Lo digan en público o no, para los peronistas Mauricio Macri es un
usurpador del poder, un error de la historia. En sus discusiones, pasan
horas tratando de dilucidar cómo pudo haber sucedido lo que imaginaban
imposible, a saber, que perdieran las elecciones con alguien que no
hizo de Juan Domingo Perón el centro de su vida, ni para seguirlo ni
para denostarlo. Macri no viajó a Madrid para intentar conocer al líder
en el exilio, no estuvo en Ezeiza cuando volvió, no leyó sus libros, no
se trenzó en debates eternos acerca de si hizo bien o no en dejar a su
esposa como sucesora cuando sabía que se iba a morir. Tampoco es
heredero de esas controversias en las que está asentada la política
argentina. No lo une con el peronismo el amor, mucho menos el espanto.
El peronismo, como se sabe, es el dueño del Estado en la Argentina. Por
lo menos, los peronistas sienten que hay que pedirles permiso a ellos
para gestionar "en su" lugar. Se sienten perseguidos porque los que
toman las decisiones no son "compañeros" ni les preguntan a ellos qué
hacer. Otros, no peronistas, ocuparon los lugares que les
corresponden por derecho propio, porque son peronistas y vibran con el
subsuelo de la Patria que es peronista o no será nada. Ya no tienen
amigos a quien pedirles favores y fueron perdiendo la ilusión de que
Macri se vería obligado a escapar en un helicóptero. Pasaron una
Navidad triste. No lograron ni una pueblada contra "Mugricio" en La
Matanza. Nada es lo que era. A los radicales les habían tomado el
tiempo, sabían cómo asustarlos. ¿Cómo se acorrala a un tipo
ultrapragmático, que sobrevivió al kirchnerismo en su momento de mayor
poder y tuvo la desfachatez de ganarles?
Curiosamente, una de las personas que mejor conoce a Macri es Cristina
Elisabet Kirchner: "Miren que este no es De la Rúa", les dijo en tono
de advertencia a los gobernadores salientes y entrantes en la última
reunión que tuvieron con ella, en Olivos, antes del recambio
presidencial. Lo recordó el primer día que se reunió con el Presidente
el misionero Hugo Passalacqua, hijo de periodista y licenciado en
comunicación social de la UBA, uno de los mandatarios provinciales de
mejor vínculo con el Gobierno nacional.
Dueña y señora de la argentinidad durante ocho años, Cristina concentró
su reinado sobre una cuadra de la Plaza de Mayo, la que asoma a
Balcarce. En los doce años que gobernó, el kirchnerismo fue ampliando
su influencia sobre la Plaza de Mayo, quería hacerlo sentir incómodo al
inquilino de la esquina que da sobre Bolívar, dominando el patio
delantero y también el trasero de la sede del gobierno nacional.
Cuando pudo, el entonces jefe de Gobierno de la Ciudad se mudó al nuevo
edificio de Barracas, en la calle Uspallata, y ¡sanseacabó! No
compartió más el espacio público con Cristina y lanzó su campaña
presidencial con la imagen de modernidad y gestión que quería
transmitir. Infobae estuvo en la apertura oficial del edificio. Macri
estaba exultante, estrenando un baño de multitud entre los invitados
como forma de ir superando su fobia. Mientras tanto, los peronistas no
sabían ni se interesaban por lo que estaba haciendo el que después los
derrotaría en las elecciones.
Pasado el primer año en el llano y con la perspectiva de la temporada
electoral, entre los expulsados del poder anida una nueva quimera, la
de un peronismo unido, para que no sea vencido. Tienen un gran
candidato, Cristina, que concentra un piso (que en su caso es también
techo) de 33% de los votos en la provincia de Buenos Aires. Es el
dirigente de mayor volumen político en el peronismo, lejos. Y en las
barriadas más humildes del conurbano bonaerense es el hada que les
llevó el consumo a sus hogares pobres, como en tiempos de Perón y
Evita, aunque sin exigirles que trabajaran o se educaran (como les
exigían Perón y Evita).
