En momentos en que gran parte de la zona núcleo
necesitaba
agua para las siembras de segunda o para el desarrollo de los cultivos,
cayó
una feroz lluvia que, en algunos lugares como Villa Cañás o Pergamino,
superó
los 200 milímetros en apenas 24 horas. No sólo la agricultura fue
afectada, los
tambos del oeste bonaerense, del sur de Córdoba y de la cuenca lechera
de Santa
Fe volvieron a vivir la pesadilla por la que pasaron hace unos meses.
Pero para
lo que algunos fue una lluvia impiadosa, para otros, como en el sudeste
bonaerense, fue más bien una lluvia tacaña. Allí necesitan agua para
llegar a
sembrar algo de soja.
Ese contraste lo marcaron las cotizaciones de la
oleaginosa
en Chicago, donde el mercado está pendiente de la evolución de la
cosecha
sudamericana. Con volúmenes récord en Brasil, los operadores y
especuladores
les prestan atención a cada noticia que llegue de estas pampas. Sus
apuestas
están abiertas.
Este escenario vuelve a poner el foco sobre la
necesidad de
contar con herramientas que mitiguen los riesgos y que apunten a la
previsión,
más que a la emergencia. Coberturas de precios, seguros multirriesgos
son
algunas de las llaves que podrían ayudar a aliviar situaciones
críticas. Tras
12 años de ignorarlas, con un gobierno un tanto más amigable con la
actividad
privada ésta debería ser la ocasión ideal para llevarlas adelante.
Lo mismo vale para las obras de infraestructura.
Un
productor de Arrecifes, Juan Pablo Rossi, llamó la atención en la red
social
Twitter con un simple dato: en la cuenca del río Arrecifes hay esclusas
que
quedaron abandonadas de un proyecto de 1902 para construir un canal
navegable
en el norte bonaerense. Hoy, esas esclusas funcionan como tapones. Ese
sueño de
hace más de un siglo no se concretó. Una postal de la Argentina que no
fue.
El país está en mora con el manejo de las cuencas
hídricas.
Más que comprar llave en mano en Holanda una solución tecnológica para
resolver
estos problemas habría que imitar sus políticas que consideraron al
manejo del
agua como una cuestión de Estado.
Un ejemplo inverso del impacto de la
infraestructura en la
producción y en las comunidades rurales se dio esta semana con la
inauguración
de un tramo de la "ruta del cereal", en el oeste bonaerense, a cargo
de la gobernadora María Eugenia Vidal. Son 26 kilómetros entre las
localidades
de Mones Cazón y Salazar que en 2008 había prometido asfaltar el
entonces
gobernador Daniel Scioli. Tras idas y venidas, con licitaciones
impugnadas, el
ex candidato a presidente de la Nación no llegó a cumplir con su
promesa.
"Para mí, no hay pueblos chicos, son todos grandes y gobernamos para
todos, como corresponde", dijo en un acto cuando prometió la obra.
En Salazar viven casi 3000 personas y era, hasta
que se
asfaltó la ruta, el pueblo más grande de la provincia de Buenos Aires
al que se
sólo se podía llegar por tierra. Desde que se concretó la obra sus
vidas
empezaron a cambiar. Ahora resta terminar el tramo hasta Garré, hasta
la ruta
33. De los 96 kilómetros que tiene la "ruta del cereal" ya tiene
asfalto la mitad.
El mismo comité de vecinos que recorrió cuanto
despacho
oficial había para que se terminara la obra y alertó a los medios de
comunicación sobre la mora en el asfaltado va a impulsar la
construcción
definitiva. Hoy los camiones con granos que van desde el sur por la
ruta 33
tienen que ir hasta la ruta 5. Este rodeo congestiona el tramo Trenque
Lauquen-Pehuajó. Los vecinos advierten sobre los siniestros viales que
hay en
esa recta.
Para no dormirse