Alfonso Prat-Gay era un obstáculo en ese proyecto presidencial. Poco afecto a los zigzags de la política y a cultivar el trato personal con sus colegas del gabinete, Prat-Gay vivió siempre en la orilla justa del macrismo. No era propio, pero tampoco ajeno. No estaba acostumbrado a la relación de amigos que tienen muchos otros miembros del gabinete, que reconocen en Macri un liderazgo inapelable. Prat-Gay es un solitario que confía más en su intuición que en las decisiones colectivas. La propuesta de un "equipo" en lugar de un "ministro" para ordenar la economía no lo sedujo nunca.
El Presidente siempre advirtió en él, además, a un hombre que se estima
demasiado. Una vez, al principio de la gestión de Macri, el Presidente tuvo una
conversación franca con Prat-Gay. Según la reconstrucción que hacen varios
colaboradores presidenciales, Macri le hizo una dura advertencia a su ministro:
"Tenés diez puntos en relaciones con el mundo económico internacional. Tenés
diez puntos en la mirada estratégica de la economía. Pero tenés cero en
cuestiones de ego. No quisiera tener que desprenderme de vos por estas razones",
le dijo. Prat-Gay intentó comprender la lógica del gobierno al que pertenecía, y
a veces pudo hacer breves cambios en su personalidad. Sin embargo, tarde o
temprano siempre volvía el Prat-Gay distante, seguro de que su aporte al
Gobierno era mayor que el de muchos de sus colegas (o el de todos).
Es amigo de la reina Máxima de Holanda y del rey Felipe de España. Conoce al
papa Francisco; a la jefa del Fondo Monetario, Christine Lagarde; al presidente
del Banco Central Europeo, Mario Draghi, y al secretario del Tesoro de los
Estados Unidos, Jack Lew, entre muchas más figuras destacadas del mundo. Con ese
significativo bagaje de relaciones internacionales, a Prat-Gay le era difícil
entender que aquí era lo mismo (o estaba por debajo) del resto de los
funcionarios. Nunca dijo nada al respecto, pero sus gestos eran más elocuentes
que las palabras.
La agenda de los temas que le concernían era construcción suya, no del
gabinete. Esto quedó claro con la reciente crisis por el impuesto a las
ganancias, que colocó al Gobierno en el borde mismo de una enorme derrota
política. Funcionarios de la Casa de Gobierno le venían reclamando a Prat-Gay
desde septiembre que enviara ese proyecto para poder trasladarlo al Congreso en
sesiones ordinarias. Prat-Gay, impasible, demoró la redacción hasta que el
Gobierno debió incluirla en sesiones extraordinarias. Cabe consignar que nada
obligaba a la administración a incluir ese proyecto en las sesiones
extraordinarias y que ese error no fue de Prat-Gay. La demora fue una
equivocación del ministro, pero no su implementación parlamentaria. Tampoco
podría ser un error de Prat-Gay que la administración no haya negociado con la
CGT un acuerdo sobre Ganancias antes de mandar el proyecto al Congreso. La
relación con los sindicatos pasa por instancias políticas de la administración
que Prat-Gay no controla. Sí fue, en cambio, idea suya la intransigencia inicial
del Gobierno.
No quería concesiones a los sindicatos ni a la oposición, que al final se
terminaron haciendo. Esa actitud, que nadie sabe por qué el Gobierno respetó,
marca otra faceta de Prat-Gay. Carece de la necesaria plasticidad a la que
obliga la política. Terminó en su momento peleado con los Kirchner (fue
presidente del Banco Central en los primeros años de Néstor Kirchner) y atravesó
todo el escenario político para convertirse en uno de los hombres más cercanos
de Elisa Carrió. Pero también al final se distanció de Carrió y promovió que el
partido se alejara de ella después de una mala elección presidencial de la líder
de la Coalición Cívica. No advirtió que el volumen político de Carrió superaría
una desdicha electoral, como se comprobó luego. Últimamente se había acercado a
Carrió, pero la relación entre ellos nunca volvió a ser la misma.
Prat-Gay convivió con muchos críticos dentro del gabinete durante su año como ministro. Una pregunta asidua entre esos críticos es siempre la misma: "¿Alguien recuerda una sola decisión de Prat-Gay para bajar el déficit fiscal?". El silencio es siempre la respuesta. Debe consignarse, para ser justos, que muchas decisiones que comprometieron el equilibrio de las cuentas públicas fueron de carácter político, ya sea por acuerdos con gobernadores, con sindicalistas o con movimientos sociales. También es cierto que el ministro prefirió siempre el gradualismo excesivo a cualquier gesto de austeridad fiscal. Las suspicacias no demoraron en aparecer dentro del propio Gobierno: ¿lo hace porque es gradualista o porque tiene un proyecto presidencial? Nadie ignora, a todo esto, que Prat-Gay sueña desde hace varios años con ser presidente.
El otro lado del conflicto desatado ayer es la decisión del Presidente de eliminar cualquier fusible en la conducción de la economía. Prat-Gay tiene peso y nombre propios y, por lo tanto, un eventual traspié de la economía podría habérsele atribuido a él. Con las designaciones de Luis Caputo, como ministro de Finanzas, y de Nicolás Dujovne, como ministro de Hacienda, Macri profundiza su política de división de la cartera económica y se coloca él mismo como responsable final (y primero) de los resultados de la economía. La salida de Prat-Gay fue especialmente traumática para Caputo, porque son amigos personales desde hace muchos años y porque éste se quedará en el Gobierno. Caputo disentía, en reserva, sobre los modos y las actitudes de Prat-Gay. De todos modos, ni Caputo ni Dujovne tienen la presencia política de Prat-Gay; sus responsabilidades se diluirán aún más dentro del equipo que suma ya una decena de ministros. El Presidente será, así las cosas, el dueño de los éxitos o los fracasos de la economía.
Macri prefirió esa situación para enfrentar un año que considera clave para su destino político. Las elecciones de octubre podrían abrirle la posibilidad de una reelección en 2019 o, por el contrario, obstaculizarle hasta extremos impredecibles los dos años del actual mandato que le quedarán. Y la economía será el condimento esencial de las próximas elecciones, ya sea para bien o para mal. Al Presidente lo incomodaba, sobre todo, la distancia que siempre se abría entre la decisión y la ejecución en cuestiones económicas. Prat-Gay estaba en el centro de ese conflicto entre la intención y el hecho.
Importantes funcionarios del Gobierno sostienen que Prat-Gay no fue eyectado por una cuestión personal con él, sino por disidencias en los métodos. No obstante, todos los relatos sobre la controversia tienen que ver con el estilo personal del ministro o con el carácter (que también es personal). La redefinición del Gobierno, tras el adiós a Prat Gay, es muy clara: el poder estará, como nunca antes, en manos del Presidente, de la Jefatura de Gabinete (Marcos Peña) y de los dos vicejefes de Gabinete (Mario Quintana y Gustavo Lopetegui). Macri decidió jugar de esa manera: a suerte y verdad.