En efecto, el kirchnerismo fue la revolución del aire acondicionado y
los productos de La Salada. Si cada vez se cortaba más seguido la luz y
crecía el empleo informal contra el registrado, no era problema de
ellos. Además, se solucionaba fácil, bastaba con seguir importando
combustible y anular el INDEC. No era cuestión de estigmatizar.
Cristina está volviendo a enamorar al peronismo. Tal vez sea la primera
vez que se esfuerce. Recibe y sonríe a todos. "No hay ningún taita que
se le plante", dijo un hombre que conoce el paño como pocos y considera
inevitable que el peronismo bonaerense se alinee tras su figura. Podría
no ser candidata y bendecir a Daniel Scioli, el hombre que no pudo con
Macri pero evidentemente se tiene fe en esta nueva instancia. Ambos
-Cristina y Daniel- tienen una oferta electoral excepcional, la
restauración kirchnerista. Vamos a volver.
Los intendentes del Grupo Esmeralda no encuentran candidatos mejores a
Cristina/Scioli, muchos menos los intendentes del Grupo Fénix, más
cristinistas que ninguno. El presidente del PJ bonaerense, Fernando
Espinoza, también está encantado. Solo queda seguir limando a Sergio
Massa, buscando que el peronismo massista se ordene detrás de Scioli,
tarea a la que está abocado Alberto Fernández, convencido de que no hay
espacio para seguir transitando por la ancha avenida del medio.
Es que el massismo peronista no vive con alegría el acercamiento de
Massa a Margarita Stolbizer y hay un fuerte movimiento rupturista en
dirección al peronismo que quiere a Scioli de candidato, o sea, la
mayoría del peronismo. Con un aditamento que ya empezó a trascender: el
sindicalismo también está promoviendo la unidad, incluyendo a La
Cámpora, como se demostró en la reunión que Héctor Daer convocó en el
Sindicato de la Sanidad a donde asistieron Máximo Kirchner y el propio
Massa. ¿Volverá el líder del Frente Renovador al redil bendecido por
Cristina? Hoy parece imposible.
Mientras tanto, al Gobierno no se lo ve preocupado ante la posibilidad
de que el peronismo se presente unido en las elecciones de la provincia
de Buenos Aires. Vienen trabajando desde hace tiempo bajo la hipótesis
de que las elecciones son siempre polarizadas, "gobierno contra
alguien", no hay tres lugares posibles. Y quien mejor representa a la
oposición en las encuestas es el kirchnerismo/peronismo.
Consultado Jorge Macri acerca de si tienen temor a competir contra un
peronismo unido, el intendente de Vicente López y vicepresidente del
PRO en la provincia de Buenos Aires le dijo a Infobae que "la clave de
un espacio político que gobierna no es competir con otras fuerzas
políticas o ver cómo es la oferta electoral peronista, sino dar
respuesta a las demandas de la gente, ser genuino con su espacio y
sostener las banderas que animaron a la gente a votar un cambio." Y
agregó: "Yo creo que las tres cosas van a estar muy presentes este año,
las obras se van a notar, la Gobernadora está dando las batallas que la
gente valora y quiere, no hemos perdido nuestra esencia de lo que
representamos y somos genuinos frente a la gente. Por eso veo que se
consolidará el camino de cambio en la provincia".
Por cierto, cerca de María Eugenia Vidal también piensan que no les
resultará difícil alcanzar el 40% de los votos. "Ella sacó 39% en las
elecciones a gobernador del 2015 y su imagen se consolidó
sostenidamente, no vemos ninguna razón para que nuestros candidatos
bajen de ese porcentaje, más bien todo lo contrario", aseguran.
Como sucedió con otros líderes políticos en la historia argentina, el
destino de Macri depende de una mujer. Si los pronósticos oficialistas
tienen razón, si Cambiemos vuelve a ganarle al peronismo en las
legislativas de la provincia de Buenos Aires, habrá dado un salto
cualitativo y quizás deje de ser considerado un forastero en el Estado
que los peronistas consideran propio. Solo así tal vez acepten que algo
de política Macri aprendió. Claro que, primero, tiene que ganar.