Mini bio
Edad: 43 años
Profesión: Ingeniero agrónomo; viticultor
Origen: Mendoza
Pasión: Vivir en un entorno rural, cerca de las viñas, con su mujer María y con sus hijos María Giuliana Francesca y Juan Cruz
MAIPÚ, Mendoza.- Atrás en el tiempo, las mañanas de verano junto a su abuelo Tristán marcaron una huella profunda en su vida. Entre las tareas en la huerta y las rondas para alimentar a los pollos y a los cerdos, la idea de que el campo sería su lugar surgió como una verdad revelada. Pero de todas las actividades agrícolas una llamó su atención con mayor fuerza: "En esa relación con lo rural fui descubriendo algo que me encantaba, la magia de poner uva y sacar vino. Era como una cuestión de inteligencia también, porque cada uva era un acertijo, ¿cuándo se cosecharía; por qué; dónde? Muchas preguntas por responder. Se me presentaba un mundo nuevo donde siempre había una mezcla entre pasión, mucho trabajo, esfuerzo y algo que pasaba en el final del proceso que había que explicarlo y que era difícil de explicar", cuenta a LA NACION Alejandro Vigil, hoy, enólogo jefe de la bodega Catena Zapata y copropietario junto a Adrianna Catena de la bodega Aleanna, donde produce la línea de vinos Gran Enemigo y El Enemigo.
Para este trabajador de la viña, el cierre de 2016 dejó muy buenas noticias,
dado que la influyente revista estadounidense Wine Advocate, de Robert Parker,
seleccionó 2 de sus vinos entre los 3 mejores presentados por la Argentina en el
año: con 98+ puntos quedó primero en la lista el Gran Enemigo Gualtallary Single
Vineyard 2012, de la bodega Aleanna, mientras que en tercer lugar se ubicó
Adrianna Vineyard River Stones 2013, de la bodega Catena Zapata. El segundo
lugar fue para La Craie 2014, de la bodega PerSe.
-¿Qué encontramos detrás de estos vinos seleccionados como lo mejor del año?
-Un gran viñedo. Una visión. Ambos provienen del viñedo Adrianna, que está en
una zona en particular, que es Gualtallary, en Tupungato alto, a 1450 metros
sobre el nivel del mar, y que surge de una idea de Nicolás Catena de plantar en
zonas frías. Arriesgó y plantó. Luego, su hija, Laura Catena, por su formación
en biología entendió que existían diferencias importantes en el suelo. Ahí fui
convocado y comenzamos a determinar distintas parcelas, según las
características de los suelos. Y las diferencias son realmente notorias en los
vinos. Asique, detrás de cualquiera de estos vinos seleccionados existe,
primero, un lugar y una intención de calidad, y segundo, equipos que trabajan en
pos de esa calidad.
-Has dicho que los viñedos de Catena Zapata en Gualtallary son de los más
estudiados del mundo. ¿Qué te permite ese tipo de análisis y cómo se capitaliza
para la elaboración de un vino?
-Cuando uno habla de terruño habla de la experiencia centenaria en elaborar y en cultivar el viñedo en un determinado lugar. Por ende, si bien no podemos sustituir los años de elaboración, el bagaje de estudios sobre una zona nos permite acortar ese tiempo de experiencias centenarias y nos ayuda a tener una mejor aproximación a las respuestas que darán las diversas variables en un menor tiempo. Y un menor tiempo en vitivinicultura significan 50/60 años, no hablamos de algo que se resuelve en 5 o 10 años. Y ahí está lo interesante, porque cuando uno habla de vitivinicultura es cuando el hombre se hace finito, casi inexistente. Te das cuenta que es el lugar el que prevalece o el que debería prevalecer, por ejemplo, Gualtallary en Tupungato alto o El Cepillo en San Carlos, que es una zona increíble. Sobre el terroir (terruño) se habla muchísimo; el término ha hecho eco en mucha gente, pero ahora hay que trabajar para entender qué es el terroir y ahí es donde uno desaparece y aparece la zona.
-¿Cuánto hay de agronomía y cuando del trabajo del enólogo o del arte que el enólogo le puede sumar al vino que genera?
