicar los científicos con el público o no? El equipo que
viene con Trump asegura que se les está dando ventajas a los
competidores. Los científicos del USDA consideran que ninguna de la
información que manejan es clasificada o de seguridad. Se trata
de un botón de muestra para comprender lo que se está viviendo en la
administración norteamericana en este momento donde lo habitual, por
décadas y décadas, es que poco y nada se modificara ante los cambios de
administración.
"Hay pocas cosas que están sucediendo que no llamen la atención", dijo
Eugenio Díaz Bonilla, ex representante argentino ante el BID y actual
profesor de la Catholic University y la George Washington University,
cuando Infobae lo consultó acerca de lo que se está viviendo en
Washington DC por estos días. "Todo es muy raro, todo es muy nuevo, la
sociedad civil está muy movilizada", agregó.
Díaz Bonilla, que también fue agregado agrícola argentino en la década
del 90, consideró que lo que Argentina tiene que hacer ahora es "ayudar
a que las cosas sean lo menos locas posibles porque, finalmente,
tampoco Estados Unidos va a poder violar sus propios procedimientos".
Algo similar es lo que están buscando en todas partes del mundo,
enfrentados a la emergencia de un personaje que rompe las reglas desde
adentro mismo del sistema. En una inusual conferencia de prensa para un
empresario, el segundo más rico del mundo, el mexicano Slim pareció
preocupado más que nada por contener la personalidad desbocada de Trump
y ponerle realidad a sus fantasías económicas, evitando toda
confrontación y buscando llevar al particular presidente norteamericano
a una negociación lo más racional posible con Enrique Peña Nieto.
Si en la Argentina hubiera ganado Daniel Scioli, este presente sería de
pesadilla. No estaríamos preocupados porque el ingreso de los limones a
los Estados Unidos podría no producirse ya que, obviamente, no se
habría llegado a la instancia que alcanzó el gobierno de Mauricio
Macri. En cambio, sin la urgencia de gobernar, la tendríamos a Cristina
Elisabet Kirchner dándole lecciones a a los norteamericanos y pidiendo
a grito pelado que le otorguen a ella el Premio Nobel de Economía.
Por el contrario, los argentinos estamos en posición de capacitar a los
ciudadanos de la primera potencia mundial en cómo sobrevivir a un
gobernante populista y resistir para contarlo. En los Estados Unidos se
agota "1984" de George Orwell y empezaron a circular notas a
psiquiatras explicando el perfil psicológico de Trump. Nosotros ya
vimos esa película y podemos "spoiliarles" el final.
Cuando aparece el populismo lo primero que corre peligro es la
información. Los datos crudos y puros se transforman en la cara misma
del enemigo a vencer. Lo que está sucediendo en el USDA es una pequeña
muestra de lo que se vivió en la Argentina a partir de la intervención
del INDEC en el 2006, aunque mucho antes hubo acciones desde afuera de
la conducción del organismo para limitar la difusión estadística,
también en otros departamentos estatales.
Por eso Trump la emprende especialmente contra el periodismo. Lo dijo
esta semana el periodista y filósofo Miguel Wiñazki en una nota en
Clarín: "No hay populismo sin antiperiodismo". Con todos los errores y
limitaciones que tienen los periodistas de todas partes del mundo en la
nueva trama cultural, aún indescifrable para los propios medios de
comunicación, el periodismo sigue siendo la herramienta que mejor puede
resistir la vocación autoritaria de los que en nombre de una
"democracia real", solo quieren una sociedad única, incontaminada, sin
los desafíos que supone la diversidad y las diferencias, la negociación
política, el complejo concierto de las naciones.
En palabras de Zanatta, que escribió sin imaginar que un país
anglosajón estaría gobernado por un populista de pura cepa, "el
populismo goza de excelente salud" en todo el mundo. Aunque "las
naciones se arriesgan con mayor éxito cuando la crisis de legitimidad
ha sido más grave y el ethos liberal más superficial; en cambio,
encuentran más obstáculos y a veces barreras infranqueables donde este
último tiene raíces más profundas y ha estado menos sometido a la dura
prueba de la crisis". Ahora hay que ver cuál es el caso de los Estados
Unidos.
América Latina en general, y Argentina en particular, fueron presa
fácil de estos sistemas políticos de fuerte raigambre religiosa, con
vocación fundamentalista. Muy pocos creyeron que los norteamericanos
caerían rendidos ante la irracional promesa de que es posible volver a
un pasado donde no existía Internet ni China era capitalista. Aunque
hay que reconocer que en nuestro país se siguen creyendo cosas tanto o
más absurdas, como que aquí alguna vez existió, más allá del relato, un
modelo de matriz productiva con inclusión social.