-Yo en eso soy medio fuerte, es el viñedo; es la agronomía. Por eso me defino primero como agricultor y luego como viticultor. Por ahí pasa la historia. En bodega tenés un hecho muy importante que es cuando mezclas barriles y mezclas lugares. Pero en el caso de las líneas nuevas que tenemos en los últimos años, las parcelas singulares, ahí es un solo vino y ahí se destaca el lugar. Y si uno logra comprender esa situación no debería dejar huellas en los vinos.
-¿Y es fácil comprender esa situación?
-No, porque lo primero que te juega en contra es que el hombre tiene por sí mismo un ego importante y tiende a dejar su impronta. Y ahí está la parte más difícil.
-¿Cómo lograste comprender que es el viñedo el que tiene que expresarse y no vos?
-Bueno, soy viticultor, entonces entiendo que las cosas son con paciencia y tiempo y no con lo personal, sino que son un conjunto de cosas. Cuando uno planta un viñedo y lo trabaja no lo hace solo, es todo un proceso de mucha gente.
-¿Te involucrás personalmente en las tareas de cuidado de la viña?
-Intento que esas sean mis actividades. Siempre hay que pensar que el hecho de que llegue un vino a una góndola es una sucesión infinita de pequeños milagros, porque de otra forma no llegaría: que se pode bien; que se riegue bien; que se coseche bien y en el momento justo; que no se agreguen pesticidas que después nos impidan hacer vino. Es una sucesión de cosas que se tienen que dar perfectas para que llegue un vino al consumidor y me parece que esos pequeños hechos son los más importantes.
-¿Es común que los enólogos trabajen así o ésa es tu forma de trabajar como enólogo?
-(Con una sonrisa cómplice) Naturalmente ese debería ser el trabajo del enólogo. Deberíamos empujar todos hacia ese fin. En la bodega lo más importante son los pequeños detalles para no echar a perder los vinos. Siempre hacete a la idea que nunca con una uva determinada vas a hacer un mejor vino que el que esa uva ofrece. No vamos a poder mejorar lo que viene en esa uva, normalmente lo empeoramos. Entonces, cuanto mejor sos en esos pequeños detalles que hacen al seguimiento del cultivo, lo vas a empeorar mucho o poco, pero siempre lo empeorás.
-Solés recordar que tu abuelo Tristán sostenía que un buen vino, es el que se bebe fácil, con bajo alcohol, complejo...
-Que podés tomar con una empanada, con un salame...y que te acompaña, sí.
-¿Y cómo se logra eso?
-Con lo que hablábamos antes, estudiando mucho un lugar. Es necesario entender que este lugar, este tipo de suelo me da un tipo de vino si cosecho más temprano o más tarde, digo, todas esas variables que uno tiene que tener en cuenta son las que permiten llegar a un vino así. La conjunción suelo, clima, varietal es muy importante y eso me dio otra forma de trabajar que es plantar y ver qué pasa.
-Experimentar
-Y sí, es así de duro, porque no hay modelos tan precisos que tengan en cuenta todas las variables. El clima, el viento que corre de un lado y del otro, y si a metros tenés un suelo distinto. Entonces las relaciones son totalmente distintas.
-En tu blog explicas que la campaña que concluyó con la cosecha de 2016 fue compleja por el clima. ¿Qué pasó y cómo afectará la producción de vino?
-Fue un año muy interesante porque nos puso a prueba, no sólo en lo técnico, sino también en los nervios. Llovió muchísimo, tuvimos muy bajas temperaturas, fue un año frío, casi borgoñés. Entonces tuvimos que redefinir mucho más rápido de lo que lo veníamos haciendo el trabajo para llegar a estos vinos ágiles de los que recién hablábamos. Los enólogos debíamos estar en la viña sí o sí para decidir el momento exacto de cosecha.
-¿Es decir que hubo un mayor involucramiento en las tareas?
-Sí, sí, fue un cambio muy fuerte. Tuvimos que aprender una vitivinicultura casi sin riego. Toda una novedad, una experiencia muy linda para mí, muy linda. Fue una campaña que dejo al descubierto cada zona, cada parcela; desnudo cada lugar tal como es y eso me parece increíble. Estas condiciones nos mantuvieron mucho más activos, caminando y leyendo cada hecho.
-¿Y esto fue visto y vivido así por todos los enólogos?
-Una serie de gente que tenemos algunos conceptos parecidos (no todos) estamos de acuerdo en que ha sido muy bueno y en, calidad, muy interesante, sumamente interesante, con vinos que van a ser longevos sin lugar a dudas, que es lo que estamos buscando en definitiva. Ahora, la 2017 tiende a ser una cosecha más normal, con condiciones meteorológicas mucho más conocidas por nosotros.
-Cuando te dispones a crear un blend, ¿qué cosas te pasan por la cabeza, qué te guía?
-Para mí eso es un proceso muy fácil, nada complejo. Lo que busco es algo que me guste. Y siendo un consumidor de vino dentro de la media, bastante normal, lo que me va a gustar va a ser lo que le va a gustar a la mayoría, porque no soy nada sofisticado. Sí soy sofisticado en la búsqueda de sabores, pero que normalmente le gusten a todo el mundo.
-No varía nada el hecho de que se sea sólo...
-¿Lo que me gusta a mí? No, no creo en eso. No creo en la persona que dice que hace un vino para él. Porque no estaría cumpliendo la premisa de que hacer vino significa producir placer en los otros. Básicamente, no estaríamos cumpliendo esa premisa.
Catena zapata, el desafío de jugar en primera
Alejandro comenzó a trabajar en el INTA Luján de Cuyo mientras cursaba la carrera de agronomía en la Universidad Nacional de Cuyo. Tras recibirse continuó en el organismo, donde fue jefe del Departamento de Suelo y Riego. Allí hizo un master en enología y en vitivinicultura y otro sobre ríos y drenajes. Destaca que en aquellos tiempos ya había relación con Catena Zapata a través de trabajos que se hacían con las empresas del sector. "Siempre estaba la posibilidad de ir a Catena", cuenta y añade que finalmente ese paso se dio en 2002.
-¿Cómo se estableció el vínculo con Nicolás Catena que a poco de tu ingreso a la bodega te hizo responsable de sus vinos más importante, siendo aún muy joven?
-Sí, era joven entonces. Me parece que coincidimos en que los aspectos técnicos eran muy importantes. Había un equipo súper serio y con muchísimo trabajo de campo y nosotros incorporamos metodología de trabajo. Rápidamente hicimos una alianza, digamos, de conocimiento, con experiencia. Y coincidimos en los hechos.
-¿Sentís que hubo una apuesta importante de Catena por vos?
-Él creyó en mí antes que yo. Nicolás y Laura Catena tienen esa habilidad de ver las cosas antes de que pasen.
-¿Qué implica ser el referente de Catena Zapata?
-Es como estar jugando, no se, en el Barcelona. Porque estás vos, pero tenés un tremendo equipo de gente, que juegan todos en primera división.
-Sí, pero todos te están mirando a vos.
-Sí, pero es importante también que yo sepa abrir el juego.
-¿Y es fácil o difícil poder delegar desde tu posición?
-No, es muy difícil, siempre es muy difícil pero obviamente hay que hacerlo. Aparte lo que también está sucediendo es que hay una gran cantidad de jóvenes con un piso muy elevado, entonces esa es la gente que hay que incentivar, impulsar. Pero no solamente por Catena, digo, la vitivinicultura argentina necesita seguir creciendo en el mundo y bueno, hay que empujar a esa gente.
-¿Ves que hay una generación de nuevos enólogos que intentan innovar?
-Sí, sí, hay dos generaciones hacia abajo, digamos, muy fuertes las veo, con muchas ganas. Creo que no les van a tocar las mejores etapas de la vitivinicultura porque estamos en una coyuntura global bastante complicada para el vino, porque se está bebiendo menos y porque hay una creciente competencia con la cerveza, con aguas saborizadas, con cosas nuevas. Entonces, les va a tocar una etapa de mayor creatividad y creo que la tienen, pero habrá que explotarla.
-Con el paso del tiempo y de los logros, Nicolás Catena te dio algún indicio de qué vio en vos.
-No lo hablamos en esos términos, lo que sí entendimos es que los dos teníamos una visión muy parecida de lo que estaba pasando y hacia dónde debíamos ir, y rápidamente concordamos, me parece que funcionó. Funcionó muy bien.
-¿Cómo se sigue consolidando esta relación entre ustedes? ¿Cómo la incentivan para que siga dando buenos resultados?
-Tiene que ver con mantenerse despierto intelectualmente, creo que eso es lo fundamental. En mi caso y en el de la familia Catena es mantenernos activos, ideando objetivos y nuevas cosas siempre.
-¿Y nunca un espacio de confort?
-No hay confort posible. Vamos hacia adelante y con nuevos conceptos, con nuevas ideas.
-En ese ir para adelante, ¿cuáles son los objetivos que se plantean?
-En cada reunión semanal y en cada contacto diario que tenemos con Laura Catena y con el resto del equipo siempre trabajamos sobre la necesidad entender los lugares, siempre estamos en el mismo pensamiento, qué pasa en cada zona y qué pasaría en esa zona, a partir de cuestionarnos: "¿Y si plantamos allá?". Siempre nos estamos moviendo en ese concepto de qué habrá más allá.
El vino argentino, firme en el mundo
Aún con materias pendientes, para Alejandro es auspicioso el momento del vino argentino en el mundo. "Hoy estamos muy bien vistos en el exterior. Hay que tener en cuenta que dentro de las etapas, no siempre se trata de ir al crecimiento. Creo que después de una etapa de crecimiento muy fuerte, ahora estamos teniendo un logro, que es mantener ese crecimiento. Y ese punto es fundamental porque quiere decir que nos estamos consolidando en todos los mercados y ello nos da una base sólida para una nueva etapa de crecimiento. Hoy, estar en góndolas con botellas de entre 10 y 45 dólares implica que estamos fuertes y que no caemos", destaca el enólogo.
-¿Cómo se nos ve desde el exterior, como proveedores de vino?
-Creo que los críticos de vino nos han dado los últimos 10-12 años la posibilidad de estar en los grandes restaurantes del mundo, es una gran vidriera para el crecimiento y somos nada más que 2,6/2,8% del comercio de vino internacional, por lo cual tenemos un gran potencial y tenemos un gran varietal como el Malbec, que ya lo conocen en buena parte del mundo.
-Salvo Gérard Depardieu (NdelaR, en una entrevista con LA NACION el actor dijo sobre los vinos argentinos: "Me encantan los vinos rústicos, están de moda. Pero uno termina bebiendo una especie de mermelada")
-Bueno, pero por ahí Gérard Depardieu estaba diciendo algo que nos pasaba.
-¿O sea que hay que volver a invitarlo?
-Hay que invitarlo a que pruebe la diversidad que tenemos hoy de vino. Pero bueno, fue un problema que tuvieron también otros países, hacer un solo vino o unificar la idea o concepto de vino.
-¿Cuáles son desde tu punto de vista las debilidades y las potencialidades que tiene hoy la vitivinicultura argentina?
-La mayor debilidad tiene que ver con la competitividad, el dólar. El otro problema que tenemos, bastante grave, está relacionado con los mercados y con los convenios que tenemos con otros países. Te doy un ejemplo: en México el vino chileno entra con tasa cero y el vino argentino lo hace con una tasa de casi el 40%. En el mismo Mercosur tenemos distintas políticas que nos ponen en desventaja frente al vino chileno para ingresar en Brasil, por caso. Entonces, tenemos que hacer un trabajo de ingeniería con cada país, para mejorar las relaciones internacionales y para facilitar el ingreso de nuestros vinos. Es una gran debilidad que tenemos frente a nuestros competidores, que son muy fuertes justamente en esos aspectos.
-¿Chile es la referencia sudamericana en vinos?
-Chile es un monstruo de trabajo. Y creo que justamente deberíamos tomar como enseñanza todo lo que trabajan sobre lograr tasa cero para el vino; para derribar las barreras paraarancelarias, de manera de lograr entrar mucho más fuerte en los mercados. Pero como gran potencialidad en la Argentina tenemos el Malbec. Es nuestra bandera insignia. Más allá de nuestra diversidad de varietales, yo creo que el Malbec, por cantidad de hectáreas cultivadas y por el prestigio que hemos logrado, es nuestra fortaleza.
-¿En el exterior qué pasa con el Malbec?
-Y, lo que te decía, estamos en una etapa de consolidación en el mercado y, aparte, con todas las bodegas y todas las regiones trabajando para sacar nuevas cosas, con nuevas posibilidades, con una gran diversidad. Y después tenemos otros varietales que acompañan, como el Chardonnay o Cabernet Franc del que se está hablado tanto.
-No es un varietal muy conocido aún por el consumidor, pero vos le das mucha importancia en tus vinos al Cabernet Franc.
-Hace muchos años viajé a Francia, estuve en una zona llamada Loira, donde hacen unos Cabernet Franc denominados Chinon, muy parecidos a unos Pinot Noir. En el mismo viaje estuve en Pomerol y encontré unos vinos muy parecidos a los Malbec de los 2000, potentes, pesados, del mismo varietal, pero en distinta zona, y eso me gustó, era más importante la zona que el varietal. El mismo varietal de Cabernet Franc plantado en dos lugares daba dos vinos totalmente diferentes. O sea que las zonas le daban la impronta. Y es algo que yo también encuentro con el Malbec, por eso me gustó tanto el Cabernet Franc. Es como que podés lograr una gran diversidad y son transparentes al lugar donde están cultivados.
-Quien no lo conoce, quien no lo ha degustado nunca, ¿qué es lo que tendría que buscar en el Cabernet Franc?
-Bueno, en zonas frías, como Gualtallary, son vinos más bien livianos, con buena acidez, fáciles de beber (muy fáciles de beber), muy gastronómicos (una palabra nueva, vinos gastronómicos), pero es real, porque acompaña cualquier tipo de comidas. En cambio, cuando vamos a zonas, por ejemplo Maipú o Lunlunta, que son zonas más cálidas donde tenés mayores temperaturas y una zona un poco más baja, son vinos un poco más potentes, con más boca, un poco más dulzones, con menos acidez. Tenés entonces para el mismo varietal cosas para elegir. Y muy parecido a lo que pasa con el Malbec.
-¿Creés que en el país se tiene conciencia de la cantidad de puestos de trabajo que genera la vitivinicultura?
-Creo que falta un poco de conciencia de lo que genera la vitivinicultura en sí, porque lamentablemente tenemos que medirla en PBI, y casi no hay participación, es muy baja. Pero produce un movimiento enorme. Todas las economías regionales en general tienden a lo mismo. Esta es un poco más fuerte porque tiene el tema turismo intrínseco que es muy, muy importante.
-Y que explotó muchísimo en los últimos años, con la ruta del vino.
-Está explotando y ahora ha habido mejoras en nuestro aeropuerto, justamente pensando en eso. Y me parece que no hay una total conciencia de lo que puede generar esta actividad. Hay que ver el modelo de California para entender lo que puede ser la vitivinicultura.
-¿Cómo trabajan ellos?
-Es increíble, ellos tienen un movimiento de gente de casi 25 millones de personas por año que van a visitar la zona de bodegas de California, que incluye San Francisco que también tiene un enganche fuerte. Por eso digo que hay mucho por hacer y mucho para explicar sobre qué es la vitivinicultura en sí, porque si lo vemos sólo por venta de vino, es muy poquito, casi inexistente, pero como actividad genera una red de trabajo y de iniciativas vinculadas a ella que es impresionante.
Más allá de la sofisticación que en algunos círculos sociales se le pretende dar al vino, Alejandro recomienda algo más simple: "Cada uno debe dividir el vino en me gusta o no me gusta. Y esa facilidad para definirlo es la que va a hacer que la gente vuelva a acercarse al vino. Es necesario acercar a la gente al vino, no alejarla. Desde la comunicación y desde el vino en sí. Cada uno debe probar y decidir, porque en la gran diversidad de vinos que hay en la Argentina seguro que alguno te va a gustar".
Atrás en el tiempo, mucho antes de los logros que hoy lo afirman como referente indiscutido de la vitivinicultura argentina, a Alejandro lo cautivaron el valor de los silencios y el hacerse a un lado en el proceso de la concepción del vino, como lo aprendió de Tristán. "En esas mañanas con mi abuelo, que hacía vinos, influyeron los silencios; el buscar hacerse a un lado, y el dejar de ser uno para pasar a ser parte de un entorno. Siempre recuerdo que en aquellos tiempos de infancia la esposa de mi papá me decía vos vas a dedicarte al campo y lo decía como quien asegura saberlo a ciencia cierta. Y aquello fue significativo, porque en los momentos de decisión no se me ocurría otra cosa que hacer lo que hago. Siempre digo que no existía un plan b, me iba a ir bien, mal o como fuera, pero era esto".